lunes, 14 de julio de 2014

Albañal


Ayer, y no se a cuenta de qué, se me vino a la memoria la palabra albañal, cuando ni por aproximación, podría calcular la cantidad de años que ni se me había venido al recuerdo, ni por descontado la había escuchado. Seguro estoy, de que la mayoría de los que entren a la lectura de esta entrada, aunque no sean muchos, claro, lean por primera vez en su vida esta palabreja, salvo los que cuenten con setenta o mas años, como por ejemplo el que suscribe.

Pero como yo rebaso casi en veinte los mencionados setenta, durante mi infancia y hasta bien entrada la juventud, no solo oía a diario la palabra albañal, si no que hasta lo que ella significa lo veía y hasta utilizaba varias veces al día.

Pero antes de entrar en mas disquisiciones, diré que según el diccionario de la RAE. en su primera definición de albañal, dice: "canal o conducto que da salida a las aguas inmundas". 

Así, en la casa donde vivía con mis padres hasta la llegada de la Guerra Civil Española, cuando yo había cumplido ya los once años de edad, y como quiera que, como en el noventa y cinco por ciento de los domicilios del pueblo no había cuarto de servicio, y por supuesto agua corriente en ninguno de ellos, todas las necesidades fisiológicas durante el día, había que realizarlas directamente  en el albañal, que en nuestra casa estaba situado justamente, a unos cuarenta o cincuenta centímetros de la puerta que daba salida al que llamábamos corral, y consistía en una rejilla colocada  sobre el suelo y encima de un pequeño boquete que comunicaba con el canal de todos los desagües de la localidad, y que lo llevaban hasta desembocar en las afueras del pueblo en el que se llamaba arroyo de las zarzas. Cerca del albañal había siempre un cubo con agua de la que se vertía un poco de ella cada vez que alguien lo utilizaba, a fin de evitar los malos olores. 

Eso era por lo que respecta al horario de día en que  estábamos  levantados, que por la noche, debajo de cada cama, había un recipiente al que se le llamaba "escupidera" y allí era donde verificábamos nuestras necesidades, que cuando se trataba solo de la micción, la escupidera con la orina expelida quedaba otra vez debajo de la cama, pero si se trataba de evacuar el vientre y a fin de evitar el mal olor en la habitación, cuando lo era por un niño, la madre o el padre, en mi caso, los míos, se levantaban, tomaban la escupidera y con solo abrir la puerta del corral  echaban por el albañal lo defecado, y con el agua que siempre había junto al mismo, se realizaba una pequeña limpieza de la escupidera y el agua que había servido para ello, valía a su vez para alejar los excrementos del fondo del albañal. A partir de los seis, siete u ocho años, el mismo que había utilizado la escupidera era el que tenía que realizar la misión que los padres  habían hecho cuando se era menor.

Con la entrada de hoy me he colocado en la tesitura de tener que pedir perdón por lo poco agradable del tema, pero que a mí no me ha llevado a tratarlo, nada más que primero, por lo que a lo raro que os sonará a la mayoría la palabra del asunto, de la que seguro alguno de vosotros ni la habréis oído en la vida, y a su vez, dar testimonio de como era el cotidiano vivir de la inmensa mayoría de los españoles, y que como era lo que había, por fuerza se acostumbraba uno a ello, y que a decir verdad, hasta éramos felices.

Ah, en la parte alta de la puerta que daba acceso al albañal, había un pequeño tejadillo, a fin de que, si estaba lloviendo  cuando llegaba la necesidad de utilizarlo, por lo menos no cayera el agua encima. Lo mas difícil de evitar, era el frío del invierno, y sobre todo durante la noche y la madrugada. 

En próximas entradas traeré a colación así palabrejas de las que ya haga años hayan dejado de oírse y resultar un tanto extrañas, a fin de que cuando menos estemos por este mundo, mis coetáneos y yo, volvamos de vez en vez a sentirnos no solo jóvenes, si no hasta niños.

Os reitero la petición de perdón, por si os resulta un tanto desagradable el tema tratado.

Hasta la próxima.

3 comentarios:

Luis Carballeda dijo...

No conocia el significado, ni su existencia, en la aldea de mis padres en galicia iban directamente a la cuadra, y cuando llegamos las nuevas generaciones de "señoritos" de Zaragoza, construyeron un pozo ciego ya que el agua y el cuarto de baño actual tardo muchos años en llegar.
Un Abrazo

Carmen dijo...

Yo no lo he conocido, siempre te he dicho que yo fui una niña de ciudad totalmente, no concibo que hubo un tiempo en que no hubiese cuartos de baño en las casas, eso sí, el agua caliente brillaba por su ausencia, llegó cuando tenía unos doce años y era un termo con un brazo de ducha incorporado que funcionaba con electricidad y sólo con ducharse uno se quedaba el agua fría y había que esperar una media hora para que el agua se calentará otra vez, imagínate las batallitas de los hermanos a ver quién se duchaba primero.... Ja ja, eso ahora también sería impensable , verdad? .Bss.

Daniel Torres dijo...

Genial tu post, Rafael! Delicioso (por el estilo tan divertido, más que por el asunto, je je).
Ahora, que a nosotros sí nos dio tiempo a ver albañales de pequeños, alguna vez que fuimos de vacaciones a casas de familiares en los pueblos de España. En los setenta... cuando todavía se vivía cerca de la tierra.