viernes, 25 de febrero de 2011

25 de febrero. San Cesáreo


Hoy celebra la Iglesia, entre otras, la festividad de San Cesáreo. Mi padre se llamaba Cesáreo.

Os preguntaréis: "Bueno, ¿y qué?" Pues vamos a explicarlo. Hoy hace 113 años nacía mi padre. Pero hoy también, hace 52 años que fallecía mi padre. Por tanto moría el día de su 61º cumpleaños y también el día de su santo.

Lo he reflexionado muchas veces y para mí, la muerte que con más naturalidad se acepta, es la del padre o la de la madre. Sin duda ello se deberá a que desde la primera infancia comienza uno a considerar a los padres como personas muy mayores, y claro, aunque con algunas excepciones, siempre pensaba uno que por ley natural habían de fallecer antes que cualquiera de sus hijos, Con esto que termino de exponer, no es que quiera decir que el fallecimiento de uno de tus progenitores, no se sienta con todo lo que ello supone, pero eso sí, la resignación ante esa pérdida, lo es distinta incluso a cuando se te muere otro familiar de tu entorno familiar mas próximo. Sin embargo, una de las consecuencias que se producen con el fallecimiento, del marido o de la esposa, y lo digo por propia experiencia, ese vacío, desamparo, tristeza y soledad, te afecta de tal modo, que en no pocas ocasiones, en cuando menos los dos primeros años, llegan a sumirte en tal desconsuelo, que especialmente como a mí me sucede que soy de lágrima fácil, había momentos, a veces durante el día, pero sobre todo en esas soledades que parecen eternizarse por la noche, te pasabas gran parte de ella con ese lloro y que finalmente era lo que parecía traer a tu ánimo un poco de consuelo.

Lo que debe de ser tremendo de soportar es el fallecimiento de un hijo, que yo gracias a Dios no he tenido la desgracia de experimentarlo en carne propia.

Y volviendo nuevamente al 25 de febrero, hoy también con motivo del fallecimiento de mi padre, yo subía por primera vez a un avión. Me encontraba realizando el curso de ascenso a Cabo de la Guardia Civil en Madrid y aunque recibí la noticia de su fallecimiento sobre las ocho de la mañana, en aquellas fechas para poder llegar a tiempo del entierro que se efectuó sobre las cinco y media de la tarde, hube de tomar el vuelo de un pequeño avión que entonces volaba de Madrid a Córdoba y viceversa, y contaba con solo 21 plazas para pasajeros. Al aeropuerto de Córdoba fue a recogerme el amigo de uno de mis hermanos con una moto que me llevó hasta mi pueblo que dista de la capital cordobesa solo 37 kilómetros. Así estaban entonces los medios de transporte de pasajeros.

Aunque parezca casi ridículo, mi padre se llevó a la otra vida la ilusión de haberme visto luciendo los galones de Cabo de la Guardia Civil, que conseguí poco menos de cuatro meses después de su fallecimiento. CINCUENTA Y DOS AÑOS HAN PASADO DESDE AQUEL DÍA. Como solemos decir los viejos: "y parece que fue ayer".

Hasta la próxima entrada.

viernes, 18 de febrero de 2011

Toma de dichos y bautizo



Tal día como hoy, pero de 1956 fue mi toma de dichos, u otorgo, como se decía en mi pueblo. Aquella tarde del citado año, y como es natural juntamente con la entonces mi novia, acompañados por mi suegra, mi cuñado Manolo, y dos amigos, en la Sacristía de la Iglesia del Carmen y ante el Párroco de la misma, dábamos forma a la promesa de nuestro próximo matrimonio. Y haciendo un aparte en esta cuestión, nunca supe, ni tampoco lo pregunté, porqué la toma de dichos tuvimos que llevarla a efecto en la Parroquia del Carmen, cuando la boda se celebró en la Iglesia de San Pedro. El caso es que las amonestaciones, se leían además de en la mencionada Iglesia del Carmen, en la de San Pedro y también como no, en la de mi pueblo.

Aparte del propio acto protocolario efectuado en la Sacristía no hubo ninguna otra celebración. La boda estaba a unos días más de dos meses vista y la cuestión económica no soportaba estipendios ajenos a las necesidades propias y siempre mayores a las calculadas para nuestro enlace.

