sábado, 17 de septiembre de 2016

Adios a las armas y con paradoja

Fortaleza de Sagres, Algarve, Portugal

17 de septiembre de 1948. Después de dos años. cinco meses y once días causaba baja en el Ejército con "permiso indefinido" que al final resultó ser definitivo. Yo había salido de mi casa para incorporarme el día 6 de abril de 1946. Hoy por tanto se cumplen "SESENTA Y OCHO AÑOS" de aquel día. Perdonadme, si como suele sucedernos a los cargados de primaveras, no podemos resistirnos al dicho ese de "y parece que fue ayer"...


En mis tiempos, para los hombres se consideraba una de las etapas de mayor trascendencia el cumplimiento del forzoso servicio militar. Así cualquier circunstancia sucedida en la vida de un hombre, se hacía comparación de haber sucedido antes o después de la mili. Todos los que  hacíamos el servicio militar, después a lo largo de la vida, raro era el día que no se sacaba a relucir cualquier evento o sucedido durante el tiempo que se permaneció en activo.



Mi curriculum cuando yo me incorporé al ejército, y que me faltaban veintiún días para cumplir esos mismos veintiún años, era de nueve trabajando en el campo entre porquero, pastor y jornalero agrícola, y dos años como minero, con la categoría de vagonero en una mina de carbón.



Como todos cuantos hayáis leído algo mío sabéis que yo podía no haber realizado el servicio militar dado a que había una disposición que los trabajadores en esa y otras clases de minas, le constaría como realizado dicho servicio si permanecían en el trabajo. el tiempo que los de su reemplazo estuvieran realizándolo en sus unidades militares.



El trabajo de minero, hasta entonces, comparándolo con todos los que había practicado en el campo, no es que fuera el que menos me gustaba, si no que casi lo detestaba y solo me mantenía en el mismo por la imperiosa necesidad de tener que ganar un jornal con que aportarlo al hogar que tan precisado estaba de ello. Pero como lo he citado muchas veces, aun siendo todavía un niño, una de mis principales preocupaciones era lo que sería de mayor con lo que me ganaría la vida, y en mi pueblo, Villaharta, no tenía otra opción que lo que había venido realizando, el campo o la mina. Ante esta perspectiva, cuando me llegó la hora, al igual que lo hicieron algunos otros compañeros, opté por dejar el trabajo en la mina, e incorporarme al Ejército, donde no se porqué, tenía la esperanza de alcanzar lo que con tanto interés deseaba.



Riotinto, Huelva

Como todos cuantos me hayáis leído algo, y si no lo repito aquí ahora, por un impulso de lo que pasados más de setenta años todavía no se porque lo hice, sin haber tocado siquiera una máquina de escribir, solicité como voluntario para irme de mecanógrafo nada menos que a Capitanía General, de Sevilla, donde los solicitaban. Como quiera que se realizó el milagro de que, al negociado que me destinaron, en vez de estar mandado por un Capitán, que también lo era, pero resultó ser además un Santo, así con mayúscula. Sin darle mas vueltas, al mes poco más o menos de mi presentación ya comenzaba a despachar correspondencia con la máquina de escribir.


A las oficinas de Capitanía pasé destinado cuando llevaba en el Regimiento de Artillería 14 de guarnición en dicha ciudad de Sevilla, tras haber estado mas de un mes hospitalizado en el militar de la Macarena. En dicho Regimiento, hacía unos días me había dado de alta para asistir a la Academia de Ascenso a Cabo, ello con miras a conseguir los ascensos necesarios para haber continuado en el Ejército cuando me llegara la hora del licenciamiento, todo con arreglo a los proyectos que yo me había formado.



El plan de vida que conseguí cuando llegué a las oficinas de Capitanía tan distinto a los que había dejado atrás desde que vine al mundo, que mas que recrearme en ello, como diría Cervantes me refocilaba en aquella vida tan placentera, y porqué no, también en el estatus de sentirme un mecanógrafo, con perdón, algo mejor que aceptable, a lo que me acostumbré sin que mis sentimientos opusieran obstáculo alguno, hasta que cuando quise darme cuenta llegaba aquel 17 de septiembre de 1948, y como ni siquiera había solicitado el llamado "reenganche", en aquella fecha causaba baja en aquellas oficinas donde me dí hasta entonces la mejor vida que ni siquiera  hubiere podido soñar.



Unos meses antes traté de cursar solicitud para ingreso en la Guardia Civil, pero circunstancias ajenas a mi voluntad no me lo permitieron.



