miércoles, 9 de septiembre de 2015

Viaje al pasado


Ayer realicé un viaje de esos que pueden clasificarse de ir al pasado, pero no de un pasado reciente, si no nada menos que de sesenta y cinco años atrás. Ayer estuve, diremos que en el emplazamiento donde estaba ubicado el primer cuartel de la Guardia Civil en el que me alojé cuando yo  ingresé en el Cuerpo.

Ello me llevó, a tener dos impresiones, pero totalmente opuestas la una a la otra. ¿Y por qué digo esto? Sencillamamente porque así fue. Y lo fue, primero, porque me hizo una gran ilusión de volver a aquel lugar donde llegué por primera vez precisamente el día 27 de julio de 1950, cuando tenía veinticinco años de edad y comenzaba mi andadura por la que había elegido como profesión, que lo era como Guardia Civil. Pero lo contrario me sucedió, y que fue la decepción sufrida, cuando el ambiente aquel que rodeaba todo el  entorno donde permanecí catorce meses desempeñando mi servicio, estaba totalmente desconocido y tan diferente a como lo era cuando por primera vez llegué, que si no hubiere sido por dos cuestiones fundamentales, dificil me hubiere resultado  decir, que aquello era lo que me encontré y existía a mi llegada.

Comenzaré diciendo que aquel cuartel estaba ubicado, junto a lo que le daba su nombre, que lo era junto a una de las torres que a lo largo de la costa malagueña la jalonan, aunque ella lo fuera; y siéndolo sigue,  de forma cuadrangular y las demás lo son; de forma redonda, y cuya torre se denominaba, y aun se la sigue llamando "Torre de la Sal", la cual daba el nombre al Puesto de la Guardia Civil constituido en aquel acuartelamiento que oficialmente era, Puesto de Torrelasal" (así, de corrido era su nombre).

La otra cuestión, era todo aquello que la propia constitución física de la costa, desde las inmediaciones de la lengua del agua hasta el interior del mar adentro, como nartural resulta no podía haber sido modificado, entre ello tambien una roca que sobresale de la superficie y a la que se le conoce con el nombre de "Piedra Paloma".

A unos doscientos cincuenta metros del acuartelamiento, en aquellas fechas, existía un pequeño cortijo que se conocía por María Burgos, que sin duda sería el nombre de su propietaria. A partir de todo lo reseñado, todo era campo abierto, donde los cigarrones podían saltar a su antojo, donde las lagartijas corrían a sus anchas y se alimentaban de cuantos insectos hallaban por doquier, en donde los niños, hijos de mis compañeros del Cuerpo,  jugaban sin impedimento alguno en sus correrías, y donde junto al cortijo antes citado existía una fuente de donde nos proveiamos del agua precisa y de la que se carecía en el edificio del acuartelamiento. Pero de todo esto, ya nada existe, el cortijo ha desaparecido y el solar que ocupaba el mismo y   todo aquello que era campo, está cubierto de edificaciones como viviendas en las que seguro seran propiedad de gentes de diferentes paises, e incluso continentes;  que  próximo a cuanto baten las olas  y a la izquierda de la torre conforme se mira hacía mar adentro, existe uno de los llamados chiringuitos, y que en aquellas fechas, era el lugar donde los varones residentes en el cuartel realizábamos nuestras necesidades fisiológicas al carecer  donde poderlo realizar en el interior del cuartel, que de las edificación del propio cuartel no queda señal ni siquiera de sus propios cimientos, y así un largo etcétera, que deja totalmente irreconocible en varios kilómetros a la redonda todo aquello que desde el tan repetido cuartel podía divisarse.

Contemplando ese panorama, se me venía al recuerdo que con toda seguridad ninguno de los nueve compañeros, comenzando por el Brigada Comandante de Puesto, el Cabo y siete Guardias, además de mí, que componiamos la fuerza del mismo, solo yo continuo por estos mundos de Dios, y que algunos de los mismos fallecieron hace mas de cincuenta años.

Que yo cuando allí llegué con la categoría inferior en el Cuerpo, como era la de Guardia 2º, hoy hace ya más de treinta y cuatro años que estoy "retirado", como se dice en el argot de la Guardia Civil a la jubilación,  y que lo hice con el empleo de Subteniente; que actualmente, tengo uno de mis hijos que perteneciendo al Instituto en el que yo ingresé con la inferior categoría de todas, el ostenta la máxima (la de General); que aquellas 420 pesetas de sueldo, mas 189'58 de gratificaciones, lo que hacía 609`58, resulta el citarlo hoy, una cantidad irrisoria, que el acuartelamiento donde residian varios componentes del Cuerpo y algunos con esposas e hijos, careciera de luz eléctrica, agua corriente,  e incluso de servicios donde realizar sus necesidades fisiológicas, y todo lo demás que citado llevo, me lleva a tener que aceptar el como se encuentran todos aquellos entornos y la propia desaparación del edificio del acuartelamiento, y el reeconocer que yo mismo voy ya formando, que se yo, aunque sea una cienmillonésima parte de la historia en la época en que me ha tocado vivir. Y así, mirándome al espejo, digo para mis adentros, yo he ido cambiando a la par que lo han hecho todas esas cuestiones que he tocado en esta entrada. Por ende, y como he citado en varias ocasiones, el cambio en todos los órdenes de la vida desde que comencé a tener conciencia de mi existencia, hasta este momento en que estoy terminando de redactar esta entrada y por el medio que lo estoy haciendo, como solemos decir, sin eufemismo en su definición, los viejos, eso de "cómo pasan los años".

Pero eso sí, por momentos y en esos instantes en que mis pies hollaban aquellas partes en que lo hice, hacía sesenta y cinco años, mis sentimientos volvieron a ser aquel joven Guardia segundo que el 27 de julio de 1950, llegaba a Torrelasal. No obstante, puedo decir henchido de alegría, que nunca, nunca, nunca, ni siquiera en mis mas ilusionantes sueños. podría siquiera haber intuido lo gratificante que Dios y el Destinos me han deparado con el paso de todo ese devenir.

 

Hasta la próxima entrada.

1 comentario:

Carmen dijo...

Me gusta mucho esos recuerdos de hace tantos años, es normal que haya cambiado el entorno, pero la vista sigue siendo maravillosa, le pasa como a ti, que vas envejeciendo como los buenos vinos y si no.... Quien dice que esas fotos (tomadas ayer) son de un Sr. que tiene nada menos que noventa años!!! Olé por ti Rafael Galán. Bss.