sábado, 5 de septiembre de 2015

La serenata



Como en no pocas ocasiones, mi amiga Carmen Mancera ha señalado, en mis tiempos los jóvenes como en los pequeños pueblos no había casi nada, o para mejor decir nada, donde ir pasando el tiempo, nos las habíamos de ingeniar a fin de tratar de hacerlo más ameno y divertido posible y que sin duda la mayoría de las veces se conseguía el pasar "buenos ratos", o pasarlo güay como hoy se dice.

También, por cuanto se refiere al hecho, que cuando yo era joven le dábamos a echarnos novia, pero otra clase de novia a la que hoy se estila, lo ensalzábamos al punto de que cuando se formalizaba un noviazgo, incluso te llevaba al principio, de pasar las noches de vela en vela, y creo, aquellos amores tan adentro del alma llegaban, que quizá, y no tan quizás. era uno de los eventos mas importantes que se te daban a lo largo de la existencia.

Una de las costumbres que durante mi juventud existían en mi pueblo, era el de "echar una serenata". ¿Y en que consistía echar una serenata? Pues nada menos, pero también nada más, que siempre ya de madrugada, aunque a primeras horas de la misma, con algunos instrumentos musicales, interpretarle debajo del balcón o junto a la ventana, donde ella dormía,  alguna pieza de las que mas en boga estuvieran en esos momentos, o de esas que suelen hacer época, y nunca pasan de moda,  a la mujer que pretendías o ya era novia tuya.

En aquellos mis años mozos, y con esto quiero rendirle un humilde homenaje, había dos señores, uno creo de la edad de mi padre poco mas o menos, incluso tenía una hija que era uno o dos años mayor que yo, llamado Bautista, era zapatero, estaba viudo y tocaba la guitarra bastante bién, para lo que en el pueblo había.  Otro, éste justamente diez años mayor que yo, se llamaba Rafael Pérez Molero, pero conocido por el apodo de "Tonete", y que tocaba el laud, tambien bastante bien y de los pocos que en el pueblo tocaban tal instrumento.

Generalmente cuando estábamos reunidos unos cuantos jovenzuelos (a lo mejor sin llegar siquiera a los veinte años), y un tanto alegres tras habernos tomados unas copitas. Los que tenían novia, o alguno de los que a lo mejor pretendíamos de amores a alguna mocita del pueblo,  se nos venía el deseo de echar una serenata, y hála, enseguida ir a buscar a Bautista y a Tonete, que incluso algunas veces se les cogía ya acostados, llamábas a la puerta y le pedías por favor que querías, junto a otros,  ir a echar una serenata a las novias o pretendidas, y no recuerdo de que, salvo que estuvieren enfermos, se negaran a ello ni una sola vez, y accediendo al favor pedido, con sus respectivos instrumentos en la mano, allá que recorriendo varias calles del pueblo y dirigiéndonos junto a las casas donde residían las elegidas, entre ambos concertistas y algunas veces acompañados por el coro formado por los serenatistas, se tocaban y cantaban una o varias canciones de las que mas famosas lo fueran, bien por estar de actualidad o aquellas que como citaba anteriormente, nunca pasan de estarlo.

Los que leyendo hasta ahora lo habeis hecho, seguro os habréis preguntado cuánto nos costaban los músicos... Y sorpresa, ni un céntimo. Ellos, si podía decirse lo " hacían por amor al arte " y nunca mejor dicho, y lo único que pillaban era alguna copita del licor o bebida que contuvieran las botellas que llevábamos y que de vez en cuando se echaba una rueda.

Y aunque parezca el decirlo un tanto exagerado, cuando en el silencio de la noche escuchabas de aquellos dos hombres, de lo que uno podía ser tu padre, y el otrro diez años mayor que tú, poniendo todo su sentimiento, como lo hacían, lanzaban al viento la notas de aquellas canciones, conseguían erizarnos el vello,  y en muchas ocasiones la joven a quien se dedicaba la serenata, abría  la ventana o el balcon donde dormía y se asomaba para dar las gracias, o también la madre de la misma con igual motivo, en raras ocasiones lo hacía el padre, el que dedicaba la serenata no podía por menos que darse por henchido de satisfacción, aunque esto parezca un tanto cursi el decirlo, pero así era.

Aquellas serenatas nos restaban algunas horas de sueño, dado que generalmente se hacían en los días festivos y al siguiente casi todos, o todos los asistentes, incluso los músicos teníamos que ir cada uno a su trabajo, pero bien merecía la pena, por la satisfacción y el deleite  que aquellos momentos nos proporcionaba.

Como citaba en un párrafo anterior, con esta entrada a la vez que señalar uno de esos tantos de mis recuerdos, rendir dentro mi humildad, un señalado recuerdo y homenaje a Bautista  y Tonete, por aquellas muchísimas horas de sueño y de tañer sus instrumentos, la guitarra y el laud, y todo ello sin exigir ni percibir contraprestación alguna.

Y ahora, e independientemente del tema expuesto en esta entrada y como quiera que momentos antes de comenzarla  he estado leyendo algunos comentarios puestos por mi gran amigo Daniel Torres a entradas anteriores. Amigo Daniel: te digo una cosa, ojalá pudiera yo leer los comentarios que me colocas en cada una de ellas antes de yo escribirlas y así tendría la mejor de las bases donde aprender algo y con ello poder mejorarlas en lo que posible fuera, aunque no creo pudiera siquiera con ello ir a tu zaga, pero algo se me pegaría. Y me repito, amigo Daniel gracias por ello, que lo que me demuestras es que me cuentas como tu amigo y que para mí eso, es el mayor de los honores que puedas hacerme. Un abrazo.

Hasta la próxima.

1 comentario:

Daniel Torres dijo...

Qué bueno eres, Rafael. Gracias por tus palabras. No eran necesarias. Y, por eso, te las agradezco todavía más. Ya estaba disfrutando y sonriendo imaginando escenas de serenatas con esa gracia con las que tú las cuentas, antes de la sorpresa del último párrafo. El privilegio de ser tu amigo es mío. Que además es doble, porque se une al privilegio de leerte y admirarte. Sabes que si Cervantes solo llegó a Príncipe de los Ingenios, es porque el puesto de Rey estaba reservado. Esa corona es tuya, Rafael Galán, Rey de los Ingenios.