miércoles, 20 de abril de 2016

Ya vamos para viejos



Hoy se cumple el 22º aniversario del fallecimiento de  mi madre.

El día 5 de junio de 1932 (ya ha llovido), yo tenía siete años recién cumplidos, encontrándonos cenando, mis padres y yo, lo recuerdo como si hubiere sido esta mañana, dirigía mi madre a mi padre la siguiente frase: "YA VAMOS PARA VIEJOS, HOY HE CUMPLIDO 35 AÑOS". Mi madre era unos meses mayor que mi padre.

Aquella declaración de su trigésimo quinto cumpleaños, añadiendo de que ya iba para vieja, mi padre creo que no hizo comentario alguno sobre el particular, pero a mi me llegó hasta el fondo del alma. Yo sin pronunciar palabra, miraba a mi madre de reojo, toda vestida de negro, posiblemente sería por el luto de su padre, no lo sé, pero el caso es que realmente yo veía a mi madre, y como no, también a mi padre, muy viejos. Yo la vejez, la asocié enseguida con la muerte, o sea que yo veía mi orfandad aproximándose rápidamente.

Sobre este particular, quiero señalar primeramente, que aquella frase durante la cena fue la única referencia y celebración al cumpleaños de mi madre, de lo que seguro estoy, que mi padre ni siquiera llegó a decirle cuando menos "felicidades". Pero no es que mi padre tuviere una mala relación con su mujer, ni nada de eso, si no que los cumpleaños no solo entre los componentes del matrimonio, se les daba importancia alguna, si no que sucedía igual con los de los propios hijos, que lo más que se hacía era decirle hoy cumples ya tantos años...

Ya en mis memorias lo hice constar, y en otros relatos que he escrito recientemente, la primera felicitación de alguien que yo recibía en mi vida, lo fue el día de mi santo, San Rafael, el 24 de octubre de 1946, cuando tenía ya 21 años, que hallándome en el ejército, recibí de mis padres una tarjeta postal con la imagen del Santo y al dorso de la misma me dedicaban y deseaban un feliz día de mi santo. Tan de especial era aquello para mí, que cuando se van a cumplir setenta años de su recepción, aún la conservo y guardo como oro en paño, y dicho acto lo he sacado a relucir en muchas ocasiones.

Aquellos temores mios de que pudiera quedarme huérfano dentro de poco tiempo, por lo que al fallecimiento de mi padre, llegó casi veinticuatro años después, precisamente el mismo día que cumplía los 61 años, el 25 de febrero de 1959, pero en cuanto a mi madre. sobrevivió a aquel 5 de junio de 1932, casi SESENTA Y DOS AÑOS, dado a que falleció el 20 de abril de 1944, cuando próxima estaba a cumplir los 97 de edad.

Qué naturaleza física tendría mi madre, que tras haber pasado por la muerte de tres de sus hijos cuando aun no habían cumplido el año de edad, pasar una Guerra Civil, en la que su marido fue movilizado y llevado al frente de guerra de Extremadura, siete meses antes de finalizar la misma, y que una vez terminada, fue primero, internado en un campo de concentración, y después pasó a la cárcel permaneciendo en la misma más de tres; los años del hambre, donde tres de sus hijos con siete, nueve y once años de edad, hubieron de marcharse a diferentes cortijos a guardar ganado de diversas clases, solo por que le facilitaran la comida, sufrir unas fiebres maltas que la tuvieron en cama unos tres meses; yo que contaba catorce años cuando terminó la guerra, hube de ponerme a trabajar en el campo, en toda clase de trabajos, e incluso dos años en una mina, y con todo ello que solo Dios y ella sabrían cuanto debió padecer, le faltaron menos de dos meses para cumplir 97 años cuando falleció, y precisamente su "cabeza" la mantuvo lúcida hasta el final de sus días.

El fallecimiento de los padres, cuando ya tienen cierta edad, parece nos deja una conformidad que consideramos como una cuestión natural, pero sin duda, tan profunda huella deja en nuestros sentimientos, que como hoy a mi me ha sucedido, no he podido remediar que unas lágrimas se hallan asomado a mis ojos al traerla al recuerdo. La gran alegría que nos dejó al fallecer, no fue herencia alguna de bienes, si no que con el discurrir de los años, fue viendo a todos sus hijos gozar de una situación en su modo y forma de vida, de la que ella también fue beneficiada, que en aquellos años, que creo no hay calificativos que por su dureza puedan aplicárseles, que ni siquiera soñando, ni en sus deseos  pudiera haber pensado les llegarían.

Mi padre fue, incluso más desafortunado, primero paso por tomar parte en dos guerras, el tiempo de su presidio, las carencias totales de los años de la posguerra, y cuando se comenzaba a ir saliendo de todo ello, le alcanzó la muerte, cuando como he citado anteriormente fue el mismo día que cumplía 61 años. Su estado físico, si llevaba marcadas todas cuantas penalidades hubo de padecer. Otra de las grandes alegrías de las que seguro hubiere disfrutado, pero no lo alcanzó, fue el haberme visto luciendo los galones de Cabo de la Guardia Civil, donde cursando el curso para alcanzarlo me hallaba en el momento de su óbito y que conseguí cuatro meses mas tarde. El devenir de su vida, no le fue del todo favorable.

Reconozco que la entrada en este blog en el día de hoy, solo a familiares muy allegados, no le resulte cuando menos indiferente, de lo que pido perdón por ello, pero en cuanto a mí personalmente, me deja una grandísima satisfacción, en lo que sin duda puede ser una de las últimas oportunidades que tenga para ofrecerle a ellos tan sentido y querido relato.

Hasta la próxima. 
        

1 comentario:

Carmen dijo...

Pensando serenamente lo que cuentas en esta entrada, se da una cuenta de lo afortunada que he sido, pues gracias a Dios no he pasado ni una sola de esas penalidades que cuentas, y que consideró durisimas, afortunadamente y admiro a tu familia por ello, conservasteis la alegría de vivir y ningún resentimiento ante ciertas injusticias que veo se cometieron, siento que tu padre muriese sin poder disfrutar tanto como tú madre de vuestra compañía, cariño y el bienestar conseguido con vuestro esfuerzo y bien orgullosa que estaría por lo conseguido a pesar de todo lo pasado, las madres de aquella época eran mujeres de bandera, trabajando sin descanso y sin oírlas protestar ni lo más mínimo, yo no conocí a la tuya, pero en muchas cosas me recuerda a mi suegra, que fue feliz teniendo 10 hijos, uno de ellos murió con dos años y llevando una vida de estrecheces supieron sacarlos adelante y hacerlos personas de provecho. Qué diferencia tan grande con los tiempos de ahora, que la mayoría quiere merecerlo todo con la ley del mínimo esfuerzo y por la cara, en fin no quiero generalizar porque también hay quien educa muy bien a los suyos, pero las mamás jóvenes, lo más que le dicen a sus hijos es "Nene, no hagas eso mi amor" y eso cuando El Niño está hecho un cafre insoportable, yo me pregunto qué harían esas chicas si le hubiesen tocado esos tiempos.... E incluso que habría hecho yo misma..... Bss.