¡Cuántas cábalas echábamos y esperanzas teníamos aquella pareja de cuatro años de noviazgo! Un recuerdo sobresaliente de todos, que en el tiempo que después estuve con mi novia en su casa aquella noche, era aquel brillo especial que desprendían los ojos de ella y el arrobo con el que nuestras miradas se cruzaban, sin duda premonizando lo que nuestro próximo matrimonio iba a suponer para nuestras vidas.

Trayendo en este momento aquel recuerdo, no he podido evitar que aquellos mis ojos, antes brillantes, hoy bastante ajados por el natural paso del tiempo, queden empañados por las lágrimas, en parte de gratitud por aquellos instantes, en parte por la tristeza que encoje mi ánimo por su pérdida. Y, aunque dejando a un lado aquellos recuerdos, vamos al segundo acto del enunciado de esta entrada, o sea EL BAUTIZO.

Un año exactamente después de nuestra toma de dichos, o sea el 18 de febrero de 1957, bautizábamos a nuestro primer hijo. Diez meses y cuatro días después de la boda vino al mundo. Dos años y dos días después, del matrimonio teníamos dos hijos. Como se ve no perdíamos el tiempo. Todavía no teníamos tele. Pero vamos al bautizo.

El acto religioso se llevó a efecto en la Parroquia de la Divina Pastora sita en la Plaza de Capuchinos y a la cual correspondía el domicilio que fijamos al casarnos, Alameda de Capuchinos 32-34. Tras el bautizo y dentro de la modestia que nuestra situación económica lo permitió, hubo una celebración, que no por lo modesta, resultó menos divertida y alegre. La concurrencia consistió solamente, de los familiares mas allegados y un grupo de cinco o seis compañeros y amigos mios. Cuando el caldo fermentado de la uva comenzó a ejercer sus efectos en los estómagos de algunos de los concurrentes, uno de ellos, que además de buen malagueño, excelente persona, y mejor amigo, estuvo destinado también como Guardia Civil en uno de los puestos cuya demarcación abarcaba buena parte de los montes de Málaga, y para mayor abundamiento se casó con una joven residente en dicha demarcación, se lanzó a cantar verdiales y no había forma de hacerlo callar. Los demás circundantes, comenzando por mí mismo, que tampoco estábamos sedientos del caldo referido anteriormente, celebrábamos con la euforia propia de la circunstancia los cantos de nuestro amigo y compañero. Cuando pasados más de cincuenta años de aquel bautizo, nos hemos reunido en más de una ocasión, el cantante, otro de los que asistieron a los actos y yo mismo, siempre ha salido a colación la sesión de verdiales con que nos deleitó, y también como no, nos atosigó aquella noche. Además del bautizado, los dos que termino de citar y por supuesto yo, creo nadie más existe ya para poder recordar aquella efemérides.

Las once y cuarto de la noche que son en estos momentos, hace cincuenta y cuatro años a estas horas, estaba la fiesta en todo su apogeo. Traerlo al recuerdo, por una parte me encoge el alma al recordar los que faltan, especialmente ELLA; por otra, me llena de satisfacción el contabilizar ha sido una de las muchas ocasiones en que a lo largo de mi larga vida se han prodigado. Hasta la próxima entrada.

domingo, 13 de febrero de 2011

Catorce años

Yo puedo decir que he cumplido 14 años en dos ocasiones. La vez primera fue allá a los veintiséis días de haber terminado la Guerra Civil Española. Aquella, aunque en circunstancias muy especiales, lo era lleno de vida y como consecuencia de esas circunstancias, con una madurez personal bastante superior a la que biológicamente se correspondía.

La segunda, es hoy. Y digo hoy, porque se cumplen catorce años en que por fin, y después de diez días en la UVI del Hospital Parque de San Antonio, los médicos se decidieron a operarme del corazón y cuyos detalles ya apunté en mi entrada del pasado día 3, cuando se cumplía el aniversario del fallecimientos de mi esposa. Aquel 27 de abril de 1939, cumplía catorce años, pero solamente eso, catorce años. Los de hoy, y que como es natural es un cumpleaños virtual, hay que añadirle los casi setenta y dos que ya llevaba como reata aquel 13 de febrero de 1997.

Haciendo un recorrido mental por el paso del tiempo, entonces todo eran esperanzas, ilusiones, incógnitas; cual sería el porvenir que me estaba esperando, en fin todas esas consultas que interiormente y para sí te haces, y que esas incertidumbres te llevan a soñar en no pocos momentos, lo maravilloso que realmente podría acaecer.