La alegría causada en los soldados el día en que les daban por terminado el servicio militar y por ello la marcha a sus casas, era inenarrable, pero se daba la paradoja, de que cuando tomamos el tren militar, en el que todos los vagones iban repletos de soldados, ya la mayoría vestidos de paisano, tomando toda clase de bebidas alcohólicas, portando algunos carteles con escrituras haciendo alusión a la dejada atrás de la la mili, y en las que no faltaban el nombre de algún superior, del que no se llevaban buenos recuerdos, y algunos, menos,  en su contra. Yo llevando colgado al cuello una especie de escapulario que me había hecho un compañero de oficina, en el cual había colocado la siguiente inscripción: "ADIÓS SERVA LA BARI Y LAS MUCHACHAS DE LA CIUDAD JARDIN". La última frase haciendo alusión a una novia que tuve en la citada barriada de Sevilla. No fui capaz de aceptar ninguna de las invitaciones de las muchas que se me ofrecieron en el tren durante el trayecto desde Sevilla a Córdoba, ni mi estado de ánimo lo iba como para acompañarles en aquellas interminables canciones, la mayoría un tanto obscenas o subidas de tono. Como decía, en mí, se daba la paradoja de que llevaba interiormente la alegría de llegar a mi pueblo, ver y estar con mi familia y con los amigos, pero por contra, casi me atormentaba en mis interiores la desazón del fracaso sufrido por cuanto que a pocos días vista, me esperaba nuevamente la vuelta del trabajo en la mina como así resultó ser. Nunca hasta entonces me había sentido tan insignificante y falto de actitudes para no haberme dado por resuelto el motivo y causa que me llevaron a dejar el trabajo en la mina y optar por hacer el servicio militar.



Hoy en la soledad de mi domicilio, cuando estoy relatando este pasado acontecer, incluso ha habido momentos en que aquel torbellino de pensamientos que veloces pasaban por mi cerebro, hasta han llegado a sentirme un tanto culpable todavía de lo que no supe ni fui capaz de  solventar. Todo aquel día con su correspondiente noche, ni siquiera fui capaz de conciliar el sueño por el descalabro moral del que solo yo era el culpable.



No quiero hacerme mas pesado con este relato del que ya me he extendido más de la cuenta, pero no puedo dejar de citar, que aún todavía fue peor el día de, no una más de una semana después, que otra vez volví al trabajo en la mina. Ello merecía una entrada solo para medio poder exponer lo desastroso que moral y físicamente me resultó.



Pero no quiero dejar mi estado de ánimo en el punto que cuanto hasta ahora he relatado, y hago constar que tres años después, en diciembre de 1951, aquellos conocimientos de mecanógrafo que conseguí en la mili, cuando ya Guardia Civil y destinado aquí en Málaga, me dieron la oportunidad de obtener un destino que me supusieron la felicidad y dicha durante los algo más de treinta y un años que permanecí en el cuerpo, y sin duda otras circunstancias que con tal motivo se dieron, que me llevaron entonces, y continuándolo sigo, a sentirme totalmente realizado y al premio de cuanto concedido me ha sido, no solo para mí, si no para todo mi núcleo familiar mas íntimo, que ni a soñar que me hubiera echado, pudiere haber sido tan extenso y bienaventurado como lo fue, ha sido y como apunto anteriormente, siguiéndolo sigue.



Pido perdón por todo el tostón que pueda ser para quien tenga la osadía de leer esta entrada, pero tan metido he estado en ello y raíces tan profundas me dejaron aquellos momentos, que no he sido capaz de no sacarlos a la luz, y que aun pasados sesenta y ocho años intactos permanecen en lo más profundo de mis sentires.



Hasta la próxima, que procuraré ser más breve.

5 comentarios:

Carmen dijo...

Eres muy afortunado, sesenta y ocho años de la mili! Cuantas personas no llegan siquiera a cumplir esa edad y tú lo recuerdas como si fuera ayer y tan vívidamente que parece que hace dos dias. Ya veo la desilusión que supuso para ti tener que volver a la mina, pero gracias a Dios fue por poco tiempo y ya pudiste llevar tu vida por unos senderos más placenteros y felices. En cuanto a la inscripción de "Adiós Serva la Bari y las muchachas de Ciudad Jardin" dejas claro el final, pero... Serva la Bari? Por favor explícalo, que conociéndote puede dar lugar a otra entrada. Ji ji ji. Bss.

El abuelo de Villaharta dijo...



A Carmen Mancera.- Solo puedo decirte y según la explicación que me dió mi buen amigo de mili y sevillano, Manuel Arroyo Clares, que fue el que me hizo aquel cartel-escapulario. es que el significado de "Serva la Bari", es Sevilla la bella.
Y al recordar a Manuel Arroyo,que no era muy agraciado físicamente, aunque si una persona excelente, diré que tenía una hermana, que era una de las bellezas de mujer mas extraordinarias que he conocido, y "Arroyo", como conociamos a Manolo Arroyo, nos decía en plan de broma, lo desafortunados que habían estado sus padres cuando lo fabricaron a él, que lo perdonaba por que había sido la falta de experiencia dado a que fue el primer hijo del matrimonio. y que lo dejaron todo para su hermana que era la segunda y ya les salió perfecta.

Unknown dijo...

Algo parecido me paso a mi cuando me tuve que licenciar de Guardia Auxiliar hasta que volvi ingresar de nuevo en la Guardia Civil.
Un Saludo y sigue escribiendo.
Tu amigo Rafael José

El abuelo de Villaharta dijo...



Amigo Rafael Jose: Has leido la entrada anterior a ésta?. Si no la has leido, hazlo, y si lo has hecho dime que te parece lo que en ella trato, que desde luego tu no tendrás ni idea de tal caso. Un abrazo

El abuelo de Villaharta dijo...


Perdón, no la anterior a ésta, si no la otra.