jueves, 25 de febrero de 2016

La pelliza


Seguro estoy que a la inmensa mayoría de los jóvenes, y quizá a algunos no tan jóvenes, el nombre de "pelliza", le suene poco mas o menos que a chino. Comenzaré diciendo que cuando yo era niño, adolescente y hasta incluso joven, durante el invierno, seguro que dicha palabra que hoy os parecerá tan rara, se oía a diario, y seguro unas cuantas veces cuando menos al día e incluso de noche.

Bueno... Vamos a dejarnos de tanto misterio porque la cosa es mucho mas sencilla de lo que os podáis figurar. Pues se trata nada mas y nada menos, que a lo que hoy se llama chaquetón, en mis tiempos, como solemos decir los metidos en primaveras, entonces eran, eso PELLIZAS.

La pelliza era usada por todos los hombres que trabajaban en el campo, dado que era lo mas cómodo y lo mejor para poder soportar los fríos del invierno. Dichas prendas solían ser de diferentes clases de paño en su confección, en sus adornos y algunos aditamentos que según el poder adquisitivo de su comprador podía permitirse. A mi padre le conocí solo una pelliza y que cuando salimos del pueblo durante la guerra, se quedó en la casa y nunca más se supo de ella.

Esa misma prenda, pero confeccionada con género de paño y de color caqui para el ejército durante la guerra, se le llamaba "tabardo", y como el frente de guerra estuvo dos años y medio a no más de quince kilómetros de mi pueblo, cuando finalizó la contienda, en las trincheras que fueron del ejército republicano, quedaron abandonadas, además de toda clase de armas y municiones, toda clase de prendas de uniforme, y yo no se de donde me vino a mí un "tabardo", casi nuevo, y me estuvo sirviendo los cuatro o cinco inviernos que estuve trabajando en el campo y en la mina, antes de ingresar en la Guardia Civil.

Tanto el nombre de pelliza como el tabardo, hace decenas de años que ni siquiera las he oído pronunciar.

Yo cambié el tabardo, ya bastante raído por el uso, por el capote reglamentario en el Cuerpo, eso para vestir de uniforme, y luego para el vestir de paisano, use lo que estuvo de moda cuando menos veinte años, que fue la "gabardina", que además de que abrigaba bastante, era también impermeable, la mayoría de ellas. No tanto tiempo como la pelliza, pero rara vez he oído pronunciar la palabra gabardina, y cuando menos a mí, me parece no hace tanto tiempo dejó de utilizarse.

A mi la gabardina, de la que solo tuve una, que fue la primera cosa que me compré a plazos aquí en Málaga y me duró algunos años, además de que me prestaba el servicio deseado, como tal prenda, ha sido una de las que mas me han gustado.

Casi seguro que eso de "pelliza" y además "tabardo", para la mayoría será la primera vez que la hayáis oído, pero mira, si con ello consigo daros la noticia, por satisfecho me doy, y que por algo nací en 1925, para conocer esas cosas.

Hasta la próxima entrada, y perdón por la tardanza transcurrida desde la anterior.  

martes, 16 de febrero de 2016

Alforjas


El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, en su primera acepción, la define así: "especie de talega abierta por el centro y cerrada por sus extremos, los cuales forman dos bolsas grandes y ordinariamente cuadradas, donde, repartiendo el peso para mayor comodidad, se guardan algunas cosas que han de llevarse de una parte a otra".

Pero, ¿y cámo se me ha ocurrido hoy escribir sobre las alforjas? Pués resulta que trasteando en el nuevo teléfono que me ha regalado mi hija, con el cual no acabo de aclararme, me tropecé con el ofrecimiento de viajes a no se cuántas partes del mundo.Y entonces se me vino a mente ese refrán, que ya poco se oye decir, que "para ese viaje no se precisan alforjas". Este refrán se dice cuando se realiza alguna cosa que no ha resultado muy exitoso, como lo era el ofrecimiento de los viajes para mí.

Trayendo al recuerdo las alforjas, como no, pasaron por mi mente las que de siempre hubieron en casa de mis padres, aunque no pocas veces solían permanecer colgadas en la cámara sin utilizar bastantes días, y cuyo utensilio existía en la inmensa mayoría de las casas del pueblo, y con seguridad en todas las que había o hubo, alguna caballería, bien de la especie asnal, mular o caballar.