Hoy, tras otros catorce años pasados desde la exitosa operación (si exitosa fue para los médicos que diríamos lo fue para mí), lo que antaño eran incógnitas, esperanzas, ilusiones y todas aquellas ensoñaciones que cualquier adolescente normal pueda hacerse, han sido consecuciones de lo que ni siquiera mi corta experiencia hasta entonces paso por la vida podía alcanzar a soñar. Humildemente, hoy vuelvo a confesarme, todas esa felicísimas consecuciones lo han sido mayores a mis propios merecimientos, pero también he de decir, que si Dios o el destino así lo han querido que fueren, sean bienvenidas y como si de algo quizá pueda darme por satisfecho de mi ser, es de ser agradecido, allá van mis más expresivas gracias a quien o quienes, puedan corresponderle todo cuanto me haya sido adjudicado.

De aquel abril de 1939, creo que mis deseos lo eran un tanto egoístas, todo cuanto pedía y esperaba, lo era solo para mí, aunque siendo sincero, algo sentía que también podría alcanzarles a mis padres y hermanos, que bien necesitados de ello lo estaban en aquellos entonces. De este 13 de febrero de 2011, yo y para mí, con poco me doy por satisfecho. Mis ambiciones personales, escasas son; mis fantasías, más que menguadas, podríamos decir que desaparecidas; mis necesidades, tan escasas, que como diría Séneca, para remediarlas "lo poco es mucho", y solo mis súplicas, se van y se quedan hasta el entorno de los míos, que sigan en todo, como lo están hasta ahora. Que así sea.

Hasta otra.

martes, 8 de febrero de 2011

Cosas que el tiempo trae, se lleva o altera

Fuente: "La historia de la "arroba" en

En el día de ayer hablando con uno de mis nietos, salió a colación la palabra arroba y le pregunté si sabía el antecedente de la misma. Como es natural y con toda seguridad como le sucede actualmente a la mayoría de las personas con edad inferior a los cincuenta o sesenta años, solo sabe que (@), arroba, es el símbolo usado en las direcciones del correo electrónico.

El que la arroba no hace tantos años, o por lo menos a mi me lo parece, era una medida de peso y también de volumen, a dichas personas les resulta totalmente desconocido, y aquí reconozco que por mí han pasado ya un montón de años, y también como no, yo sobre ellos. De niño, adolescente e incluso de joven, era habitual presenciar el peso en muchos casos por arrobas y especialmente esto se hacía con los cerdos. En la mayor parte de España, la arroba y que se utilizaba el mismo símbolo de @, como hoy en el correo electrónico, correspondía a un peso de 11'502 kilogramos, pero sin embargo, en Aragón por lo menos, creo, lo era de 12'500 kilogramos.

Por cuanto en la medida de líquidos variaba según la clase de éstos, así la arroba de aceite era de unos 12 litros y sin embargo para el vino, eran 16 litros. Ya en mi entrada juventud, en muchas ocasiones, y sobre todo para calcular el precio, se procedía a su transformación a kilos, que era lo que solía representar el precio.


Otra cuestión, que al escuchar un pasaje del Evangelio leído en la Misa del pasado Domingo, que decía "...tampoco se enciende una luz para ponerla debajo de un celemín...", en ese momento se me vino a la mente de que la inmensa mayoría de los oyentes, eso de "celemín", le sonaba a chino. Y hete aquí que otra vez tengo que confesar, que como se decía en mis tiempos, no soy un "mozo". El celemín en aquellos tiempos se utilizaba principalmente para la medida de cereales y otros. La medida que mas solía emplearse era la cuartilla, que era la cuarta parte de una fanega. La cuartilla tenía 3 celemines y las inferiores al celemín, era el medio celemín y el cuartillo, correspondiente a la mitad y la cuarta parte del celemín. Empleadas estas medidas en los granos o cereales, se daba la circunstancias de que los granos menudos, como el trigo, la cebada y el centeno, se hacía con la medidas rasada, o sea se pasaba una especie de rodillo sobre la parte superior de la medida y el cereal quedaba a ras de la parte por donde se pasaba el rasero. No así en los granos más gruesos, tales como los garbanzos, la avena, el maíz, habas, etc., en los que las medidas se hacían a colmo, o sea, se estaba echando el grano sobre la medida hasta que rebosaba totalmente. En más de una ocasión y en más de cien, fui a comprar, un celemín, un medio celemín o un cuartillo, de cebada, que era el que solía darse generalmente a los animales domésticos, como gallinas, cabras, caballerías o cerdos.

