martes, 28 de mayo de 2013

Arriero




Hoy que ya hace una semana que este blog había permanecido en "su lugar descanso" como se mandaba a la fuerza tras haber realizado algunos ejercicios, a fin de que tomara un poco de aliento, no he tenido otra cosa que traer al recuerdo aquella profesión, como es, o era, la de arriero, y que precisamente en mi familia, había dos hermanas de mi padre casadas con arrieros.

Esta profesión u oficio, ya totalmente perdida, durante mi infancia y bien entrada mi juventud era tan normal y corriente como otra cualesquiera. Para quien, como posiblemente a mis nietos les suceda, desconozca y le suene a chino dicha palabra, les diré que era aquella persona que se dedicaba al trajín con bestias de carga, generalmente burros, que como tal, todos los  arrieros llamaban a los asnos. Y digo que dicho oficio era totalmente normal, dado a que el transporte, que podríamos  denominar primario, era verificado a través de los arrieros. Así era corriente contemplar como recuas de burros conducidas por el arriero procedían al transporte, por ejemplo en mi pueblo de las aceitunas para llevarlas hasta las almazaras, el aceite que se había producido en almazaras de los propios olivares, se llevaban hasta puntos donde pudieran ser luego pasadas y cargadas en camiones para su traslados mas largos, donde en los trabajos de carreteras para la retirada de tierras o aporte de otros materiales se hacía también con bestias; donde en las campañas de la caña de azúcar o remolacha, en la mayoría de los casos, también eran llevadas hasta las respectivas fábricas, y así un largo etcétera, que se haría interminable su enumeración.

En esta profesión de arriero como sucede en todas las demás, existían un número de palabras específicas para señalar cuanto rodeaba a dicha actividad, y voy a señalar algunas de ellas que tengo la certeza de que la inmensa mayoría de los que osen entrar en este blog, no las hayan oído nunca, pero que además les suenen tan raras que hasta puedan dudar de que hayan sido empleadas y aceptadas por el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, pero de esto y si lo estimáis oportuno podéis salir de la duda.

En concreto me voy a ceñir solo, a lo que en las bestias de carga, o sea en los burros que se utilizaban  en este transporte, a señalar parte de cuanto había que colocar a estos animales a fin de hacer posible su trabajo. Son por ejemplo, ataharre, albardón, albarda y que todo ello formaba parte de lo que en conjunto se le llamaba, "aparejo".

En toda recua, que era el conjunto de burros que cada arriero poseía, siempre uno de los semovientes, era el que encabezaba la recua, que por lo general era el de caminar mas rápido y que daría ese dinamismo a los demás.  A este "burro" que se le encomendaba el servir de guía a la recua, se le llamaba  "liviano", y aunque el arriero siempre cabalgaba a lomos del último de la recua, con solo palabras ordenaba al liviano el que tomara una u otra dirección en el caso de cuando llegaban al cruce de caminos o veredas.

¡Qué cosas tan raras dice y se le ocurren a El abuelo de Villaharta!, diréis la mayoría. Pues para mí, desde mi infancia, me eran tan familiar el que a mis oídos llegaran las mismas, como hoy puedan ser, televisión, teléfonos móviles, ordenador, y todo el conjunto de esos aparatos que a mi se me antojan artefactos y que, algunos de ellos, tan embebidos llevan a todos los jóvenes y no tan jóvenes, que parecen llevarlos como desentendiéndose de todo cuanto a su alrededor sucede. A vosotros os parecerá que yo he venido de otro mundo, pero no, y aunque en realidad lleve acumulados bastantes años sobre mi espaldas, no tantos al punto de que también me aprovecho de algunos de los que he citado, como por ejemplo este del que me valgo para escribir lo que ahora estoy.

Bueno y dando un salto desde aquellos tiempos, me coloco a la par de vosotros en estos actuales y no me dejo perder el tren del progreso, que siempre es mejor que, mucho de lo pasado, aunque no todo. Hasta la próxima.

martes, 21 de mayo de 2013

Feliz cumpleaños


Hoy cumple 18 años, y por tanto su mayoría de edad, mi nieto Jorge, quinto y penúltimo,  por orden cronológico, de lo que ya solamente uno me queda por alcanzar esa edad. 