Dicho utensilio, generalmente estaba hecho de una tela fuerte, siempre de varios y vistosos colores, y en no pocos domicilios había mas de una, una de mayor calidad y vistosidad que otra, utilizándose la una, para ir al campo, y la otra cuando se realizaba alguna excursión, bien como romería o día festivo,o como lo era en mi pueblo, y lo sigue siendo,  el llamado de "la merendilla" que se iba a comer al campo el Domingo de Resurrección, aunque actualmente suele hacerse el Sábado Santo, a fin de que pueda asistir la gente del pueblo que resida fuera,  o para ir de viaje a algún pueblo vecino para cualquier gestión particular o asistencia a algunos de sus festejos.

Las alforjas, eran lo más apropiado para poder llevar cualquier cosa, tanto como cuando se iba al campo, que además que en ellas se echaba la comida, luego las frutas, hortalizas u otra cosa que pudiera recolectarse o cogerse, era muy fácil de transportarlas en ellas. Entre una y otra de las bolsas, que como se apuntaba, estaban en los extremos de las mismas, había una distancia de entre setenta u ochenta centímetros la suficiente para que pudieran acoplarse sobre el aparejo de las caballerías, del cual hablé en la entrada anterior, y lo fácil que resulta ello, que no había nada mas que echar sobre el animal, cada una de las bolsas que cayeran a uno y otro lado del aparejo,  y ni que preocuparte de ello tenías que hacer en todo el trayecto, dado a que por su formato, salvo que en una de las bolsas llevaras mucho mas peso que en la otra, no solían moverse ni un milímetro en todo el camino por largo que fuere. Aunque en raras ocasiones, también solían utilizarse por las personas, echándoselas sobre el hombro y cayendo las bolsas una a la espalda y la otra sobre el pecho, pero también cómodas de llevar.

Por lo menos sesenta años, o más, hace que no he visto unas alforjas, ni hablar de ellas, si no lo fue con motivo del refrán que cité anteriormente y que también perdió popularidad hace ya muchos años. Con lo habitual que era su utilización tantísimo días al cabo del año, incluso al mes, en los tiempos de mi infancia, adolescencia, e incluso juventud, y que pocas irán quedando allá en los pueblos, como en el mío, si no lo es como pieza de museo.

El paso de los años, todo lo va cambiando o renovando, claro que si yo me miro al espejo fíjamente, me daré cuenta el cambio experimentado, aunque gracias a Dios no olvidado ni abandonado a su suerte, como lo han sido las ALFORJAS.

Hasta la próxima entrada, que mira entre la anterior y ésta, hubo una gran relación, ya que sobre el aparejo casi siempre iban echadas unas alforjas.

lunes, 8 de febrero de 2016

Aparejando la burra

Las burras de Güimar (Santa Cruz de Tenerife)

Pese a que se van a cumplir en el mes próximo, 65 años que daba mi última jornada de trabajo en el campo y como suele decirse que lo bien aprendido, nunca se olvida, mira por dónde hoy se me ha venido a mente, el realizar la entrada en el blog tratando lo relacionado especialmente con lo que en conjunto se llama el aparejo de las caballerías, señalando las principales piezas que lo componen, o casi para mejor decir, lo componían, porque hoy poco se utiliza ni lo uno ni las otras.

Poco de importancia y mérito tiene cuanto voy a relatar, pero cuando menos la inmensa mayoría, de esa minoría, que puedan leerlo, verán por primera vez escritas semejantes palabras, salvo alguien de los pueblos pequeños en que cuando menos suelen quedar como símbolos y recuerdos, semejantes piezas de museo que es lo que generalmente son hoy.

Tanto para utilizarlas como montura o carga, las caballerías que se dedicaban para los trabajos del campo, había que dotarlas de lo necesario para que  todo ello fuera posible sin que sufrieran daño esos animales. Al conjunto de esos menesteres se llamaba "aparejo", y que solía constar de las siguientes piezas principales, aunque no faltaba quienes, y según los casos, solían aumentarlos con algún suplemento, aunque mas por adorno que por necesario.

Lo primero que solía colocarse sobre la espina dorsal de la caballería, desde la cruz hasta la culata, el llamado "albardón", que estaba compuesto por una especie de dos almohadas, unidas por su parte anterior, media y posterior por unos trozos de lona que eran los que caían sobre la misma espina dorsal del animal, y las almohadas a cada lado de la misma. En sentido longitudinal, esas almohadas estaban rellenas de las cañas o pajas del centeno, que son de mayor dureza que las del resto de los cereales.

Sobre el albardón se colocaba la "albarda", compuesta también por una especie de dos almohadas pero de mucho mayor tamaño que las del albardón, rellenas de paja, pero de la ya trillada, y separadas ambas partes, por una costura que se cerraba en su parte media y superior, y era la que caía sobre el lomo del animal y el centro del albardón. El relleno de paja había que distribuirlo por toda la albarda a fin de que la carga que se echara sobre ella, quedara debidamente distribuida sobre toda la superficie de la misma.