En casa de mis padres, había una cuartilla, un celemín, un medio celemín y un cuartillo. En la cuartilla, solía mi madre preparar el nidal para las gallinas que echaba a incubar los huevos.

Mis hijos y especialmente mis nietos, dirán "¿Qué cosas tan raras había durante la infancia y juventud de mi padre y mi abuelo?". Igualmente habrá de sucederle a toda persona que me honrare con una entrada a este humilde blog y que no alcance los sesenta, cincuenta o menor edad, pero si se aproximare a la mía, le traerá al recuerdo aquellos pasados y lejanos tiempos. Con estos relatos y durante el tiempo en que los traigo a la memoria y los escribo, me lleva a recrearme por aquella niñez y juventud, tantos años ha que la perdí y que le sucede como al honor, que como dice el primer artículo de la Cartilla de la Guardia Civil, "una vez perdido, no se recobra jamás".

Hasta la próxima entrada.

jueves, 3 de febrero de 2011

Catorce años sin ella


Si en mi entrada del pasado día 27 de enero, consideraba que ese mismo día pero de 1952, había sido el más determinante de toda mi vida y precisamente para bien, el 3 de febrero de 1997, lo fue con diferencia, el más NEFASTO. Todo comenzó a gestarse el día anterior.

Aquel 2 de febrero de 1997, unos minutos después de las cuatro y media de la tarde, un sanitario en el Hospital Parque de San Antonio de esta capital, y en una camilla, conducía a mi mujer a los quirófanos de dicho centro para ser operada, por cuarta o quinta vez, ya no sé, en poco más de tres años, de su deteriorado aparato digestivo. Si cuando hacía cuarenta y cinco años y una semana que la conocí, lo que mas me impactó desde el primer momento fue aquella sonrisa emitida por una mujer que terminaba de cumplir 17 años, llena de vida, y que siempre llevé impreso en mi mente aquel recuerdo, esa tarde del dos de febrero, aunque tanto mis hijos como yo, antes de salir de la Sala hacia quirófanos ya la habíamos besado y desearle suerte, yo la acompañaba hasta su entrada en el ascensor que había de transportarla. Sujetando la puerta del mismo para facilitar la entrada de la camilla y ya una vez dentro, posiblemente para darme ánimo a mí, trató de dirigirme una de aquellas sonrisas como ella solo sabía hacerlo, a la vez que con la mano trato de decirme adiós. Todo fue un remedo. Sus facultades físicas tan mermadas, solo consiguieron mostrar levemente parte de su blanquísima dentadura. Su mano derecha no consiguió levantarla creo más de tres o cuatro centímetros. Aquello fue lo último que vi de ella. El ruido característico del ascensor descendiendo, surtieron en mis sentimientos el efecto de una marcha fúnebre. Aquello, quizá agravó un tanto el malestar físico que yo llevaba sintiendo desde hacía un par de días. A partir de esos momentos comencé a perder la noción del tiempo e incluso de mi propia existencia. Me movía creo que solo a impulsos de la inercia.

Podrían ser algo mas de las ocho de tarde, cuando el propio cirujano que la había operado, acompañado de algunos compañeros que le habían ayudado en la intervención, a mis hijos y a mí, nos facilitaba la desalentadora noticia del resultado. "Durante la operación, Gloria ha sufrido unos vómitos y se le han encharcado los pulmones, La cosa es bastante seria". Si queréis podéis pasar a la UVI para verla. Mis hijos pasaron los tres. Yo no lo hice, ya no era dueño de mis decisiones. Poco después mis dos hijos varones y yo nos íbamos a mi casa. Mi hija que estaba sobre el 7º mes de gestación de su segundo hijo, se marchó a la suya.