Por causas que ojalá nunca hubieren llegado, a este nieto ha sido a quien más próximo he estado viéndolo crecer día a día, desde aquellos ya lejanos cuando solo dos tenía. Miro hacía atrás y recordando desde cuando a la misma guardería iba a recogerlo cada tarde, después llevándolo de paseo, generalmente por las orillas del río y la playa, y así día tras día, luego al colegio, cuando los deberes, particularmente los de arítmética solíamos hacerlos a medias, y ayudándole en lo que me era posible en los demás, hasta el día de ayer que fue el último que lo he visto, cuando está a punto de terminar el curso y su bachillerato y en el próximo irá a la Universidad, y su estatura creo estará en el metro noventa, no deja de sorprenderme la velocidad con la que el tiempo pasa. Aunque en el día a día, que como es natural no se aprecia ese ir pasando el tiempo sobre el crecimiento y desarrollo de un niño, sí, de vez en vez, por la forma y modo de sus preguntas, sus reacciones, sus conversaciones, sus preferencias en los juegos y ese largo etcétera, es cuando  de que sin que te des cuenta, va dejando atrás cada etapa y cuando acuerdas ya ha alcanzado esa mayoría de edad. 

Incluso y por razones de mi trabajo y ocupaciones, ni con mis propios hijos, ni por supuesto con los demás nietos, excepción de también Pepillo, el mas pequeño de todos y hermano de Jorge, que aunque no en la proporción de éste, si he estado igual de próximo, tuve la dicha de poder contemplar esa forma de como se iban transformando de niños en adolescentes, después en jóvenes y así hasta alcanzar y terminar su formación, y como incluso me sucede ahora viendo llegar a mis hijos, hasta la casi postreras etapas de sus profesiones.  

Hoy también y con este motivo, no he tenido por menos que volver mis recuerdos hasta aquellos en que yo transitaba por esta edad a la que hoy llega mi nieto, y sin que el día de mi décimo octavo cumpleaños, seguro estoy, que posiblemente ni siquiera recibiera una felicitación de nadie por tal motivo, por descontado que regalo alguno, y seguro lo pasé trabajando en la finca de La Calera. Ello, me lleva a dar por seguro, que  el discurrir por la vida de una persona, depende primero, de los padres que en suerte le hayan traído al mundo, y segundo, el cuando y las circunstancias en que a este vino. Yo aún cuando hoy por contento me doy de cual ha sido todo mi devenir, reconozco que hube de transitar con una cantidad de eventos de los que mis nietos por suerte no han tenido que salvar, y que cuando, como anteriormente digo yo cumplía los deciocho años, llevaba ya cuando no menos de siete u ocho habiendo desempeñado bastantes y diferentes trabajos, todos en el campo, y que suponían en la mayoría de ellos sacrificios de todo orden, Quizá, ello me tenía por considerarme quizá de una madurez en mi persona, que me parece distinta a la que hoy llega mi nieto Jorge, aunque en otro orden y por lo que atañe a su formación cultural e intelectual no haya punto de que comparársele pueda.

Por todo cuanto antecede y pese a que dentro de unas horas estaré junto a él, vaya por esta entrada mi mas entrañable felicitación y que Dios le de todo cuanto se merece y su abuelo le desea, al igual a sus otros cinco primos, y nietos míos. Lástima que su abuela Gloria no pueda celebrarlo, de lo que tan orgullosa se hubiere sentido también. 

Hasta la próxima entrada.

domingo, 19 de mayo de 2013

Peón caminero

  

No sé a cuento de qué se me ha venido esta mañana a la memoria el recuerdo de aquella profesión u oficio, ya perdido, del Peón Caminero. 

Si hoy le preguntara a alguno de mis nietos, si le hubiera gustado ser peón caminero, posiblemente, aunque no me lo dijera, pensaría que su abuelo está perdiendo la chaveta. Pero no, el peón caminero no hace tantos años existía en España, y era el que estaba encargado de la conservación de las carreteras, las nacionales se entiende, porque las comarcales o provinciales, esas solían ser parcheadas cuando su circulación se hacía bastante peligrosa y dificultosa por los innumerables baches que tenían.



Pero no nos desviemos del título dado a esta entrada. Los peones camineros, incluso tenían sus propias viviendas, que eran unas llamadas casetas, con muy buenas condiciones de habitabilidad y que se hallaban a cierta distancia unas de otras y en el mismo margen de la carretera. Circulando por aquellas carreteras nacionales, las que carecían de toda clase de líneas continúas,  discontinuas o  separación de carriles, se me viene al recuerdo que, cuando un vehículo comenzaba a tomar una de esas curvas que se entendía eran peligrosas, hacían sonar sus claxon o bocinas, como entonces se les denominaba, a fin de avisar de su presencia al vehículo que viniera en dirección contraria. 

