Pablo en El Médano, Santa Cruz de Tenerife
(al fondo, Montaña Roja)
Hoy 29 de junio, festividad de San Pedro y San Pablo, es el cumpleaños, si no me equivoco 23, y también el día de su santo de mi nieto Pablo, el cuarto cronológicamente en venir al mundo de los seis que tengo y viven.
Si a los padres los hacen viejos los hijos, ¿que no será lo que nos hacen a los abuelos? Por cuanto a mí, y eso que me casé muy cerquita de los treinta y un años, el primero de mis nietos en el orden que he citado antes, está a las puertas de cumplir los 28. Así que... ¡por donde andaré yo!...
Pues eso, llamando a las puertas de los nonagenarios, que hasta mí mismo podría causarme pavor con solo poner en mi boca esa palabreja. Pero tampoco quiero magnificar tanto tal circunstancia, y pido a Dios que mientras me mantenga en la situación que me hallo en la actualidad, tanto física, como psiquicamente, no me importa el seguir cumpliendo anualidades, que por el momento, a mí, no me alcanza eso de que se dice, "de que pesan los años", pues bastante liviano es el que soporto, pese a los muchos que sobre mí llevo y en nada mengua mi deseo y ganas de seguir viviendo, además, de como es todo el entorno familiar e íntimo que me rodea y de lo que sin duda, gozo de la vida como ni siquiera hubiere imaginado pudiera hacerlo a estas alturas.
La festividad de hoy, me ha llevado también hasta aquella tan lejana juventud mía, que en mi pueblo era un día grande, máxime que era uno de los de celebrar baile, única diversión que teníamos la juventud, y no juventud, y quizá por ello tratábamos de sacarle el mayor jugo posible. Y como no, también, y los años fuerzan a ello, en comparar la fogosidad de todo orden que se empleaba en cualquier actividad o festejo de aquellos tiempos, al sosiego con que se lleva, cuando se templan los temperamentos, las perspectivas se observan desde atalayas diferentes, las ambiciones se dominan, las pasiones se aminoran y así sería un largo etcétera de enumerar circunstancias, y que en una sola palabra puede expresarse y condensarse todo ello, diciendo que la edad lo cura, si por enfermedad puede catalogarse aquello que tal vez en parte con algún exceso se lleva a cabo cuando los años no se acumulan ni amontonan tanto.
Creo que sí me señala el que esté bastante metido en años, que la entrada en este blog, que la había motivado el felicitar a mi nieto Pablo por su cumpleaños y santo, enseguida me ha llevado hasta lo que se echa en falta cuando a "mayor" se llega, y en este caso, como suele hacerse de forma casi general, me he puesto a filosofar sobre el paso y tránsito por la vida. Pero ésto, a los que ahora pueda incluso causaros cierta risita, tener por seguro, que cuando os alcancen, no los que yo tengo ahora, si no algunos menos, os encontraréis hollando las mismas veredas por las que todos mis coetáneos, y yo, caminamos ahora.
Y por hoy ya está bien de daros la matraca, y no quiero facilitar mas motivos para tomarla con los "viejos". Hasta la próxima entrada, que procuraré portarme mejor.
Si a los padres los hacen viejos los hijos, ¿que no será lo que nos hacen a los abuelos? Por cuanto a mí, y eso que me casé muy cerquita de los treinta y un años, el primero de mis nietos en el orden que he citado antes, está a las puertas de cumplir los 28. Así que... ¡por donde andaré yo!...
Pues eso, llamando a las puertas de los nonagenarios, que hasta mí mismo podría causarme pavor con solo poner en mi boca esa palabreja. Pero tampoco quiero magnificar tanto tal circunstancia, y pido a Dios que mientras me mantenga en la situación que me hallo en la actualidad, tanto física, como psiquicamente, no me importa el seguir cumpliendo anualidades, que por el momento, a mí, no me alcanza eso de que se dice, "de que pesan los años", pues bastante liviano es el que soporto, pese a los muchos que sobre mí llevo y en nada mengua mi deseo y ganas de seguir viviendo, además, de como es todo el entorno familiar e íntimo que me rodea y de lo que sin duda, gozo de la vida como ni siquiera hubiere imaginado pudiera hacerlo a estas alturas.
La festividad de hoy, me ha llevado también hasta aquella tan lejana juventud mía, que en mi pueblo era un día grande, máxime que era uno de los de celebrar baile, única diversión que teníamos la juventud, y no juventud, y quizá por ello tratábamos de sacarle el mayor jugo posible. Y como no, también, y los años fuerzan a ello, en comparar la fogosidad de todo orden que se empleaba en cualquier actividad o festejo de aquellos tiempos, al sosiego con que se lleva, cuando se templan los temperamentos, las perspectivas se observan desde atalayas diferentes, las ambiciones se dominan, las pasiones se aminoran y así sería un largo etcétera de enumerar circunstancias, y que en una sola palabra puede expresarse y condensarse todo ello, diciendo que la edad lo cura, si por enfermedad puede catalogarse aquello que tal vez en parte con algún exceso se lleva a cabo cuando los años no se acumulan ni amontonan tanto.
Creo que sí me señala el que esté bastante metido en años, que la entrada en este blog, que la había motivado el felicitar a mi nieto Pablo por su cumpleaños y santo, enseguida me ha llevado hasta lo que se echa en falta cuando a "mayor" se llega, y en este caso, como suele hacerse de forma casi general, me he puesto a filosofar sobre el paso y tránsito por la vida. Pero ésto, a los que ahora pueda incluso causaros cierta risita, tener por seguro, que cuando os alcancen, no los que yo tengo ahora, si no algunos menos, os encontraréis hollando las mismas veredas por las que todos mis coetáneos, y yo, caminamos ahora.
Y por hoy ya está bien de daros la matraca, y no quiero facilitar mas motivos para tomarla con los "viejos". Hasta la próxima entrada, que procuraré portarme mejor.