domingo, 9 de octubre de 2011

Dos efemérides

 
Hoy 9 de octubre se cumplen dos efemérides, que dejaron profunda huella en mi vida, aunque con una diferencia entre ellas de CINCUENTA Y SIETE AÑOS.

La primera de ellas, se remonta allá hasta el 9 de octubre de 1936, primeros meses de la Guerra Civil española. Tal día como hoy, pero de dicho año, como consecuencia de que las tropas de Franco, o para mejor decir del general Queipo de Llano, que era el que dirigía las operaciones en Andalucía, rompiendo los frentes de guerra que estaban establecidos provisionalmente en pueblos vecinos al mío y por su aproximación a éste, más de la mitad de los vecinos de Villaharta, abandonábamos el pueblo ante el temor de las represalias que según la propaganda del Frente Popular llevarían a cabo los fascistas contra todo aquél que no comulgara con sus ideales.

Uno de los momentos que mas efecto produjeron en mí, fue cuando en el momento de unirse a la caravana que formábamos toda la familia de mi madre y sus hermanas, otras cuantas familias y que entre ellas venia una mujer que se hallaba pariendo a lomos de un burro, de cuyo animal llevaba del cabestro el marido de la parturienta y la misma sostenida por dos o tres personas, dado que en aquellos momentos transitábamos todos por una vereda con un pronunciamiento de pendiente bastante considerable, a la que la estrechez del camino y el ramaje de los olivos que se hallaban a las inmediaciones del mismo, dificultaban aún más el tránsito incluso para personas en su estado normal, máxime lo que debía suponer para la parturienta. Ésta era prima hermana de mi madre, y en un cortijo no distante mas de unos dos o tres kilómetros desde donde nos encontramos ambas caravanas, hubimos de pernoctar y donde se terminó el desenlace del parto, dando a luz un niño, al que durante toda su vida, se le ha conocido en el pueblo con el sobrenombre del "rojete", por la circunstancia en que vino al mundo.

En aquellos momentos yo contaba con once años de edad, y por detrás de mí había cuatro hermanos más, lo que contando solamente con los servicios de un mulo para transportar los escasos enseres que para toda la familia llevábamos, además de dos cabras que cuando menos nos proporcionaban la leche suficiente para el desayuno y algún aporte más para ayudar a otras comidas del día. Como citaba que yo era el mayor de los hermanos, por mis padres se me asignó la misión de llevar a mi hermana a cuestas, que contaba con dos años de edad, y así del primer día con solo un caminar de no mas de cuatro o cinco kilómetros, pero no así al siguiente día, 10 de octubre en que hasta llegar a Pozoblanco donde lo hicimos a ultimas horas de la tarde, recorrimos en la jornada alrededor de los 25 kilómetros. Salvo algunos descansos de escasos minutos, aquella entrañable, pero al fin pesada como carga para llevarla a cuestas, era quizá la jornada mas penosa de las que hasta aquella escasa edad había soportado en mi corta existencia. Los dos años y medio que siguieron desde aquella salida hasta el regreso al pueblo el día 12 de abril de 1939, fueron en su mayoría una continuada vida de padecimientos y calamidades. y que por desgracia continuaron aún hasta algunos años después de nuestro regreso.De todo nuestro devenir durante la guerra creo ya ha sido expuesto, además de mis memorias, en diversas entradas a este blog.

El segundo de los aniversarios que se cumplen hoy, lo son por una parte, uno de esos días mas felices en la vida de un padre, pero por otro pesaba una posible contrariedad, que pasados los días se confirmaba como uno de los reveses también mas penosos en el discurrir de mi existencia, que terminó consumándose tras algo mas de tres años después de constantes y alternativos sufrimientos.Este aniversario del que hoy se cumplen 18 años, no es nada más y nada menos que el aniversario de la boda de mi hija, y de la que que siguiendo la costumbre de la fecha fui su padrino de boda, cuya circunstancia la ejercía por tercera vez. Las dos anteriores lo fueron a tres hermanos de mi mujer, y que en una de ellas llevé a dos novias a la vez, dado que los que se casaban eran como digo dos hermanos gemelos de mi mujer. Esas dos anteriores vestía de uniforme y en la de mi hija, de paisano y media etiqueta, ya que el llamado "pingüino" para los que no tenemos buena estatura, tendrías que andar con cuidado para que no te arrastraran las colas. Este padrinazgo en sí, es sin duda uno de los momentos mas emotivos en la vida de un padre. Si en cualquier otro caso de ejercer como tal, procuras que tu comportamiento en todo el trance de la ceremonia sea lo mas correcto posible, en el caso de ser padrino de tu propia hija, creo llega uno hasta estirarse en lo posible, por parecer mas alto, mas guapo e incluso llevar tu traje con mas porte que si lo estuvieras exhibiendo en una pasarela y conduciendo a la novia hasta el propio altar con ese exquisito cuidado y cariño que parece retornarte a como lo hacías cuando era una recién nacida. Una vez llegados hasta el altar, la colocas al lado del novio y a partir de ese instante, se consuma una independencia de los padres que por esa ley natural nos viene impuesta desde que venimos al mundo y desde ese instante, principalmente a las madres se les encoge el alma, al tener el presentimiento de que han perdido a su hija, cuestión que no piensas cuando ellas se casaron.

Toda celebración de la boda se desarrolló sin un mínimo siquiera de contrariedad, sin embargo yo de vez en vez, pero de tal manera que solían enlazarse uno con el otro, dirigía la mirada a mi mujer, y a la que por momentos veía que su aspecto físico en poco tiempo había sufrido tal deterioro, que era incluso irreconocible para quien hiciere algún tiempo que no la había visto. De todo lo que vino después hasta la pérdida definitiva de ELLA, aún pasados mas de catorce años no se ha borrado el sufrimiento a que me llevó su pérdida. El recuerdo de su persona es cosa sagrada para mí, tanto por lo que fue mi esposa, como así lo fue la madre de mis hijos.

Ya de aquella boda, como digo han pasado 18 años, y de su consecuencia me llegaron otros dos nietos que forman el sexteto, que lo son unos de los principales alicientes que me sirven de aliento para dar razón de ser de mi vida.

Estas dos efemérides, me llevan también al recuerdo de mi mujer, mis padres y dos de mis hermanos, que ya todos ellos se fueron de entre nosotros.

Que mi hija, con su marido y sus dos hijos pasen un feliz día doy por terminada esta entrada.

Hasta la próxima.

1 comentario:

Carmen dijo...

Que dos "recuerdos" tan distintos para una misma fecha, por un lado la tragedia de una guerra tan absurda como fue la de España, por otro la inmensa alegría de llevar tu hija al altar, es un privilegio que no todo el mundo alcanza, ver casados a los tres con la familia todavía completa es motivo de muuuuucha felicidad, no todos lo conseguimos, así que ENHORABUENA, aunque sea con dieciocho años de retraso. Saludos: Carmen