Que me perdone si alguno de los que fueron peones camineros vive aún, o de sus familiares,  la verdad que posiblemente sin toda la razón, no gozaban de plena buena fama de entregarse a su cometido con mucho entusiasmo, y sí, es cierto, que no era infrecuente cuando se circulaba por esas vías el observar como junto a sus cunetas se hallaba una espuerta, una azada o un rastrillo, pero solo esas herramientas de trabajo, sin que utilizándolas, e incluso a la vista de las mismas, estuviera quien tenía la misión de ello.

Cuando el desperfecto de las carreteras era de cierta consideración, y que el empleo de piedra "picada" era necesaria para su reparación, se observaba como el aporte de la misma se hacía mediante "burros" que colocados sobre sus aparejos unos pequeños  serones, eran llenados por sus conductores, desde los puntos mas cercanos a donde las hubiere y vaciados sobre unos cajones que median un metro cúbico de volumen,  y al final de la jornada te eran abonados por el número de metros que hubieres  acarreado. En una ocasión y por espacio de varios días, recuerdo que con un burro, prestado, yo estuve acarreando piedras para reparación de una carretera local, que partiendo de la general Córdoba-Badajoz llevaba hasta la localidad de Villaviciosa, a unos seis o siete kilómetros  de mi pueblo, el punto de trabajo se entiende, y en las inmediaciones de la entonces estación de la Alhondiguilla de la línea férrea de Córdoba-Almorchón. Estas reparaciones solían hacerse en periodos de verano y cuando el paro entre los jornaleros era casi general. Por tanto, si no había otra cosa, se hacía necesario entregarse a esa clase de trabajos, que por cierto no era nada agradable. Pero si el acarreo de la piedra era duro, el picado de la misma a mano y con unos pequeños martillos y de largo mango, era mucho peor y con el que en las manos se ocasionaban unas ampollas, que hasta convertidas en callosidad eran de un sufrimiento y dolor considerables. De ésto, mi padre si tuvo experiencia.

Recordar aquella clase de trabajos y cómo había que realizarlos, parten el alma, y se diría que hasta clamaban al cielo, los miserables sueldos que con ello se conseguía, dado a que siempre se ejecutaban mediante tareas o concierto por el número de metros "machacados".

El traer a colación mi dichoso recuerdo a los peones camineros, me ha llevado hasta aquellos trabajos a los que había que entregarse por pura necesidad y que en realidad, nada mas lejos de mis deseos fueron el haberlos tenido que hacer y mucho peor el que volvieran tal cual había que ejecutarlos.


De todo esto tiene la culpa, el hacer tantos años en que yo llevo caminando por este mundo, pero también me trae el consuelo, que miro hacia atrás y me digo, gracias a Dios que aquello ya pasó. Hasta la próxima que sea más alegre que ésta, pero como suele decirse, de todo tiene que haber en la viña del Señor.

lunes, 13 de mayo de 2013

El campo



Creo que una de las primeras acepciones que el Diccionario de la Lengua Española da a la palabra "campo", es el de extensión de terreno fuera de poblaciones, y aunque la misma hace referencia a  varios temas y conceptos, por lo que a mi y hoy respecta, y por lo que al título de esta entrada he dado, se trata en concreto de esa primera definición.

Por lo que a mi origen y procedencia se refiere, y como existía, y debe existir un dicho, "soy más del campo que una retama".

El cambio de la vida del campo a la ciudad, más el que en todos los órdenes ha dado la sociedad desde  mis años de infancia y primera juventud hasta el día de hoy, con  el aditamento de mi ingreso en la Guardia Civil, han dado lugar a que la inmensa mayoría de las palabras y frases de las que antaño, ésta es una de ellas, salían de mi boca y eran percibidas por mis oídos, no se parezcan en nada a las de ahora, y de las muchas de aquellas, hoy o han desaparecido o en raras ocasiones suelen oírse, y de las de ahora, entonces, que esto es lo que quiere decir "antaño", en la inmensa mayoría de las mismas, incluso ni se habían inventado. 

Como suelen comenzar los Evangelios, así diré yo, en aquellos tiempos, cuando sobre todo en los ambientes rurales, se le hacía una filiación a un hombre, al referirse a su profesión se denominaba "del campo", al igual que a la inmensa mayoría de las mujeres se les catalogaba en  su profesión de "sus labores", que suponía que trabajaba solo en las faenas del hogar.

