miércoles, 11 de julio de 2012

Otra vez San Benito


Una de las fechas del calendario de la que nunca se me pasará de recordar mientras Dios quiera que mi cerebro asi lo pueda, es precisamente esta del once de julio. El origen de ello viene desde nada menos que hace hoy OCHENTA Y UN AÑOS, que para la vida de una persona no es precisamente decir que fue el día de ayer. Como resulta que también en mas de una ocasión he referido en este blog esa  circunstancia y manteniendo la teoría de que la casa no se empieza por el tejado, comenzaré citando que en la localidad de Obejo,  limítrofe con mi pueblo, se celebraba y aún se continúa celebrando, la festividad en honor de San Benito, patrón del mencionado pueblo. Ello se lleva a cabo en una ermita que a no mas de mil o mil quinietos metros de Obejo y sita en un paraje de encinas y a donde acuden principalmente penitentes tanto del propio pueblo como de los limítrofes a cumplir la "manda" que en su día hicieron, y que allí fui llevado por mi padre y dar forma a lo que por mi madre se había hecho en ocasión de unas contrariedades  que en mi estado de salud había sufrido el año anterior. Pero creo que como preámbulo me he excedido un tanto y como reza el dicho, vamos al grano.

De aquel lejanísimo día que como puede deducirse era el despuntar del alba en mi caminar por este mundo, guardo en mi recuerdo unos cuantos detalles puntuales, tal se hubieren sucedido en no mas allá de hace una hora y que comenzaré a relatarlos por el orden en el que a lo largo del día  fueron acaeciendo. No haría mucho rato en que el sol comenzaba a calentar aquellos encinares, cuando mi padre amarraba el cabestro o ronzal de la jáquima de la burra con la que nos trasladamos hasta allí, al tronco de uno de dichos árboles y en el que ya había otros de la especie, asnal, mular o caballar en iguales circunstancias y lo que si puedo jurar es que ningún vehículo automóvil se hallaba aparcado con seguridad en muchos kilómetros a la redonda. No mucho rato después sacaban en procesión por las inmediaciones de la ermita a San Benito y de lo que mas me impactó fue que prendidos por diversas partes de la vestimenta del santo llevaba bastantes billetes y aunque entonces yo no podía deducir cuales serían el valor de  los mismos, si sé que eran de diferentes tamaños, lo que hoy al recordarlo debían corresponder igualmente a valor distinto. Asimismo colgaban también figuras de algún que otro animal, y diversas partes  del cuerpo humano, sin duda de promesas hechas en relación a cuanto dichas figuras representaban. Finalizada la procesión y por un número de unos veinte o veinticinco hombres provistos de unas simuladas espadas de madera, dio comienzo la representación de una danza y en la que al final terminaban con uno de los danzantes  con las simuladas espadas de todos los demás cruzadas sobre  cuello y de lo que me recuerdo que mi padre me adelantó antes de llegar ese momento diciéndome "ahora van a simular que ahorcan al maestro de la danza". Hasta aquí, mis erecuerdos por cuanto a la procesión  se refiere.

Finalizada la misma y tomando las riendas de la burra que había de volvernos hasta mi pueblo, y también a una distancia creo podía ser de un par de kilómetros a la salida de Obejo dirección Villaharta, existía y hasta hace unos tres años, seguía allí, un pilar de donde por un caño salía un agua tan fresca y buena, que mi padre vaciando de la calentona que ya estaba la que contenía una botija que llevábamos, ambos estuvimos saciando un tanto la sed que por el excesivo calor que hacía tenía mas que resecas nuestras gargantas. También nuestro medio de transporte estuvo buen rato bebiendo del pilón y que sin duda no menos necesitada de ello estaba que nosotros. De aquello,  me produjo un gran impacto un buen número de pececillos de colores que que hábiles nadaban en el pilón, y digo me produjo gran impacto, debido a que yo nunca había visto que recordara hasta entonces aquello que tan maravilloso me parecía, y de lo que en mi cabecita comenzó a fraguarse una idea que al poco rato despues de almorzar que hicimos a un no mas de cien metros carretera abajo del pilar y bajo la sombra de una encina, una vez que mi padre se dispuso a echar una pequeña siesta, sirviéndole de cama el aparejo de la burra, yo y utilizando como medio un sombrerito de paja que llevaba puesto, y recuerdo que con una pequeña cinta de lana de color rojo y en cuyos finales simulaban dos madroños, cincundaban el casquete del sombrero, me dispuse a ejercer un intento de pesca de algunos de los pececillos que apaciblemente nadaban en las aguas fresquitas que desde la sierra próxima bajaban. No recuerdo el tiempo que llevaba practicando la infructuosa pesca, cuando mi padre despertando de su corta siesta, se llevó el desagradable susto al notar de que yo no estaba junto a él, aunque tan pronto dirigió su vista para los alrededores fuí divisado y lo que no recuerdo es que fuera siquiera reprendido por semejante hecho. Sí fue una gran decepción la sufrida por mí, cuando ni utilizando el sombrero ni alguna que otra vez intentaba hacerlo  a mano, consiguiera  dar captura a uno siquiera de aquellos maravillosos pececillos. Reanudada nuestra marcha hacia mi pueblo, sé que    tomamos un camino distinto al que para la ida habíamos llevado y todo con la intención de pasar por unas hazas de olivos que no muy lejos de allí tenía mi abuela paterna y de donde, de unos perales que también había junto a un recodo de la carretera, mi padre estuvo cogiendo, ayudándole yo en lo que pude, una buena cantidad de peras que me recuerdo casi llenamos un costal, que sin duda mi padre había echado con dicho propósito. De tan solo una jornada y a la temprana edad de los seis años que contaba, guardo como citaba al principio, de todo ese número de hechos y que desde entonces   han ido. y sin duda alguna, seguirán yendo, formando parte de todo ese cúmuilo de recuerdos que a lo largo de mi ya larga vida me fueron sucediendo, y que los cuales son personales e instransferibles y solo desapareceran cuando yo lo haga y ya nadíe más volverá a rememorarlos. 

Perdonar si me he excedido un tanto en el relato, del que seguramente a mí me han hecho, y en este día así ha sido a lo largo de mi vida, tanta ilusión traerlos al recuerdo y que mirando hacia ese lejano pasado, me da la sensación de que ya nádie, a excepción de mí y a través del recuerdo sea capaz de llegar hasta ello. 

Despues de aquella mi primera visita a Obejo por San Benito, fueron varias más las que hice con el paso del tiempo y de la que en compañía de dos amigos hice en el año 1941, muestro una fotografía que espero que mi editor coloque con su maestría para tal misión, en su lugar correspopndiente, señalando que yo soy el que figura el último, y mis otros dos acompañantes, uno ya hace muchos años que falleció, y el otro no menos de doce o catorce.

Hasta la próxima entrada.

1 comentario:

Carmen dijo...

¡¡¡Que foto más divertida!!! supongo que sería en la feria de San Benito ya que de eso trata el tema de hoy, que aunque ya sabía lo ocurrido resulta tan ámeno por la forma en que lo cuentas que parece como si hubiese pasado muy poco tiempo y no ¡¡¡ochenta y un años!!! gracias por compartir con nosotros tantas vivencias y hasta la próxima. Saludos: Carmen