Era el día 2 de agosto pero de 1946. Hoy precisamente se cumplen 67 años, en que tocaba por primera vez una máquina de escribir. Los que no estéis al tanto del caso, exclamaréis ¡pues vaya noticia que no da hoy éste! Pués la noticia en sí no será muy importante, pero el "caso" a que da lugar el citarlo hoy, si lo fue en su día.
Quienes hayais leído mis memorias, o tres entradas que hice en este blog en 31 de julio y 1 y 2 de agosto de 2008, sabeis demasiado que la cosa tuvo su aquél. Y aunque sea brevemente a continuación trataré de explicarlo a fin de que lo conozcais, aquellos que como cito no lo sepan.
Resulta que sería mediados del mes de julio del mencionado año 1946, hallándome cumpliendo el servicio militar en el Regimiento de Artillería número 14, cuyo acuartelamiento estaba en Pineda, extrarradios de Sevilla, cuando el Sargento de Semana después de pasar la Lista de Retreta, que para los no iniciados diré que es la última que se pasa en el Ejército cada día, citaba una orden que procedente de Capitanía General de la 2ª Región Militar, ubicadas sus oficinas en la Plaza de España de la mencionada capital sevillana, solicitaba personal voluntario para ordenanzas, escribientes y mecanógrafos en las mencionadas oficinas. Para ordenanzas, fueron bastantes los que dieron el paso al frente al punto de que el Sargento, solo tomo nota de tres o cuatrro de ellos; para escribientes, también fueron varios los que deseaban dicho destino, pero para mecanógrafo, nadie salía. En vista de ello, y sin lugar a dudas ha sido lo mas descabellado que haya hecho en la vida, y con la agravante de que ni siquiera había tocado nunca una máquina de escribir, di un paso al frente para que me incluyera en lista solicitando como tal el destino de mecanógrafo., creyendo quw no me llamaríanm aunque sí me hubiere gustado serl
El día 31 del mencionado mes de julio y tras ser leída la citada Lista de Retreta, en nota que aparte tenía sobre sus manos el Sargento, leía lo siguiente: "El Artillero Rafael Galán Rodríguez hará su presentación con la máxima urgencia en las Oficinas de Capitanía General de esta Región Militar, donde ha sido destinado como mecanógrafo". ¡El mundo se me vino encima! Yo, que hasta mi ingreso en el Ejército solo había efectuado los diferentes trabajos del campo y los dos años anteriores a mi ingreso, trabajando en una mina de carbón, y que como citaba anteriormente, ni siquiera había tocado jamás una máquina de escribir... ¡Hala! destinado nada menos que como tal mecanógrafo a las oficinas de la Capitanía General.
Al siguiente día, primero de agosto, que como suele decirse, "con más miedo que vergueza", salía del Regimiento rumbo a mi nuevo destino. Al verificar mi presentación ante un Brigada, donde me indicaron había de hacerlo, al preguntarme a qué oficinas iba destinado, cuestión que no me lo había dicho el Sargento la noche anterior al darme la noticia, y tras algunas llamadas de teléfono a distintas oficinas, dicho Suboficial no consiguiendo averiguar mi destino, me indicó volviera al Regimiento y me dijeran que oficina o Negociado era quien me reclamaba, lo que así hicieron.