Pero con independencia de ese preámbulo que antecede, mi intención en esta entrada, quiero referirme a aquellas palabras o frases mas empleadas en el ámbito de la vida rural, comenzando por ejemplo por los animales domésticos y más próximos  en torno a la familia o al trabajo. Así, chivo, lechón, borrego, muleto, rucho, potro, burro, mulo, caballo, yegua, era de un uso tan cotidiano, que estoy seguro no se pasaba ni un solo día en que algunos de dichos nombres no se oyeran dentro del propio ambiente de una familia. Seguro que la inmensa mayoría de los niños, jóvenes y muchos adultos, no es que no la hayan oído nunca, sino que incluso  ni siquiera sepan lo que significa. Esto por lo que se refiere a la vida en el hogar, que si pasamos al propio campo, la palabra cabrahígo, acebuche, lentisco, aulaga, torvisco, coscoja, retama, zarza,  que son de las más conocidas como árboles, matas o arbustos del campo mediterráneo, yo creo llevo decenas de años sin haberlas oído, y al igual que decía anteriormente, y me atrevo a apostar que tampoco siquiera en muchos niños y jóvenes de los pueblos hoy, conozcan a que se refieren.

Y que decir de los nombres de ciertos insectos como cigarra, tábano, ciempiés, escarabajo. o animales como lagartija, lagarto; pájaros, como urraca, jilguero, cogujada, alcaudón y otros muchos nombres de todo lo relacionado, que desde mi mi primera niñez comenzaba a tener conocimiento tanto de las palabras como de a lo que se refería y que conociendo fui con el paso de los días y tan lejos de todo ello me veo, como la cantidad de años que han transcurrido desde entonces. 

De las palabras, elementos y de la inmensa mayoría de lo que hoy existe y de que ni siquiera "antaño" se podía sospechar de que alguna vez pudiera verse u oírse, trataré, dentro de mis limitaciones, en una próxima entrada, que espero no tarde.

Hasta la próxima.

martes, 7 de mayo de 2013

7 de mayo


7 de mayo. Quienes tengáis la osadía de entrar en este blog os preguntaréis: "Éste se ha creído que hoy es San Fermín, bien por que piense que estamos en julio, o porque el Patrón de Pamplona lo hayan pasado al mes de Mayo". Pues no, nada de eso, ni tampoco tan importante, o cuando menos tan popular. Pues, se trata simple y llanamente de que muchos año ha, las fiestas de Villaharta se celebraban durante los días 7 al 9 de mayo, ambos inclusive, aunque desde hace ya muchísimos años las pasaron al mes de julio. Interesante noticia es esta que El abuelo de Villaharta, nos da y que sin duda debería de figurar en los  anales de la historia de España. Pero tampoco es eso. Y a pesar de que tan nimio pueda parecer, y sin duda lo es, puedo aseguraros, que ni un solo año cuando ha llegado el día siete de mayo, no hayan venido a mi recuerdo cuando yo estaba en mi adolescencia y primera juventud, que la celebración de aquellas inolvidables festividades lo suponían todo para mí,  y aunque a lo mejor también, dos hechos que nunca se fueron de mi recuerdo, y tan carentes de importancia como todo lo demás que escrito llevo en esta entrada puedan serlo, dejaron huella en mis sentimientos, y que sin duda pueda deberse a que cuando se tienen diecisiete, dieciocho, o veinte años, todo lo que entonces acaeció pueda verse de color de rosa.

