jueves, 28 de marzo de 2013

Algunos recuerdos del Miércoles Santo

Casa Hermandad de la Archicofradía de la Expiración (Málaga)

Comenzaré diciendo una perogrullada, y es que como hoy es Jueves Santo, ayer lo fue Miércoles Santo. Dicho queda.

Pero dicho lo anterior, y refiriéndome en concreto a la Semana Santa malagueña y desde que yo las llevo presenciando, que con la corriente hace la número sesenta y dos, no es tan disparatado el primer párrafo de la presente entrada. Vamos al detalle. Entre las numerosas Cofradías que procesionan sus Titulares durante la Semana Santa en Málaga, está una, para mí la más entrañable y cuyo valor, cuando menos material, tanto de sus tronos como de los demás enseres, es el mas importante de todas, la denominada del Santísimo Cristo de la Expiración y María Santísima de los Dolores, para los malagueños, y yo me considero uno de ellos, "la Expiración", y por añadidura, el Cuerpo de la Guardia Civil es Hermano Mayor Honorario de la misma. Pues bién, esta hermandad inicia su desfile procesional el Miércoles Santo, pero  su salida es a las 24'00 horas, que antes de que sus tronos hayan terminado de salir a la calle, ya se es Jueves Santo, y aquí el motivo de soltar la perogrullada del inicio.

Pero vamos al grano, que me estoy enrollando y hasta ahora dirán mis lectores, que no por escasos dejan de ser importantes, que no saben a que vienen eso de los recuerdos. Comencemos y voy a hacerlo siguiendo el orden cronológico de su acecido.

María Santísima de los Dolores Coronada

El primero de ellos y sin duda el de menor importancia, creo lo fue en la Semana Santa de 1954, año antes o después, en que yo iba a desfilar con la Compañía de Guardia Civiles que entonces lo hacían y que como tal Guardia yo estaba en activo, y el recuerdo es en que al igual que pasó esta noche pasada, la procesión fue suspendida debido al mal tiempo meteorológico, o sea, menos rimbombante, por la lluvia, y anoche, tras haber dormido una buena siesta estaba preparado para presenciar su salida y que iba a ser retransmitida por televisión, me quedé esperando, por iguales causas, y con posterioridad a aquella suspensión, nunca más tuve la oportunidad de tomar parte en el desfile de las fuerzas del Cuerpo, aunque siempre estuve prestando mis servicios en diferentes cometidos relacionados con ese motivo.  

El segundo de los recuerdos y sin duda el de mayor trascendencia, lo fue en la noche del 2 al 3 de abril de 1958. Resulta que mi mujer, como buena malagueña,  que desde el balcón de la casa de sus padres donde había vivido hasta que se casó, casi se tocaba una de las paredes laterales de la Iglesia de San Pedro, en la cual se veneran los Titulares de la Cofradía, y por último, de que su marido era Guardia Civil, sentía tal veneración por la Expiración, que con el detalle que voy a relatar queda más que explícito. Resulta  que, mi mujer, se hallaba en vísperas de cumplir el periodo de su segundo embarazo, pero aquél Miércoles Santo desde muchas horas antes de la Salida de "su" Expiración estuvo dándome la tabarra de que la llevara cuando menos a presenciar la salida de la procesión, que como he citado antes lo hacía, y sigue haciéndolo a las doce de la noche, pero pese a su insistencia y por la situación en que se encontraba, e incluso con algo de disgusto, no cedí a sus pretensiones.  Pues resulta, que como he repetido otras veces, la procesión salía a las doce de la noche, y dos horas después, o sea a las dos de la mañana del siguiente Jueves Santo, ya estaba en el mundo mi segundo hijo. De haber cedido a su petición, quien saber si hasta algún  miembro de la Guardia Civil hubiera tenido que auxiliarnos durante el parto que le hubiera llegado a lo mejor en las inmediaciones de la Iglesia de San Pedro, donde precisamente contrajimos matrimonio. 

