domingo, 4 de septiembre de 2011

Cada cosa a su tiempo


No hace ni dos horas cuando iba a coger una camisa de las que yo llamo de "andar por casa", o sea de las mas viejas, tomé una de las que estaba colgada junto a mi viejo y último uniforme de la Guardia Civil. De estas cosas que suelen ocurrir sin saber por qué ni por que no, ni venir a cuento, también tomé la percha que lo sostenía, cogí una camisa blanca y una corbata negra, me coloqué la camisa, luego la corbata y después la guerrera. La verdad que no me ha costado mucho colocármela, aunque sí un poquito, no mucho, ajustada, Seguidamente me fui al cuarto de baños y me puse a mirarme en el espejo. Tal vez porque mi estado de ánimo estuviere un poco predispuesto para ello, mis ojos llegaron a empañarse totalmente de lágrimas. Hacía mas de treinta años que ese uniforme lo vestía por última vez. Posiblemente contemplándome ante el espejo más de lo que suelo tener por costumbre, por mi memoria se iban deslizando todos los eventos que en su consecuencia me fueron acaeciendo durante los mas de treinta años que lo vestí. Como no, mis recuerdos se fueron también hasta aquel lejanísimo día del Corpus en Úbeda, que lo había vestido por primera vez oficialmente. Según la imagen que guardo en la memoria de aquella primera vez, y a fuer de ser sincero, es patético el destrozo que el tiempo a lo largo de los años hace, principalmente en el rostro humano. Aquellos brillantes ojos, tersas mejillas, negro pelo al igual que el bigote, solo un lunar en la mejilla izquierda marcaba el único punto discordante de una faz limpia de toda impureza, encajaban como nacido para ello aquel nuevo uniforme que estrenaba.

Hoy pasados mas de sesenta y un años de aquel estreno, mucho menos pelo que entonces, con la agravante de no canoso, sino totalmente blanco, un bigote que demuestra los años que sobre él han pasado, alguna que otra arruga, no pocas manchas sobre la piel del rostro, unos ojos que hace tiempo perdieron la luminosidad de la juventud, y en fin todo lo que entonces era aun realzado con la puesta del uniforme, incluso resulta ridículo esa parte superior del cuerpo humano que emerge sobre una guerrera, de la que tanto beneficio físico me aportaba en su momento.

Ahora con una sonrisa, me han venido a la memoria esas imágenes de unos "barrigoncitos" ancianos y una "culoncitas" de la tercera edad, balancean con unas cadencias poco airosas, un pasodoble,en alguno de los hoteles de Benidorm que vistas con imparcialidad resultan piadosamente poco ortodoxas, así como un casi nonagenario, vistiendo un uniforme militar, o como es igual, de la Guardia Civil.

Después de narrar todo el antecedente y sin duda como no tengo a nadie en este instante que me anime un poco, digo para mis adentros, "Bueno pero a mí, que me quiten lo bailado".

Trataré de hacerme una fotografía con la planta obtenida hoy, para poder hacer comparaciones, que no como suele decirse, toda comparación es odiosa, sino como en este caso será fiel exponente de lo que supone el paso del tiempo.

Este hecho, me ha sacado de la sequía bloguera que llevaba atravesando desde hace unos días. Hasta la próxima.


1 comentario:

Carmen dijo...

Seguro que estabas estupendo, cómo sesenta años atrás.