Por vergüenza torera no tengo mas remedio que comenzar confesándome un total inexperto para tratar del asunto que está dando título a esta entrada en el blog. Hace una semana de mi última entrada, que ha pasado como un relámpago, y en la que entre otras cosas trataba de cómo los niños hacíamos nuestra vida de juegos totalmente en la calle y la diferencia tanto en la cantidad como en la clase de los juguetes que de entonces a la actualidad se empleaban.
El paso del tiempo así dicho a vuela pluma, pasa con una velocidad que como a mí me sucede, nos acumula una cantidad de años, de la que mirándonos despacio, a nosotros mismos nos causa extrañeza. Pero si como yo digo hoy, hago una comparación con los medios de telecomunicación de aquella ya mi lejana infancia, con la de, y diciéndolo con benevolencia, mi persona mayor de la actualidad, cambio totalmente de consideración en catalogar la velocidad en el paso de los años, y aún como al principio señalo, soy un total inexperto en la materia, sí, como cualquier otra persona, me considero con autoridad para hacer constar lo que mas adelante señalaré.
Creo yo debía contar con ocho o nueve años de edad, cuando llegó el teléfono a mi pueblo, ya que debió de hacerlo en los años 1933 o 1934. Y haciendo un pequeño paréntesis, voy a señalar lo mas breve que me sea posible, una anécdota que a este respecto sucedió en mi pueblo.
Uno o dos años antes de que llegara el teléfono a Villaharta, mi pueblo, en pleno verano y cuando la inmensa mayoría de los jornaleros agrícolas estaban en el paro, se presentó a las autoridades de la localidad un individuo que decía ser "Perito" de las telecomunicaciones y que llevaba el encargo de comenzar los trabajos para su traída del teléfono a la localidad. El revuelo y las atenciones prestadas a tan importante personaje y que tan gratas noticias traía, fueron por las propias autoridades y por el pueblo en general, de una exaltación inenarrable. Señalaba los primeros trabajos a realizar, que consistían en ir clavando estaquillas que señalaran los puntos por donde irían colocados los postes que sostendrían los cables de la telefonía. Pero recogidos los honores que ofrecidos le fueron, el simulado "perito", resultó ser un poco gracioso impostor y una broma de muy mal gusto, por no decir con muy mala leche, desapareció "sin poner palos ni alambres", como decía una de las estrofas de las coplillas que en el carnaval siguiente salieron en las murgas y comparsas, como era de prever.
Bueno, pues llegado el teléfono para poder realizar una llamada a cualquier punto de España, incluso al pueblo mas cercano como por ejemplo Espiel, había que mandar primero el anuncio de una conferencia con quien se solicitaba hablar, y después de tres, cuatro, cinco o más horas de demora, se celebraba la solicitada conferencia y también para ello había que acudir a la centralita del pueblo, que por cierto se hallaba en una casa junto a la iglesia. En aquel modo de comunicación, yo solo había hablado dos o tres palabras con un tío mío que estaba de Guardia Civil en Albacete y cuya conferencia le había sido solicitado por su madre, mi abuela, claro. Realmente, yo hablaba por teléfono por primera vez en mi vida, cuando me fui a la "mili" y que por cierto me desquité de todo cuanto antes no lo había hecho.
Y vamos al grano de la cuestión y por lo que me trae hoy a esta entrada. Resulta que el pasado sábado, o sea antes de ayer, una buena amiga, una cuñada mía y yo mismo, nos citamos para desayunar. Con independencia del café, que de distinta clase y tamaño, pedimos cada uno de los tres, solicitamos un total de 12 churros, o "jeringos" como se les llamaba en mi pueblo, y por no desentonar con el café, cada uno de los tres habíamos pedido un número de ellos distinto, y por supuesto, mi petición fue la de mayor cantidad. Y aquí viene el quid del asunto. De aquel plato con sus doce churros, mi buena amiga, con su nuevo y flamante teléfono, a través del "Guasa" como fonéticamente creo suena, le hizo una fotografía y se la mandó a mi hijo mayor, que a la sazón y hoy también, se encontraba en Madrid. Bueno, pues aún no habíamos dado comienzo a meterle mano a los churros, cuando se recibía una comunicación de mi citado hijo, diciendo que le daba envidia de ver el plato de churros que nos íbamos a meter entre pecho y espalda, y que ojalá él pudiera ayudarnos en su consumición. Ah, y en mi infancia, para hacerse una fotografía, había que ir como mínimo a Córdoba o a Pozoblanco, como tuvieron que hacer conmigo cuando me hicieron la primera cuando tenía cinco meses de edad, y que por cierto fue en el citado pueblo.
Creo que de aquellas situaciones de mi niñez, incluso de mi primera juventud, a la de mi actualidad, ya "mayor", creo hay una diferencia tan abismal, que yo, cuando con relativa frecuencia lo hago, retrotraigo mis recuerdos, en estas y otras muchas situaciones, hasta mi devenir por la actualidad, me parece que yo procedo casi de la denominada era de la "prehistoria". Y ya que hoy me he metido en estos berenjenales, voy a explotar el filón que ello me proporciona y en sucesivas entradas trataré de relatar como, porqué y en que condiciones se vivía en, y como suelen comenzar todos los Evangelios: "En aquel tiempo", a como hoy y gracias a Dios lo hacemos. De ello, yo he venido siendo testigo de todo ese progreso.
Hasta la próxima.
2 comentarios:
Esta entrada es una de las más amenas que has escrito, me parece muy divertida y todo lo que cuentas pasaba no hace tantos años y es que "Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad..." como decian en la Zarzuela. Me alegro de que te lo pasaras muy bien en el desayuno que narras y veo que tu amiga, aparte de que tenga "Guasa", es muy buena fotógrafa ji ji ji. Bss.
Pues si, y si lo que quieres es que diga que la del "Guasa" eres tú y por tanto tambien la fotógrafa, pues dicho queda, pero en honor a la verdad, las fotografías estan en consonancia con quien las hizo. Creo que con esto te darás pòr satisfecha, o no.
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