domingo, 20 de abril de 2014

Veinte años de orfandad


Hoy se cumplen veinte años del fallecimiento de mi madre. Cuando una madre se muere, se lleva gran parte de la vida de uno. Ese flanco que desde el mismo instante en que se nace, ha estado amorosa y permanentemente cubierto contra todo y contra todos por la madre, queda desguarnecido y huérfano de esa bendita protección que hasta entonces te ha estado protegiendo, y, sin que nada ni nadie, pueda sustituirla. Hasta que una madre no muere, no se siente uno huérfano como tal, y nunca, nunca, nunca se olvidan todos aquellos cuidados, tantos desvelos y ese infinito cariño del que creo que solo una madre es capaz de sentir hacia un hijo.

Sirva esta corta, pero sentida entrada en este blog, como un amoroso recuerdo y agradecimiento, a todo cuanto supo luchar durante tantos años por sacar a su prole adelante, en circunstancias tan difíciles, como las que a ella le toco vivir.

Que Dios le haya deparado la dicha de tener junto a ella, a todos sus hijos que ya le siguieron el camino del Cielo.

Hasta la próxima.

1 comentario:

Carmen dijo...

Es cierto todo cuanto dices y eso que tu la disfrutaste un montón de años, la mía se fue demasiado pronto y no pasa un día sin que la recuerde, pienso que siempre las necesitamos y que mientras las recordemos con tanto cariño y sigan en nuestro corazón, no habrán muerto, no crees? Bss.