sábado, 8 de diciembre de 2012

Día de la Purísima Concepción


Volviendo la vista atrás, el día de hoy, 8 de diciembre, festividad de la Purísima, allá en mi primera juventud siempre tuvo un aliciente especial. Por una parte, y como entonces siempre me hallaba por estas fecha trabajando en el olivar de la Calera, la temporada de la aceituna se comenzaba uno o dos días después de dicha festividad, y por tanto dado a que, como yo, estábamos cinco o seis solteros más, con la llegada de las aceituneras teníamos los bailes diarios todas las noches asegurados para como mínimo mes y medio o dos meses, que solía durar la campaña, saliendo así de la monotonía en la que llevabámos ya tres o cuatro meses de trabajo en la finca, pero sin mas distracción que el trabajo, las bromas que solíamos gastarnos para pasar el tiempo, y la esperanza de la llegada de la recolección y molturación del fruto.

Pero mi entrada de hoy, va por otro sendero, aunque también relacionado con los bailes, como no. Tal día como hoy, aunque no estoy seguro que fuera el año de 1943 (puede que en 1942) aunque me inclino por el primero de los citados se daba un caso muy singular en Villaharta, que paso a relatar. Aproximadamente un mes antes de la fecha de la Inmaculada, estuvieron en la localidad unos misioneros, creo recodar que pertenecientes a la Compañía de Jesús, en las que como era costumbre impartían charlas para casadas, solteras, casados y solteros. Por aquellas fechas, el párroco del pueblo parecía tenerla un tanto tomada con los bailes, a los que consideraba como un gran pecado, aunque no llegara a la catalogación de "mortal" y no sé si por su indicación o por motu proprio de los Jesuitas, la conferencia a los solteros tuvo su correspondiente rapapolvos al pecado que suponían los bailes, pero donde alcanzó el no va más, fue en la charla dada a las jóvenes solteras. Tras haber seguido machaconamente con lo que suponía la asistencia a los bailes, pidieron que juraran, ante, y besando un crucifijo, de que no asistirían más a semejantes actos, y dado que en primera fila se hallaban las, que quizá, mas proclives a llevar a efecto dicho acto, así lo hicieron, y en su consecuencia arrastraron a todas las demás asistentes a secundar el juramento. Transcurrieron tres o cuatro domingos o festivos, en que como había por costumbre en la sociedad de baile que había en el pueblo, la celebración del correspondiente acto, pero con la frustración de que ninguna joven del pueblo decidiera su asistencia. Dado el malestar de los jóvenes de Villaharta ante la desaparición de la única diversión habida en el pueblo, por la Junta directiva de la Sociedad, de la que yo entonces era Secretario,y previa una reunión mantenida con el Párroco, el Presidente de la Sociedad y yo mismo, sin resultado alguno,  acordamos convocar una Junta General y determinar el camino a seguir sobre tal asunto, dado también que las Navidades estaban a la vuelta de la esquina. Por unanimidad, se acordó que el día de la Purísima, se llevara a efecto el día anterior, la invitación casa por casa donde había jóvenes en edad de asistencia a dichos bailes, acto que se venía haciendo desde siempre, y que cada socio procurara llevar a la novia, una amiga, una prima o como fuera, y con la decisión de que entrarían al acto. Media hora antes del inicio del baile, cada socio con una, o algunos con más de una joven, aunque ninguna quería ser la primera en hacerlo, se arremolinaban en la inmediaciones del edificio donde se hallaba el salón, hasta que a requerimiento de algunos de los jóvenes, haciéndolo en grupo apiñado de varias de ellas, se decidieron por entrar, y con gran alborozo celebramos aquel gesto y del que jamás posteriormente hubo contrariedad alguna sobre el particular.

De la reunión que celebramos con el Cura, recuerdo que el Presidente de la Sociedad, que por cierto era hijo de mi madrina, llamado Feliciano, le indicó que si no conseguíamos por nuestros propios medios el que las jóvenes volvieran al baile, teníamos pensado de dar cuenta de ello al Gobernador Civil de la Provincia, autoridad que era la concesionaria del permiso para la constitución de dicha sociedad, y que como se había formado recién terminada la Guerra Civil, se denominaba "Sociedad Juventud de la Nueva España". Y para dar fin a este relato, diré algo parecido a lo de siempre, "que cosas pasaban entonces y como pasa el tiempo".

Hasta la próxima entrada.    

1 comentario:

Carmen dijo...

¡Que divertida es esta "entrada"!, mira que dejaros a vosotros sin baile... ji ji, me imagino que ellas tambien lo pasarían muy mal...y yo que creía que todo eso empezó con los "guateques" y mira que no eran antiguos ni na y además a diario, pienso que la vida en los Pueblos era mucho más amena que en la Ciudad, seguramente porque os conociais todos, os daban más libertad, bueno que me alegro de que pudierais solucionar el conflicto. Bss.