viernes, 16 de septiembre de 2011

Las circunstancias y el estado de ánimo

Esta entrada la estoy haciendo desde la casa de mi hija, donde como todos sabéis suelo acudir todos los días de lunes a viernes, inclusive, salvo excepciones.


Esta mañana cuando he llegado, en la casa no había completamente nadie, circunstancia que no me ocurría desde hacía ya varios meses. Un hecho que no suele sucederme, se ha apoderado de mí tan pronto recorría las estancias del piso para dejar mis pertenencias y cambiarme de ropa como de ordinario suelo hacer, y es que una sensación de SOLEDAD EXTREMA me ha hecho cambiar seguidamente mi estado de ánimo. Con el sosiego que yo suelo recibir estos cambios, me he sentado tranquilamente en el sofá, y mis pensamientos comenzaron a traerme a la memoria una inmensidad de recuerdos que comprendían desde allá mi lejana infancia en que comencé a tener noción de la existencia, hasta ese momento en que el vacío absoluto de la vivienda parecía como si estuviera finalizando la última de todas las etapas en la vida de una persona.


Resulta un tanto gracioso y a su vez cómico, el que en los recuerdos donde más se ha recreado mi pensamiento han sido en unas simples cuestiones y que sin duda ha debido ser a que esta mañana he estado en un estanco cargando unos viajes en mi tarjeta-bus. Me han venido a la memoria, e incluso casi recreándome en ello, las diversas clases de tabaco que en aquellos tiempos solía consumirse, cuando menos en mi pueblo y a su vez también, y como parece ser debía hacerlo, las diferentes marcas de papel de fumar que a la sazón existían.


Y ya que me han venido al pensamiento tan" importantísimos recuerdos", los hago constar a continuación para que ninguno de vosotros, ni nadie que tenga la amabilidad de entrar en este blog, quede privado de recibir tan interesante conocimiento. Vamos a ello.

En cuanto al tabaco, existían unos pequeños envoltorios que contenían 14 cigarrillos, que se los denominaba "mataquintos", por lo fuerte que era su tabaco, valían diez céntimos el paquete, y era lo que en muy contadas ocasiones solíamos comprar los niños, nos salíamos a las afueras del pueblo y el que osaba fumarse un cigarrillo completo , terminaba mareado e incluso muchas veces hasta vomitando. En una de las dos o tres veces en que yo tomé parte en semejante hecho, fuimos sorprendidos fumando por un hombre, para nosotros, un viejo, y al decirnos que se lo iba a decir a nuestros padres, todos tiramos el tabaco y salimos corriendo y en cuanto a mi, recuerdo que hasta me temblaban las piernas.

La clase de tabaco y casi sin lugar a dudas, la del 95% del consumo en el pueblo, eran unas cajetillas de veinticinco gramos de peso, con un envoltorio de papel de color blanco y verde, y recuerdo que al principio su precio era el de veinte céntimos y luego lo subieron a veinticinco. Con ocasión de esta subida, mi padre que era un fumador empedernido, se ponía de un humor insoportable cuando le faltaba el tabaco, y fumaba la clase mencionada, recuerdo que con bastante "cabreo" comentaba que les iban a obligar a quitarse del tabaco.


Luego había otra clase que eran unos paquetes que tenían 20 cigarrillos, envueltos en un fino papel, pero que para fumárselos habían de cambiárselo, y que eran conocidos por los cero sesenta, y era sin duda porque costaban 0'60 céntimos. No se si cuando subieron continuaban llamándoles lo mismo.


Posteriormente y ya finalizada la guerra civil, debido a su racionamiento, se establecieron unos cartones que eran utilizados para comprar el tabaco cuando llegaba a los estancos, que solía ser de muy tarde en tarde y al que solo tenían acceso los varones mayores de 18 años. Yo en los últimos tiempos de estar en vigor, tuve la fortuna de estar en posesión de tan valioso documento. Al terminar el mismo aparecieron unos paquetes similares a los cero sesenta, pero de envoltorio distinto que se los denominaba "caldo de gallina", y que era un tabaco de bastante buena calidad, que los jóvenes solíamos comprar para las grandes solemnidades, ej. la feria del pueblo.