Y otro de los recuerdos, este relacionado con el Miércoles Santo, aunque algunos días antes del mismo, de la Semana Santa de 1960, fue lo siguiente. Resulta que la Cofradía de la Expiración, decidió aquel año imponer una Medalla de la Cofradía a la esposa del entonces Jefe del Estado, General Franco. El entonces Hermano Mayor de la Cofradía Enrique Navarro, que a su vez lo era también de la Agrupación de Cofradías de Málaga, una vez adquirida la medalla, se la entregó a un pariente suyo a fin de que le diera la adecuación correspondiente y con arreglo a la persona a quien le iba a ser impuesta. Y como decía al principio de este relato, en la mañana de unos dos o tres días antes, y cuando yo me hallaba destinado en el Servicio de Información de la Comandancia  de Málaga, me manda llamar el Teniente Coronel Primer Jefe de la misma y me dice: "Una medalla que le íba a ser impuesta por la Cofradía de la Expiración  a la Señora del Generalísimo, ha sido robada. Así que tome usted la fuerza que crea necesaria y no vuelva por aquí hasta que no venga con la medalla. ¡Anda Rafalito, ahí tienes la papeleta!". Me hice acompañar por un Guardia llamado Ángel Tomé, gallego de nacimiento, y buen Guardia, inteligente y tranquilo en su proceder. Mi primera decisión fue irme a ver al Hermano Mayor de la Cofradía el mencionado Enrique Navarro, el que me contó lo sucedido y me dijo que el robo se había cometido en el domicilio de su primo a quien le había entregado la medalla para que la preparase. Abreviando, resulta que solamente existía una sola persona que pudiera haber cometido el acto, una señora que diariamente acudía a la casa para proceder a su limpieza. Tras las primeras gestiones y dadas muchas circunstancias, me resultaba difícil que aquella señora, quien también llevaba la limpieza de los locales de la Cofradía hubiese cometido, en todo caso hubiere sido un hurto, no un robo. Trasladados con la supuesta autora del hecho a la casa del denunciante de la desaparición de la tan mencionada medalla, y con casi la total seguridad de que la sospechosa no lo era tal, y que previa mi indicación iba acompañada de una parienta suya, y dadas unas cuantas recomendaciones, las dejé a ambas en la cocina, mientras yo encerrándome en el dormitorio del denunciante, comenzamos en un minucioso reconocimiento de todos los muebles, cama y enseres del compartimento, y  ¡ALELUYA!, dentro de un sobre de los muchos que había en un cajón de una especie de cómoda, allí estaba el hallazgo de la tan anhelada medalla y es que tan bien guardada quiso tenerla y que con el propio nerviosismo de no encontrarla cuando intentó cogerla para su entrega, ya ni se acordaba de dónde o cómo podía haberla guardado. Gracias a nuestra intervención, la supuesta culpable señalada por el denunciante, no le agredió como ella hubiera deseado (y con cierta razón, según mi entender). Pero yo, totalmente contento y como se me había ordenado, volvía a presentarme ante mi superior, con la medalla en la mano.

Estos son algunos de los muchos reecuerdos que de la Semana Santa de Málaga, guardo. Hasta la próxima.

viernes, 22 de marzo de 2013

Honores y tratamientos


No temáis, que no voy a da una clase teórica de ordenanzas militares, si es eso lo que estáis pensando habiendo leído el titulo dado a esta entrada, sino que cumpliendo mi palabra por cuanto terminaba en mi entrada del pasado día 11, hoy voy a tratar de como nos tratábamos y nos considerábamos allá por mis tiempos de infancia e incluso bien entrada mi juventud, y es más, diría, que hasta ya en edad bien madura. 

Pues vamos a ello. Una de las modernidades a la que no he terminado por acoplarme, es al uso del  "tuteo". Posiblemente a los que seáis jóvenes y no tan jóvenes os pueda resbalar un tanto cuanto voy a poner de manifiesto. En mi pueblo, y creo era costumbre en la mayoría de los pueblos de España, dábamos el tratamiento de usted a nuestros propios padres, abuelos, tíos, a toda persona mayor, e incluso a personas a las que no se conocía o se tenía trato cercano con ellos, aun siendo jóvenes. En este sentido se daba el caso por ejemplo, que a mí incluso se me dio en  no pocas ocasiones, siendo joven, de que una muchacha de mi edad, que podría ser a lo mejor de 16, 17 o 18 años  más o menos, que procedente de otro pueblo llegara al mío, bien para visitar familiares, amistades o asistir a alguna festividad en Villaharta, si la acompañabas en el paseo, comenzabas tratándola, y ella a ti, de usted, y lo mismo sucedía si le pedías que te concediera bailar una pieza contigo, le dabas ese tratamiento y cuando terminabas de bailar, la acompañabas hasta de donde había salido a bailar, bien sentada en alguna silla o de algún grupo y te despedías de ella dándole las gracias por el baile concedido. Si tan pronto comenzabas a dirigirle la palabra lo hacías tuteándola, solía "pararte los pies" con una frase que era de uso general, y que consistía en decirte "usted cuántas veces ha comido conmigo para tutearme". Como es natural, con las amigas y conocidas no se empleaban estos protocolos, aunque si no era una amiga íntima o de la familia, si se le solían  dar las gracias cuando habías bailado con ella, previa petición al respecto. 

