sábado, 4 de julio de 2015

Galbana


Con el soporífero día que hace hoy en Málaga, y como quiera que la tengo, se me ha venido a la memoria la palabra "GALBANA", y me he dado cuenta  que hacía años no la había escuchado, y es que casi se ha olvidado o cuando menos no  suele utilizarse como se hacía antaño.

El diccionario de la RAE, la define como "pereza o no tener gana de hacer nada.

Allá en mis tiempos, como solemos decir los "mayores", era frecuente oírla, principalmente porque se cogía esa galbana cuando el calor hacía casi imposible el poder tener la menor diligencia para el trabajo en el campo y reiniciarlo una vez terminado el tiempo del pequeño descanso al que solíamos llamar "echar un cigarro". Y es que las faenas del campo, en los años en que yo las practicaba, todo lo que en invierno, si el frío no era muy riguroso, te invitaba a ello para entrar en calor, que realmente se conseguía al poco de comenzar, en estos días de calor que el nublado lo hacía, y lo hace, húmedo y pegajoso, suponía un inmenso sacrificio el lanzarte a ello, y hasta mentalmente se maldecía al "manijero", cuando daba la voz por ejemplo, vamos a echar otro revezo, que era como lo denominábamos al tiempo que se trabajaba entre descanso y descanso, y de lo que no estoy seguro sea correcta la palabra o esté aceptada en el DRAE.

Por pura reminiscencia, la última palabra del primer párrafo de esta entrada, he colocado la  de "antaño", como generalmente era utilizada por los viejos de cuando yo no lo era, cuando se refería a tiempo pasado y lo mismo solían usar la de "hogaño", cuando lo era del tiempo actual.

Ya entonces, a mí, y creo también a los jóvenes como yo, nos chirriaban esas palabras de antaño, hogaño, y también como los más mayores de aquellos lejanos tiempos, solían utilizar la palabra  "reales", al referirse a cantidades de dinero, incluso siendo bastante importantes, como por ejemplo para decir diez mil pesetas, la suprimían por "cuarenta mil reales", lo que a nosotros se nos obligaba a que mentalmente los cuarenta mil reales lo dividiéramos entre  cuatro, que aunque algunos jóvenes de hoy no lo sepan, cada peseta constaba de cuatro reales, y que incluso había monedas de a real y de dos reales, y esto hasta hace pocos años.

Lo que si hasta me da casi vergüenza, es cuando digo que yo he utilizado en algunas comprar, como las de caramelos, las monedas de uno y de dos céntimos, a las que se les llamaba "céntimo chico" y "céntimo gordo", respectivamente, y por ellas nos daban uno o dos caramelos de café con leche. También  las monedas de cinco  y de diez céntimos, eran las "perra chica "  y la "perra gorda".

Por cuanto a todo lo expuesto, no será de extrañar, que los hombres, entre ellos mi padre, utilizaban los calzoncillos blancos, que le llegaban hasta los tobillos, donde se los anudaban, con dos  cintas que tenían en cada una de la parte baja de las perneras. Los niños no utilizábamos pantalones largos hasta tener los catorce, quince o dieciséis años, y  se pasaba vergüenza la primera vez que salias a la calle utilizándolos, y cuando las piernas las tenías ya cubiertas de vello. También las mujeres usaban el refajo, la enagua  el corpiño, y las faldas, no dos o tres dedos más arriba de los tobillos. Como venido de aquellos lejanos tiempos, hasta me extraño de haberme ido adaptando a cada uno de los modos y formas que se han ido poniendo al uso a través de los años, de tantas y tantas cosas, de lo que como suele decirse, si nuestros antepasados levantaran la cabeza, volverían a morir de la sorpresa que habrían de llevarse, por los cambios habidos en todos los órdenes.

Seguro no faltara de quién lea esta entrada, que diga este tío la verdad que es lo que se llama un "vejestorio" y no les falta razón, aunque gracias a Dios lo llevo bastante bien.

Hasta la próxima entrada.

1 comentario:

Daniel Torres dijo...

Ja ja ja! Y yo llevo mejor que bien leerte, querido Rafael. De verdad que si no fuera por la certeza total de que las cosas que escribes son auténticas y vividas por ti en primera persona, habría de pensar que son puras invenciones al más puro estilo quevedesco o cervantino. Pues entre esos príncipes de las letras te corono Rey cada vez que te leo, querido amigo y cronista de referencia y cabecera.
Aquí frotándome las manos de impaciencia y avaricia, mientras llega la siguiente entrega de tu saga.