domingo, 7 de agosto de 2016

Hoy han tocado a rememorar

Van Gogh - Starry Night - Google Art Project.jpg
La noche estrellada, Van Gogh

Hoy es domingo 7 de agosto de 2016. Por coincidencias varias por cuanto a mi entorno familiar más próximo estoy pasando el día en la soledad de mi propio domicilio. Es obvio, y que manteniendo mi mente clara y en perfecto estado de revista como se diría en la mili, mis pensamientos no se iban a entregar a preparar proyectos para el futuro, encontrándome plenamente inmerso en mis 91 años, sino que como corresponde a mi situación vital, sin que remediarlo pueda me he puesto a rememorar.

Me he colocado para hacer estación de penitencia precisamente en lo que fue el mes de agosto en los años de mi adolescencia y primera juventud, esto es de los años de 1940 a 1943, ambos inclusive, o sea de los quince a los dieciocho años que tenía.

Pesado me hago de tanto repetir que las personas somos la consecuencia y el resultado de las épocas y circunstancias que no han tocado vivir. Pasando de la actualidad de la caza de "Pokémon Go", que creo se llama así, hasta aquellos lejanísimos años de la década de los cuarenta, cuando la caza era de cual alimento o similar que sirviera para ir manteniendo la supervivencia.

En mi caso particular, y por cuanto también a los seis o siete compañeros de trabajo, en dicho mes de agosto y en los mencionados años, nos trasladábamos a la finca de La Calera, que ya me da reparo hasta de poner su nombre y que posiblemente no faltara alguien que le sirva hasta hacerle aparecer en su boca una sonrisita de maledicencia y que pase por su mente, eso de "otra vez La Calera". Pero esa finca fue la única facultad en que cursé mis estudios durante cuatro años y cuyo título obtenido lo fue el de "jornalero agrícola". Después y dando un salto en este relato, diré que, como sucede hoy a muchos, que cuando terminan sus carreras se tienen que dedicar a otra actividad  de la que se han preparado, yo hube de dejar a un lado mis conocimientos de agrícola y me puse a trabajar en una mina de carbón. Dejando este detalle como simple anécdota, vamos donde yo quería llevar la conclusión de mi entrada de hoy, que no es ni nada más, pero ni nada menos, de que en aquella situación yo ERA TOTALMENTE FELIZ. Sí, aunque a alguien de quien pueda leerlo piense, de como es posible que el estar trabajando en un olivar, donde ni un día de la semana teníamos de descanso, donde solamente estaba el trabajo y la vuelta al cortijo, para comer, descansar y a dormir. Donde no teníamos con quienes conversar aparte de los propios compañeros de trabajo, pues con todo ello yo confirmo mi felicidad. Podréis preguntaros y cuales eran las razones de que así me sintiera.

En primer lugar, y con el paso de los años he llegado a la conclusión de que posiblemente yo ya vine al mundo programado para ser feliz, y como toda circunstancia tiene un punto por donde encontrar algo positivo, seguramente yo sería a la única que me agarraba, y ello me producía lo necesario. Pero yendo más a la cuestión, el hecho de conseguir un jornal diario que tan imprescindible era para el entorno de la familia y que solo esa dura realidad hace incluso a un adolescente, entender lo que vale, eso que vale tampoco, pero si lo suficiente, que como diría Séneca, "para nuestras ambiciones lo mucho es poco, pero para nuestras necesidades, lo poco es mucho". La tranquilidad de aquel trabajo duraba cuando menos siete u ocho meses, y ahora voy a citar una circunstancia que la he repetido ya en diversas ocasiones, y creo que en primer lugar en mis memorias, y se trata de lo siguiente.

La inmensa mayoría de las noches de verano, después de cenar, cuando mis compañeros ya estaban entregados a su sueño, yo que de siempre he sido de poco dormir, tomando una banqueta lo único que teníamos para sentarnos, me salía al inmenso patio del cortijo, fumándome un cigarro, cuyas volutas de humo veía elevarse a la par que iban deshaciéndose, contemplado un cielo tan preñado de estrellas que creo debían hasta pelearse entre ellas por que ninguna otra le quitara su espacio, el aullido de algún lobo que no pocas noches llegaba a oírse desde unos montes no lejanos del cortijo, el vuelo de algún murciélago o de una lechuza, y el canto de algún búho que no lejos de allí solían anidar todos los años, era el compendio del mayor relax y deleite que soñarse puede. Solo en aquella situación, que para mí estaba disponible todas las noches, y en su mayoría solía aprovecharlas, me sentía tan feliz, como luego a lo largo de mi existencia y por otras circunstancias que concedidas por Dios o el Destino me han sido, lo he seguido siendo, y siguiéndolo estoy, lo que como había citado anteriormente, sin duda yo ya vine a este mundo programado para sentirme totalmente feliz. Ello no quita que las circunstancias adversas que se me han presentado, las propias cuando se ha llegado a la edad que tengo, me hayan dolido y he llegado a sentirlas, no quizás más que nadie, pero tampoco menos.

Bueno a lo mejor no faltara que alguien que tenga la osadía de leer esta entrada, pueda pensar, "valiente rollo" nos ha largado hoy, pero puedo jurar, aunque dicen no se debe jurar, que solo he hecho lo mejor que se, estampar aquellas vivencias que yo, cuando menos sentí tal deleite en su contemplación que ocupan en mi vida un espacio de los mas apreciados por los que he pasado.

Hasta la próxima.

4 comentarios:

Carmen dijo...

Creo que eso de " venir programado para ser feliz" es una realidad, pues conozco personas que no saben lo que es alegría de vivir, ya pueden tener lo que tengan, que como suele decirse y todos pedimos es; salud, dinero y amor, pues aunque tengan las tres cosas en abundancia..... Muy felices no son, creo que también lo dice una canción, todos queremos más... Y nadie con su suerte se quiere conformar, y ahí está la madre del cordero, se encuentra la felicidad cuando se está a gusto con lo que uno tiene, dándole gracias a Dios por ello, teniendo serenidad y entendiendo que la felicidad no es un estado de ánimo, sino un propósito y una realidad, no es que yo hoy esté contento, sino como decía el gran Bebo Valdés " Yo soy contento" y así fue hasta el último de sus días. Yo me uno con Vd. al Club de las personas felices Sr. Galán. Bss.

El abuelo de Villaharta dijo...


Señora Carmen: agradezco su compañía en el este Club de los afortunados con su suerte, a ver si conseguimos muchos más, y asi el mundo sera mejor.
Sra. Manceras bss.

Rafa dijo...

La frase de "yo ya vine programado al mundo para ser feliz" me parece tan brutal... eso es actitud para con la vida y lo demás son tonterías!

Luis Carballeda dijo...

¡¡¡¡Bien, bien, bien,!!!! No solo he tenido la osadia de leer esta entrada, tambien la anterior y la anterior, que llevaba unos dias sin pasar por este blog, pensando que estaba cerrado, y me ha dado mucha alegria ver que lo ha retomado, Gracias por hacerlo y mucho animo de uno de sus incondicionales.
Fuerte Abrazo