domingo, 26 de julio de 2015

Sesenta y cinco años de malagueño

Málaga, c. 1950

Tal día como hoy, pero del año 1950, llegaba a esta bendita Málaga.

Pese a todo ello, y en los diez días que permanecí en mi pueblo desde la salida de la Academia hasta que hube de incorporarme, y sin duda por la gran  alegría que  suponía el conseguir tan humilde empleo, me había resignado al destino a la Comandancia que entonces lo era la 137ª. Mala impresión me causó cuando desde la citada estación hasta el Cuartel llamado de Natera, por hallarse sito en el  entonces denominado Pasillo de Natera, hubimos de recorrer todo ese trayecto, por supuesto a pie, y bordeando todo el cauce del Río Guadalmedina, el cual se hallaba lleno de escombros y basuras, asi como la inmensa mayoría de sus calles estaban bastantes sucias.

Tras verificar la presentación de la expedición, de la que yo venía como jefe de la misma, y que con tal motivo me llevé una pequeña reprimenda, nos informaron fuéramos a otro Acuartelamiento también denominado Segalerva, donde nos asignaron una cama, con sus correspondientes sábanas, de las que recuerdo hubimos de abonar la cantidad de diez pesetas para el posterior lavado de las mismas una vez usadas por nosotros.

Cayendo la tarde estaba cuanto terminábamos todo este proceder, y en solitario me dispuse trasladarme hasta el puerto donde vería el mar por vez primera. Atracado en el Puerto estaba entre otros, el buque denominado J.J. Sister, lo que me hizo gran ilusión de que de tal barco me había hablado mi padre de que treinta años antes le había transportado hasta Melilla cuando estaba prestando el servicio militar en dicha plaza. Ese barco y el entonces también Vicente Puchol, realizaban ese servicio entre las ciudades de Málaga y Melilla, y los cuales tenían diferente apelativo, según se encontraran atracados en alguna de ellas, asi si lo estaban en Málaga a ambos buques se les conocía por "El melillero", y si lo eran en Melilla, se les llamaba "El malagueño". Asimismo a Melilla, al igual que a Ceuta, en aquellos tiempos, se las denominaba Plazas de Soberanía Española.

Al siguiente día, o sea el 27 de julio de 1950, me incoporaba al Puesto de Torrelasal, situado en la misma orilla del mar y perteneciente al término municipal de Casares, y que no más de una horas después de incorporarme y verificar la correspondiente presentación ante el Brigada Comandante de Puesto, me zambullía en aquellas tranquilas y cristalinas aguas que aquel día presentaba el mar. Por supuesto, como bañador me servían los calzoncillos que puestos llevaba y aunque, en compañía de dos compañeros permanecimos no más de media hora, y no utilicé crema alguna, aquella tarde y noche estaba como un salmonete.

Cuántas ilusiones y esperanzas pasaban por mis pensamientos en aquellos días en que me estrenaba como Guardia Civil, y que ya el cambio experimentado como tal Guardia y lo que atrás dejaba como era el trabajo en el campo y en la mina, ya era bastante, parecía no conformarme y mis expectativas trataban de penetrar en el futuro, y me daban la sensación de conseguir aún algo más de lo que hasta entonces conseguía. Por el momento, me conformaba y trataba de ir disfrutando lo que tenía, pero si mis esperanzas parecían decirme que se irían cumpliendo, nunca, nunca, nunca, ni mis propios sueños llegaban entonces a sospechar lo que el paso del tiempo me fue dando, al punto de que no terminaré de dar gracias a Dios lo feliz que esta bendita tierra y ciudad de Málaga han llegado a darme y hacerme. Si entonces me hubieran preguntado, que es lo que desearía, y sabiendo lo que ha pasado en estos sesenta y cinco años, seguro estoy, diría solamente y nada más, que lo que ha sido. Y no es que mi condición lo sea de un conformista total, si no que tan beneficiado en todos los órdenes, tanto en lo profesional como personal, lo he sido, que el exigir algo más, sería como suele decirse, el ofender a Dios y al Destino, cuanto otorgado me ha sido. Las adversidades que me han ido sucediendo a través de mi ya larga vida, siempre las consideré como un gravamen natural que el paso por este mundo lleva consigo, lo mismo que esos impuestos con lo que hemos de contribuir para hacernos una vida mas cómoda y llevadera para toda la colectividad.

Tan conforme me hallo con mi devenir, que a mi descendencia, solo les deseo las mismas, y no mas, bienaventuranzas de las que yo gocé, gozo y espero seguir gozando hasta el fin de mis días.

Hasta la próxima entrada que ya llevaré más de sesenta y cinco años como malagueño, sin que tampoco renuncie a mi estatus de villarharteño-cordobés.


Málaga, c. 2015
Fuente: La fototeca de Rafita

2 comentarios:

Carmen dijo...

Desde luego eres más malagueño que muchos nacidos aquí sin por ello perder tu identidad Cordobesa, me alegro mucho de que te haya ido tan bien en Málaga, a pesar de la mala impresión que te dio en su momento. Me ha gustado mucho la entrada, pero hoy las felicitaciones van para tu Editor porque ha puesto las fotos que realzan lo escrito, como siempre nos tenía acostumbrados, antes de que su "Querencia Canaria" le hiciera perder el sentio.... Ja ja ja .Es broma Rafita. Bss.

Daniel Torres dijo...

Felicidades en tu aniversario boquerón, Rafael! Y felicidades a Málaga por su buen ojo, al haber acogido a hijo tan insigne. Eres muy agradecido (y por ende, biennacido) y, sobre todo, muy modesto. Sabes que cada uno de nosotros crea su realidad: esto es cierto tanto para las personas a las que las cosas "les pasan" como para las que eligen hacer que las cosas pasen. Y tú haces que pasen cosas cada día. Cosas maravillosas. Gracias. Y que vengan muchas más.