"Ataharre" (o "atajarre" como se decía en mi pueblo), y que por su fonética creo demuestra su procedencia árabe, era una banda de seis u ocho centímetros de ancho, que podía ser de cuero u otro material, que por sus extremos se unía a cada uno de los lados traseros de la albarda, se echaba hacía las ancas de la caballería y se pasaba por debajo de la cola del animal, en cuyo centro se hallaba un tanto enrollado, a fin de que no le tapara el ano y le impidiera el poder defecar, que las caballerías como el resto de los animales lo hacen sin dejar de caminar. El fin del ataharre era impedir que el resto del aparejo se corriera hacía adelante y consiguientemente lo hiciera también la carga o la persona que fuera cabalgando.

También y en su parte media, de cada una de las partes delanteras de la albarda, salía una especie de correa llamada "antepecho", hecha de badana o cubierta de género que no produjera sobadura al animal, y al final de una de ellas, una hebilla. y la otra agujereada para poderla abrochar la una a la otra. El antepecho, al contrario del ataharre, tenía la misión de que el aparejo no se corriera hacía atrás, pudiendo llevarse asimismo la carga o jinete.

Para cubrir toda la albarda, que ya ella lo hacía al albardón, solía echársele una especie de manta llamada "ropón", generalmente confeccionada de una tela gruesa o lona, muchas veces guateada y con ciertos adornos, según si se iba en plan de trabajo y carga, o solo en plan de viaje.

A fin de asegurar todo el aparejo, para que no se fuera hacia ninguno de los lados, se sujetaba con la llamada "cincha", que podía ser de cuero u otra materia y que pasándola por encima del aparejo, sobre su parte media, y se ceñía por debajo en la barriga del semoviente y justamente inmediatamente detrás del pecho, o sea de las patas delanteras.

Todo lo relatado, era en sí el llamado aparejo.

La jáquima (creo que tampoco hace falta señalar su etimología árabe) es la cabezada que se coloca a la caballería y de su parte inferior derecha partida un cordel, llamado "cabestro" que podía ser de diferente material para conducir al animal. En los caballos, y cuando llevan colocada montura en lugar de aparejo, de la parte baja de la cabezada, tanto del lado derecho como del izquierdo, parten las llamadas bridas o riendas, con las cuales asimismo se conduce al animal.

Voy a señalar un dato, que este seguro lo conocerán solo la gente de campo, y es que una vez se llegaba a la faena y se despojaba la caballería del aparejo, solía soltarse para que pastara, y con el fin de que no se alejara del lugar, se procedía a "manearla", que consistía en colocarle la "manea", una especie de grilletes que se le colocaba en las dos patas delanteras y en el lugar inmediatamente a la parte superior de los cascos, y entre las dos argollas, unos cuantos eslabones de no más de quince centímetros, lo que le impedía el caminar con normalidad, si no haciéndolo en pasitos muy cortos, lo que le impedía alejarse del lugar donde se dejaba, sin necesidad de tenerla amarrada.

La caballería, o como citaba en el título de la entrada, LA BURRA, asegurada y maneada para que no se alejara del lugar donde se había soltado, pudiendo pastar sin impedimento alguno y como se dice tenerla a mano tan pronto hiciera falta, se procedía a entrar en faena. ¡Cuántas veces realicé semejante faena, tal ha quedado relatada!

Pido perdón por el rollo que he soltado y hasta la próxima.

miércoles, 3 de febrero de 2016

Días que nunca debieron llegar

El Golfo, Lanzarote

Mi estado de ánimo no se encuentra hoy para ninguna misión, sino para tratar de aceptar las circunstancias. Hoy se cumple el décimo noveno aniversario del fallecimiento de mi mujer. Media vida como suele decirse. Aquel 3 de febrero de 1997, es de esos días como cito en el título, que nunca debiera haber llegado. Pero el destino que de nada se apiada, también lo fue entonces conmigo, con la agravante de una situación añadida en mi salud, de la que incluso parece ser no me daban de que pudiera vencer. Por hoy, solo estas escuetas y sentidas letras para traer a memoria  su recuerdo, aunque ni un sólo día desde entonces ha pasado sin hacerlo, y desear Dios le haya dado cuanto se merecía, que de ser así, como era su propio nombre, estará en LA GLORIA.

TUS HIJOS, NIETOS Y YO TE RECORDAMOS Y REZAMOS POR TI.