Desde los primeros tiempos en que he descrito las clases de tabaco que había, las marcas del papel de fumar eras mas que las clases de tabaco: Así existían, las marcas de "Bambú", "Gol", "El Toro", "Jean" e "Indio Rosa". La primera de las marcas citadas, o sea el bambú, era un estuche cuadrado y cuyas hojas estaban colocadas en su interior, en zig zag y así es sacaban muy fácilmente. Las demás marcas, estaban formadas por unos que se llamaban "libritos", cuyas hojas como las de un libro, estaban sujetas mediante un engomado al centro del lomo que formaban las dos hojas del "librito". El mas barato era el de "El toro", tenía en su forro la figura de un toro bravo, pero casi nadie lo utilizaba, ya que los fumadores entendidos decían que hacía el tabaco mucho mas fuerte. Las marcas "Bambú" y "Gol", este tenía la figura de un futbolista dando un puntapié a un balón, valían 10 céntimos, y eran las consumidas por la inmensa mayoría de los fumadores. Las marcas "Jean" e "Indio Rosa", eran las mas caras, creo valía cada librito 20 céntimos, aunque de esto no estoy seguro, y las utilizaban generalmente lo que querían presumir de ello, y especialmente para volver a liar los cigarrillos de los llamados "cero sesenta". Creo que los de todas las marcas contenían 100 hojas.


No mucho tiempo después, en cuanto al tabaco, llegaron los "Ideales" que aunque no era una clase de muy buena calidad, tenían la ventaja de que venían ya los cigarrillos liados y solamente para sacarlos del paquete y encenderlos. Luego llegaron los celtas cortos, celtas largos, etc. etc.


Yo comencé a fumar a los 15 años, o sea cuando empecé a trabajar en el campo y ya ganando el jornal de un adulto y deje de fumar, aunque de cuando en cuando me fumaba un cigarrillo, poco antes de cumplir los 50 años, así fueron 35 años día por día, los que dediqué al vicio.


En mis tiempos no se fumaba delante de los padres ni de las madres. De éstas, se comenzaba a hacerlo antes que del padre. En abril de 1956, me faltaban solo unos días para cumplir los 31 años, cuando fui a mi pueblo en viaje de novios, recuerdo como si me lo estuviera diciendo "ahora", las palabras de mi padre: "Ya puedes fumar delante de mí". Os resultara extraño este detalle, pero puedo jurar ante Dios, que sucedió tal cual lo he consignado. Saque mi paquete de tabaco y le ofrecí el primer cigarrillo a mi padre. Antes de ello, cuando mi padre se quedaba sin tabaco, al salir yo de la casa, mandaba a uno de mis hermanos para decirme que le dejara algunos cigarros.


Ante estas últimas indicaciones, ahora sí, no me queda mas remedio que decir: "¡Qué tiempos aquellos!"


Bueno no es que haya sido muy importante la entrada de hoy, pero cuando menos os resultará curiosa.


Hasta la próxima.

1 comentario:

Carmen dijo...

Después de la "marejadilla en el Estrecho" han llegado las "calmas" de Septiembre, que es cuando mejor se está en la playa ¿a que sí? pena que ya acabaron las vacaciones.

Con estos recuerdos, me viene la imagen de mi padre con su papel de librillo, y una máquina un poquito rara con una especie de depósito arriba donde se ponía el tabaco, le daba la vuelta y salía hecho el cigarrito, a mi me encantaba verlo, entonces no se sabía que el tabaco era malo, al contrario era muy "de hombres" y los hermanos de mis amigas fumaban delante de sus padres al venir de la mili. Mi padre nos "dejaba fumar" así que al quitarle el encanto de lo prohibido no fumabamos ji ji. Saludos para todos: Carmen