Comenzaré por relatar el que por orden cronológico acaeció, pero también sin duda aunque ninguno de los dos pueda interesarle a nadie, reconozco que este que a continuación voy a señalar, no faltará quienes lo considere como una verdadera simpleza, esto, siendo benevolente conmigo. Pues vamos allá. Resulta que en las fiestas del año de 1943, yo estrenaba un traje que acompañando a mi madre me compró en los Almacenes Siglo XX de Córdoba, y para más señas nos costó la friolera cifra de 300 pesetas. Resulta que durante la campaña de la aceituna en la finca de La Calera donde yo estuve trabajando en la "molina", lo que como nombre oficial se conoce como almazara, yo ganaba 11 pesetas diarias, eso porque yo era el maestro de uno de los dos relevos que en ello trabajábamos, que aunque solo contaba con diecisiete años de edad así era, y los que estaban conmigo, solo ganaban 10 pesetas, o sea una peseta menos que yo. Así, aquel humilde traje que ya confeccionado me compré, se llevo el trabajo de todo un mes, y como cito nada de particular tuviera para considerarlo como una prenda de siquiera mediana calidad. Y aquí viene una, creo de las circunstancias que posiblemente me llevaron a tener presente aquel acontecer pasados hoy precisamente, SETENTA AÑOS, y es que aquel mismo día, un íntimo amigo mío estrenaba otro traje, pero hecho a medida, y de un género a simple vista muchos mejor que el mío, aunque no supe lo que a él le había costado,  y hasta el color creo diferenciaba la clase de uno al otro. Y no quiero tengáis  la sensación de que aquello me produjera envidia ni sentimiento alguno contra mi "íntimo amigo", pero en verdad, me hubiera gustado el haber podido vestir uno de similares características al suyo. Y ahora por primera vez confieso un hecho en relación a tal "suceso", y es que pasados creo pudieran ser mas de treinta años después, en otros grandes almacenes, "El Corte Ingles" de aquí en Málaga, me compré un traje de género y dibujo  totalmente igual al de mi amigo, aunque el fondo de color del suyo era un poquito mas oscuro que el mio,  cuya chaqueta aun conservo y de vez en cuando suelo ponérmela, y que cuando lo hago, se rememora en mí tanto el recuero de mi gran amigo que ya nos dejó hace algunos años, como el traje que tanto yo hubiere deseado lucir en las fiestas de mi pueblo aquel 7 de mayo de 1943. Simpleza pues, pero de sentido recuerdo para mí, aunque difícil sea el comprenderlo.

Por cuanto al segundo de los hechos en que hoy se cumple esa efemérides, y esta un año después de la anterior, o sea en 1944, y aunque también carente de todo interés para quienes hagáis el sacrificio de leerme hoy, puede que posiblemente pudiera haber cambiando el devenir de mi vida. 

Se trata de otra simpleza, para vosotros, no para mí. Resulta, de que como no, hubo de ser en la finca de La Calera, donde igualmente estuve trabajando en la "molina", aquel año me eché la primera novia que había tenido en mi vida, cuya joven, en compañía de otros familiares estuvo trabajando como el año anterior, en las faenas de la recolección de la aceituna, y vivían en un pequeño cortijo propiedad de sus padres a unos tres kilómetros de distancia de donde trabajábamos. Me despedía de ella precisamente el día de mi decimonoveno cumpleaños que estuve en su cortijo, y donde por haber terminado mi trabajo hube de marcharme a mi pueblo, prometiéndole que volvería a verla, el día primero de las fiestas de mi pueblo, precisamente el día siete de mayo. La distancia desde Villaharta hasta la residencia de aquella mi primera novia, era aproximadamente entre los diez o doce kilómetros, camino en su mayoría por escarpados, pedregosos y aunque acostumbrado a ello, de caminar dificultoso. Pues, si el año anterior estrené traje, ese de 1944, también lo hice de zapatos, y creo podrían ser sobre las once u once y media de la mañana, vistiendo mi indumentaria de las grandes solemnidades, habiendo amanecido un esplendoroso día, calentando el sol algo más de lo que pudiera desear, salía de Villaharta dispuesto a visitar a mi novia, de la que hacía diez días no la veía. De los diez o doce kilómetros que por recorrer me quedaban, no lo había hecho de ni siquiera el primer kilómetro, cuando transitaba por la parte trasera del cementerio de Villaharta, sintiendo cierto malestar por el estreno del calzado que llevaba y notando el calor reinante, a la sombra de una encina que junto al punto conocido por la "erilla del fraile", hice un pequeño descanso, en principio creo lo hice para despojarme de la chaqueta, pero que dejado caer sobre el tronco de aquel único testigo árbol, en mi mente comenzaba a dibujarse todo aquel largo y pedregoso itinerario que me llevaría hasta alcanzar la meta, no menos de dos horas, mas luego el regreso que sin duda hubiere de hacerlo ya de noche. Allí, en aquel "alto en el camino", me pasé no menos de media hora en un inmenso  y contradictorio titubeo de pensamientos en que era lo que había de hacer. Finalmente, opté por desistir de continuar mi camino y cumplir mi promesa de visitar a mi novia en tan señalado día, y hasta hoy que terminan de cumplirse SESENTA Y NUEVE AÑOS, nunca mas volví a verla. Como creo citaba al principio, de haber continuado el camino como fue en principio mi propósito, quien sabe si a lo mejor hubiere cambiando todo lo que vino a ser el devenir de mi vida.       