Minutos antes de las ocho de la mañana del siguiente día, 3 de febrero de 1997, sonaba el teléfono de mi casa. Al otro lado del hilo telefónico, la voz del propio cirujano. Mi hijo mayor recibía la noticia. "Tu madre ha empeorado, veniros para acá". Esto se lo transmitíamos a mi hija. Ellos tres fueron a verla a la UVI. Yo quedaba en la sala de espera sumido en un estado que parecía irme alejando de cualquier realidad de este mundo. No se que tiempo habría pasado, recobrando un tanto mi propia conciencia, me di cuenta estaba en la sala de urgencias del hospital y tenía conectadas unas cuantas cosas. Las únicas palabras que salían de mi ser, eran preguntarles a mis hijos por su madre. Creo que un par de horas después me trasladaron a planta. Un fuerte dolor en el pecho puso en movimiento al médico de guardia y vario personal sanitario más, de lo que solo recuerdo haber captado, las peticiones de bolsas de sangre. Mi último recuerdo de aquellos momentos, fueron la de la entrada en la sala donde yo estaba, del Doctor José María Rodríguez, que había sido quien operó a mi mujer. Sé que le pregunté cómo estaba mi mujer. Su lacónica respuesta fue: "Gloria está mejor". Y me preguntó como seguía yo. Sé que le respondí: "yo estoy mejor". La realidad es que iba a comunicarle a mis hijos que su madre terminaba de fallecer. Yo sin tener noticia de ello, a partir de aquel instante perdía totalmente la conciencia. Cinco minutos después ingresaba en la UVI, con el siguiente diagnóstico. " Neumonía, hemorragia gástrica severa, precisando transfusión y angina post-infarto".

A las cinco de la tarde de aquél aciago 3 de febrero de 1997, mi hijos se encontraban con su madre fallecida y su padre en la UVI. En esta situación permanecí durante diez días, volviendo en sí durante ese tiempo creo que en tres o cuatro ocasiones solamente y motivado cuando percibía la voz de algunos de mis hijos y recuerdo que en alguna ocasión le preguntaba por su madre.

Su ausencia dejó en mi vida tal vacío, que aún pasados catorce años, especialmente en esas largas soledades de las noches, cierro los ojos y trayendo a la mente tantos felices recuerdos, siempre hay alguna lágrima dispuesta a volver a mis ojos, llorando su PÉRDIDA.

El día 13 de febrero y en vista de que yo no me iba como temían los médicos en busca de mi mujer, decidieron operarme, para lo cual y extrayéndome la vena safena interna de la pierna derecha, me colocaron, casi un acueducto, o sea tres puentes, en los conductos del corazón que se hallaban casi totalmente obstruidos.

Yo siempre en mis conversaciones con unos cuantos matrimonios amigos que salíamos juntos todas las semanas, decía siempre que si mi mujer moría yo quería hacerlo a la par que ella. Estos amigos, en aquellos momentos de los sucesos relatados, se decían unos a otros, "pero como Rafael se va a salir con la suya". Esto no lo quiso Dios, pasados CATORCE AÑOS, aquí sigo y la única satisfacción es que su solo recuerdo sigue alimentando mi existencia.

Hasta la próxima entrada.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Entrada obligada



Aunque en vísperas de una entrada de lo que nunca hubiere querido tratar, lo hago en el día de hoy, con el solo propósito de cumplir con una obligación que sin causa justificada la he venido demorando en demasía. Esta obligación no es otra que la de manifestar mi gratitud a todas aquellas personas que me han honrado con su entrada en este humilde blog, con mas o menos asiduidad, pero que para mí son todas iguales.

Cuando el propósito y el único valor de cuanto en él he venido relatando hasta ahora, no era, y no lo es otro, que el traer a la actualidad aquellos recuerdos que por razones de mi ya larga vida se me han ido sucediendo en el tiempo, y que aun suponiendo pudieran interesar solo a mis familiares y amigos mas allegados, he sido gratamente sorprendido por esas entradas a cuyos autores reitero mi profundo agradecimiento.

Algunas de esas personas han dejado su recuerdo, con cuyas opiniones estoy totalmente de acuerdo. Una de ellas y creo lo ha sido en mi entrada del pasado 27 de enero verificado por una paisana, y digo paisana, porque según ella reside en Málaga como yo, me daba un calificativo del que me ha hecho a la vez que gracia, mucha ilusión, dado a que en principio la que era mi novia y después mi mujer, cada vez que salía a colación aquella situación, me lo hacía con la mismísima connotación. Al principio me decía "es que tú eres un pinta", en presente, pero que con el paso del tiempo lo cambió, por la de pasado, igual que ha hecho mi paisana, de que yo "era un pinta". Algo he ganado además de años.

GRACIAS A TODOS. Hasta mañana.

Nota del editor: el que quiera entender, que entienda. Perdón.