Aquel 8 de Septiembre de 1996, comenzaba el principio del fin de su paso por esta vida.
Tal día como hoy pero del año citado en el párrafo anterior, los cinco matrimonios que generalmente solíamos salir juntos y de lo que en varias ocasiones lo he referido, celebrando la festividad del día, en Málaga la de su patrona la Virgen de la Victoria, asistimos a la celebración de la Santa Misa en la Catedral, estuvimos comiendo en el restaurante de pescaítos "Mario Eva", y luego nos vinimos aquí a mi casa, dedicándonos a lo que teníamos por norma, jugar al bingo, a las cartas, a cenar y pasar la velada lo mas divertida posible, lo que siempre lo conseguimos.
Mi mujer, que desde hacía tres años venía arrastrando las consecuencias de una dolencia en su salud, y desde varios días antes lo había estado acusando, aquél, como por encanto se sentía sin dolencia alguna y pletórica de ánimo y alegría. Aquella demostración llegaba a transmitírmela a mi, al punto de que hasta llegaba a hacerme la idea de que sus males habían terminado.
Aunque su carácter siempre fue alegre y desenfadado en las reuniones de amigos, aquel día, tarde y noche lo fue si cabe en su grado máximo.
Pasadas estaban las diez de la noche, cuando nuestros amigos se retiraban cada matrimonio para sus domicilios, cuya despedida lo fue como siempre amistosamente y su cita hasta el próximo fin de semana, como de costumbre a repetir aquellas reuniones.
Creo que aún no habían dado las doce de la noche, y toda aquella ilusión en que yo me había estado regodeando al ver su estado de ánimo, como si hubiere sido destruida por un rayo se hizo añicos. Comenzó con lo que venía siendo su martirio, los vómitos, y estuvimos toda la noche, ella que seguro no llegaría a dormir ni dos horas, y yo, como suele decirse, ni a pegar ojo.
Ni un solo día a partir de entonces tuvo lo que se podría decir uno medio tranquila, cuestión que repercutía en mí, que era su cuidador. Volvieron a comenzar sus ingresos y salidas del hospital Parque San Antonio, aunque sin que ya nunca llegara a estar sin dolencia alguna y así hasta su fatal desenlace el día 3 de febrero del siguiente año.
Todos lo comportamientos bienhechores hacía la persona amada, en este caso la propia esposa, deben hacerse en vida como suele decirse y así es lo cierto, de lo que como mínimo tengo tranquilidad de conciencia, pero en estas efemérides de lo que acaecieron a lo largo de esa vida en común, no se puede dejar de traerlas al recuerdo, aunque sobre la propia persona, ni un solo día pasa sin que se haga, y ello puede considerarse como un homenaje al la felicidad que con su comportamiento aportaron al matrimonio durante el tiempo que transcurrió, en este caso, como la tan conocida recomendación del sacerdote que intervino en el acto del sacramento, "hasta que la muerte os separe". Miles de felices vivencias de sus hijos y nietos se perdió con su marcha, pero seguro, como se merecía, gozándolas estará, desde donde Dios ordenaría su acomodo. D.E.P.
Hasta la próxima.
El principio del fin... del día
De izquierda a derecha, El Hierro, La Gomera y La Palma
Mi mujer, que desde hacía tres años venía arrastrando las consecuencias de una dolencia en su salud, y desde varios días antes lo había estado acusando, aquél, como por encanto se sentía sin dolencia alguna y pletórica de ánimo y alegría. Aquella demostración llegaba a transmitírmela a mi, al punto de que hasta llegaba a hacerme la idea de que sus males habían terminado.
Aunque su carácter siempre fue alegre y desenfadado en las reuniones de amigos, aquel día, tarde y noche lo fue si cabe en su grado máximo.
Pasadas estaban las diez de la noche, cuando nuestros amigos se retiraban cada matrimonio para sus domicilios, cuya despedida lo fue como siempre amistosamente y su cita hasta el próximo fin de semana, como de costumbre a repetir aquellas reuniones.
Creo que aún no habían dado las doce de la noche, y toda aquella ilusión en que yo me había estado regodeando al ver su estado de ánimo, como si hubiere sido destruida por un rayo se hizo añicos. Comenzó con lo que venía siendo su martirio, los vómitos, y estuvimos toda la noche, ella que seguro no llegaría a dormir ni dos horas, y yo, como suele decirse, ni a pegar ojo.
Ni un solo día a partir de entonces tuvo lo que se podría decir uno medio tranquila, cuestión que repercutía en mí, que era su cuidador. Volvieron a comenzar sus ingresos y salidas del hospital Parque San Antonio, aunque sin que ya nunca llegara a estar sin dolencia alguna y así hasta su fatal desenlace el día 3 de febrero del siguiente año.
Todos lo comportamientos bienhechores hacía la persona amada, en este caso la propia esposa, deben hacerse en vida como suele decirse y así es lo cierto, de lo que como mínimo tengo tranquilidad de conciencia, pero en estas efemérides de lo que acaecieron a lo largo de esa vida en común, no se puede dejar de traerlas al recuerdo, aunque sobre la propia persona, ni un solo día pasa sin que se haga, y ello puede considerarse como un homenaje al la felicidad que con su comportamiento aportaron al matrimonio durante el tiempo que transcurrió, en este caso, como la tan conocida recomendación del sacerdote que intervino en el acto del sacramento, "hasta que la muerte os separe". Miles de felices vivencias de sus hijos y nietos se perdió con su marcha, pero seguro, como se merecía, gozándolas estará, desde donde Dios ordenaría su acomodo. D.E.P.
Hasta la próxima.
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