Os pido perdón por que os haya hecho perder un tiempo precioso leyendo nimiedades, pero no teniendo otra cuestión que traer hoy a este blog, la verdad a mí no me disgusta traer al recuerdo cuestiones de esta índole que han dejado huella en mis recuerdos y sentimientos. 

Hasta la próxima, que haré los posibles porque sea un poco mas sustanciosa que la presente 

miércoles, 1 de mayo de 2013

Bautizo laboral



Hoy se cumplen setenta y ocho años en que yo me iniciaba en el trabajo. Era el primero de mayo de 1935. Hacía por tanto tres días que había cumplido los diez años de edad. 

Quizá nada más contradictorio que cuando se celebraba a bombo y platillo la fiesta del trabajo, un niño que terminaba de cumplir diez años, y como consecuencia de un accidente laboral de mi padre en el mes de diciembre del año anterior, y causas que serían largas de explicar, cuando en un hogar compuesto por mis padres y cinco hijos, se cortaba radicalmente toda clase de ingresos en el mismo, esa situación me empujaba a colocarme como ayudante de porquero. El sueldo que se me asignaba era el de una peseta diaria, así, aquel primero de mayo yo ganaba la primera peseta de mi vida.



Millares de veces he traído a la memoria aquel acontecer. Mucho me ha dado que pensar aquello de que como ya he citado dos veces, contando con solo diez años de edad, recuerdo tal si fuera hoy, lo complaciente que a tal cometido me prestaba. El ambiente y preocupación por aquella situación que sin duda se vivía por mis padres, y dado a que yo era el mayor de los hermanos, y la mas pequeña contaba solo un año de edad, había llegado a infundir en mí un sentimiento de responsabilidad, que incluso pueda parecer casi imposible en esas edades. Pero por inexplicable que parecer pueda, así era. Y yo, aquella esplendida mañana primaveral, con una pequeña bolsa de tela colgada del cinturón del pantalón en la parte izquierda de la cadera,  en cuyo interior llevaba una pequeña fiambrera de aluminio conteniendo seguro una  tortilla de patatas, seguramente algún torrezno, un trozo de pan , y seguro una naranja para postre, cantando como un alegre pajarillo en época de cría, me incorporaba a las órdenes de José María,  abuelo de un amigo mío, que sería mi jefe durante seis meses que en aquel cometido estuve desempeñando. 

Miserable puede parecer el sueldo de una peseta diaria, pero aún mucho más pueda parecerlo, y sin duda lo era, el que un hombre teniendo que mantener a lo mejor a toda una familia, y trabajando diariamente de sol a sol, en el campo, creo recordar, entonces ganaba tres pesetas con cincuenta céntimos, eso el día que trabajaba. 

Si la profunda crisis económica por la que hoy atraviesa España, comparársela a la de aquellas fechas hubiera, habría que llegar a la conclusión de que actualmente casi nadamos en la abundancia. Hogares en los que solo abundaba la miseria, harapientas vestimentas tanto en mayores como en niños, en lo que era normal el contemplar que muchos de estos andaban totalmente descalzos, y en cuyas familias principalmente la titánica lucha diaria, lo era esencialmente por la propia supervivencia, aunque hoy pueda verse con total extrañeza de que un niño a la edad en que yo me engrosaba en el mundo laboral, entonces lo era de una normalidad absoluta de lo que pocos hogares de los  llamados jornaleros, no se vieran inmersos.

No sé si pudo ser Cervantes el que en alguna ocasión dijo aquello de "que en la adversidad se forjan los grandes corazones",pero no lo es menos cierto, que si no perdemos la perspectiva, de como a mi me sucede, de donde venimos, todo cuanto después me llegaba, lo recibía en no pocas ocasiones hasta con cierto alborozo, y lo que  sin duda también influyó en formar en mí, ese talante optimista del que todavía gozo.

Volviendo la vista hasta aquellos lejanos años y trayendo al recuerdo las propias imágenes de mis amigos y compañeros de  trabajo, de juego o de colegio,  las propias vestimentas e incluso en sus rostros se reflejaba la  patente  carencia casi absoluta de  todo lo primordial. Lo único positivo que pueda tener lo adverso, es que siempre se tiene la esperanza de que esté por llegar algo que  mejorarlo pueda.

Dejando atrás este relato, ¡cuánto ha llovido desde entonces y cuánta miseria hemos ido dejando en el camino!, aunque siempre habrá alguien que el destino no le haya sido tan favorable como a mí.

Hasta la próxima entrada.