Aquellas veinticuatro horas, fueron para mí, como si un condenado a muerte cuando lo van a ejecutar aplazan la ejecución para el siguiente día a la misma hora. Pero esas veinticuatro horas pasaron mas veloces de lo que yo hubiere deseado no llegaran nunca. Y así llegó aquel 2 de agosto de 1946, serían aproximadamente las once de la mañana, verifiqué mi presentación ante el mismo Brigada, al que le indique cuanto me había sido informado en el Regimiento, y que era en concreto la Zona de Reclutamiento y Movilización número 9, dependiente del Gobierno Militar. Hacía un calor sofocante. Yo portaba una maleta de madera, que hace pocas fechas citaba cuando me incorporé a Málaga como Guardia Civil. Desde los sótanos de Capitanía donde tenía su oficina el Brigada a quien me había presentado y a quien acompñaba hasta mi nuevo destino, hubímos de subir por una escalera de las llamadas de caracol con 108 escalones. El contenido de la maleta, no recuerdo exactamente, pero poco mas o menos pesaba como si fuera vacía, no obstante ello el mismo estado nervioso que llevaba por el resultado de cuanto pudiera suceder al descubrirse que ni puñetera idea tenía con respecto al destino que se me hacía, y sospechando que a lo mejor hasta pudieran mandarme un mes al calabozo, aquellos 108 escalones que hubimos de subir, yo hubiere preferido que no hubieran terminado nunca, pero pronto me hallé antes unas oficinas, en la que tras pasar una puerta de grandes dimensiones, sobre una ventanilla abierta en una mampara de madera y crital, figuraba el siguiente rótulo "ZONA DE RECLUTAMIENTO Y MOVILIZACIÓN NUMERO 9", Aquello me pareció un epitafio puesto a mi medida.
Abreviando y tras un pequeño trámite entre el Brigada que acompañaba y otro del mismo empleo, encargado del personal de la oficina receptora, fui presentado ante un Capitán a quien debía prestar mis servicios como tal mecanógrafo.
Yo como todo capital llevaba encima solamente un sello de correos que tenía guardado con el fin de escribir a mis padres y contarle donde pudiera encontrarme, ya que fusilarme no creía pudieran llegar a hacer conmigo. El Brigada, hizo de mí la siguiente presentación: "Mi Capitán aquí le presento el mecanógrafo que había solicitado". Poniéndose a sus órdenes se retiro, y allí quedaba yo SOLO ANTE EL PELIGRO.
El Capitán tras ofrecerme su petaca de la que eché cantidad como para un cigarro, tuvo que darme papel de fumar para liarlo y además ofrecerme un enendedor para para prenderle fuego, que previas preguntas le contestaba que carecía de todo, y que finalmente me dió la siguiente respuesta: "Pues vienes tú como para irte de juerga".
Tras todo este prólogo, yo parecía ya estar dispuesto a afrontar todas consecuencias que pudieran sobrevenirme, de lo que sin duda era merecedor, pero lo que fuera a ser que lo fuera ya. Y así fué.
Señálándome una máquina de escribir marca "Underwood", que había a la derecha de la mesa que el Capitán ocupaba, me dice bueno vamos a trabajar. Con mucho mas aplomo del que antes presumía tener, y pensando que allí estaba yo para afrontar las consecuencias, le respondí: "Mi Capitán. yo no soy mecanógrafo y ni siquiera he tocado nunca una máquina de escribir". Aquel Capitán sin lugar a dudas sufría la mayor sorpresa de su vida. Me añade: "Entonces es que te han mandado equivocadamente". Le conté todo tal había sucedido. Creo que ni se acordaba que tenía un cigarro en su mano. Primero se quedó mirándome fíjamente, creo que pensando "qué hago yo con este tío". Tras un breve paréntesis, elevando su mirada al infinito, tal vez pensando la condena que merecía, me espetó asi de sopetón: "¿Tú tienes interés en aprender a escribir a máquina?" Como era cierto, le respondí que era lo que más deseaba en aquel momento. Sentencia final: "Entonces no te preocupes, verás como pronto te enseñas". Como he comentado muchas veces, aquel hombre hasta lo hubiera colmado de besos en aquellos momentos, y si no lo hice no fue por falta de deseo, pero como soldado ante un Capitán, hube de contenerme
Sin salir ni una sola tarde después de las horas de oficina, gastando infinidad de cuartillas y fólios, y trás haberme comprado un librito cuyo título recuerdo era "Mecanografía al tacto". Aproximadamente un mes despues, trabajábamos, digo yo, trabajaba como un mecanógrafo de mediana capacidad para arriba.
Aquello con el paso del tiempo me sirvió mucho en la Guardia Civil.
Asi que hace hoy sesenta y siete años comencé mi enseñanza de mecanografía. Vaya otra vez mi agradecimiento a aquel Capitán, que para mi tenía mas madera de Santo que de militar.
Hasta la próxima entrada.