Sí, hoy se han cumplido 38 años. Tal día como hoy pero de 1974, causaba baja, voluntariamente, en el Servicio de Información de la Guardia Civil,de la Comandancia de Málaga, por pase, previa petición, a la Jefatura de Armamento de la misma Comandancia. Con todo el personal que en el SIGC, tenía a mis órdenes, más tres o cuatro agregados compañeros y amigos, lo estuvimos celebrando con una comida en la Venta de Bartolo, que se hallaba (no sé si continuará todavía allí como tal venta) al comienzo de la carretera de los Montes de Málaga y en cuyo lugar lo habíamos hecho ya en varias ocasiones con anterioridad. He sido y soy, una persona que suelo encariñarme, no solo con las personas, sino también con todo el ambiente, incluso con las cosas que me han estado rodeando durante algún tiempo, pero mi cese, y eso que ya digo lo fue voluntariamente, en el Servicio de Información, ha sido lo que mas sentí dejar de todos los destinos que tuve en la Guardia Civil. Aunque con algunas alternancias, desde junio de 1956, siendo Guardia, y para mas detalle cuando no llevaba siquiera tres meses de casado, era destinado por primera vez al citado destino. Lo estuve también con el empleo de Cabo, y por último con el de Sargento. Si la Guardia Civil ha sido, y lo sigue siendo, una de las grandes pasiones de mi vida, los muchos años que pasé por el Servicio, como entre nosotros lo denominábamos, o por Información como generalmente se decía en el Cuerpo, fue lo mas gratificante de toda mi permanencia en el mismo y ni punto de comparación con mis dedicaciones laborales antes de ingresar, y por supuesto mucho menos con los dos años que estuve trabajando en la mina antes de irme a la mili, que contrariamente, fueron los dos años sin duda de los que, y como se comienza en el quijote, de cuyo tiempo no quiero acordarme. En los tres empleos en que estuve prestando servicio en el destino en que hoy se cumple la efemérides de mi salida definitivamente, fueron en la inmensa mayoría del tiempo de un trabajo agobiante, pero sería por su variedad, en muchas ocasiones de bastante importancia, como lo fueron en la realización de muchos, variados e importantes servicios, y aunque tampoco como sucedía cuando lo hice con el empleo de Sargento, que yo era el responsable del personal, y la dirección de toda clase de actuaciones, suponía en no pocas circunstancias esa preocupación por el resultado de las mismas, que en mas de una existía cierto riesgo para el personal que lo practicaba, la satisfacción que se sentía. cuando como tuve la gran suerte de serlo casi siempre con pleno éxito, compensaba todos los sacrificios y preocupaciones que exigían su realización.
Finalizado el acto de la comida, se me hizo entrega de una placa, de cuyo momento en que, en su nombre y el de todos los que habían sido mis subordinados y a partir de entonces lo pasaban a ser suyos, me era ofrecida, quedó constancia fotográfica, que espero que mi editor de toda esta tan magna obra como lo están siendo mis entradas en este incomparable blog, la coloque en su lugar correspondiente, para que la posteridad no se vea privada de tan importante prueba y que con ello se culmina tan brillante relato, del no menos importante acontecimiento.
Bromas aparte, tan profundo era el sentir que mi despedida, en aquel ya tan lejano día, que más de 18 años habían pasado desde mi primer destino al Servicio de Información, que ni siquiera tuve aliento para poder dar las gracias al Teniente y todos los que a mis órdenes estuvieron, por el acto que se me había ofrecido, ya que un nudo se me hizo en la garganta impidiendo que palabra alguna saliera de mi boca. Es hoy, pasados treinta y ocho años de aquel día, y no pocas lágrimas han dejado de asomarse a mis ojos por tal recordación. Y otra vez la monótona frase de los viejos: ¡Cómo pasan los años!
Hasta la próxima.
Finalizado el acto de la comida, se me hizo entrega de una placa, de cuyo momento en que, en su nombre y el de todos los que habían sido mis subordinados y a partir de entonces lo pasaban a ser suyos, me era ofrecida, quedó constancia fotográfica, que espero que mi editor de toda esta tan magna obra como lo están siendo mis entradas en este incomparable blog, la coloque en su lugar correspondiente, para que la posteridad no se vea privada de tan importante prueba y que con ello se culmina tan brillante relato, del no menos importante acontecimiento.
Bromas aparte, tan profundo era el sentir que mi despedida, en aquel ya tan lejano día, que más de 18 años habían pasado desde mi primer destino al Servicio de Información, que ni siquiera tuve aliento para poder dar las gracias al Teniente y todos los que a mis órdenes estuvieron, por el acto que se me había ofrecido, ya que un nudo se me hizo en la garganta impidiendo que palabra alguna saliera de mi boca. Es hoy, pasados treinta y ocho años de aquel día, y no pocas lágrimas han dejado de asomarse a mis ojos por tal recordación. Y otra vez la monótona frase de los viejos: ¡Cómo pasan los años!
Hasta la próxima.