Con el paso de los años, las costumbres fueron cambiando, dándose el caso de que en mi propia familia, los cuatro hermanos, yo que era el mayor y los siguientes,  todos varones, tratábamos a nuestros propios padres de usted, pero mi hermana, la número cinco en los hermanos, y  que por tanto era la más pequeña, no se si por ser hembra o porque era la "niña", pero sí,  seguro lo era porque los años iban pasando,  ya los tuteaba.

Yo, cuando  cualquier persona de a lo mejor no más de veinte o veinticinco años, los veo tutear a otra de a lo mejor setenta, ochenta o más años, me choca y casi diría no termino de aceptarlo, y se me da la circunstancia de que no me afecta casi nada, si ese tratamiento me lo dan a mí personalmente.

En cuanto a los tratamientos, toda persona que estaba en posesión del título de bachillerato o de cualquier carrera, tenía derecho al tratado de Don, y como tal había que dárselo si él lo interesaba. Esto generalmente no se daba entre amistades o conocidos de la misma localidad,  pero especialmente a los maestros, profesores, médicos, veterinarios, etc., salvo los amigos mas íntimos o familiares, se les anteponía siempre el Don a su propio nombre. 

En el Ejército, a partir del empleo de Sargento y hasta el de Teniente Coronel,  tenía ese derecho; los  Coroneles, el de Usía,  y Generales, el de Vuecencia, que era el  abreviado de Vuestra Excelencia. Los hijos de Capitanes o empleos superiores, aun sin tener título alguno, tenían igualmente el derecho al citado tratamiento. Estos tratamientos que se exigían en el Ejército, eran extensibles en igual orden a la Guardia Civil.

Las personas, que se consideraban ellas mismas,  "bien educadas", los caballeros,  si llevaban puesta alguna prenda de cabeza y se cruzaban por la calle, con personas de igual o superior consideración,  y especialmente con alguna señora conocida, se destocaban la prenda de cabeza y con una pequeña reverencia, le daban bien los buenos días, buenas tardes, o lo que correspondiera, o simplemente, el "vaya usted con Dios, Señora". 

Todo este protocolo comenzó a perderse con relativa frecuencia, a partir de finalizar la Guerra Civil. 

Como podréis observar, los tiempos han cambiado en este y en otros muchos sentidos, pero como decía anteriormente, no lo puedo remediar, pero me choca un tanto ese tuteo a personas muy mayores o  ancianas, que claro, a mí no me alcanza eso todavía, pero quizá llegaré algún día a encontrarme entre los catalogados en  ese grupo.

Hasta la próxima, que trataré algún otro tema de como lo era en "mis tiempos".

domingo, 17 de marzo de 2013

El día de mi sorteo



Tal día, hoy hace sesenta y siete años, se verificaba en España el sorteo del Reemplazo de 1946, o sea mi quinta. 

Al recuerdo se me ha venido la francachela de aquel ya lejano domingo 17 de Marzo, que también en mil novecientos cuarenta y seis coincidían los días de la semana con el presente año,  con motivo de uno de los días de quintos que tanto se celebraba en los pueblos. Nos comimos un chivo bastante grande, incluso para unos dieciocho o veinte quintos que nos juntamos, vino, no faltó tampoco, y hasta una vaquilla que además de embestir bastante, tenía más mala leche que un perro chico, pero, y ya creo lo hice constar en una entrada años atrás en este blog, yo mientras la vaquilla estuvo en nuestras inmediaciones, me lo pase subido en un árbol, y es que el arte de Cúchares no se ha ha hecho para mí.  Pues aquel día de quintos que comenzó sobre las once de la mañana, a muchos de los mismos, entre ellos, yo, nos amaneció el siguiente día por las calles de Villaharta, más que nada sin dejar dormir plácidamente a la vecindad. Pero a los pobres quintos todo se le perdonaba. 

El título dado a la entrada, como los es "el día de mi sorteo", es que una de las coplas del repertorio de los quintos desde hacía muchísimos años, decía así:
    
           El día de mi sorteo,
           estabas en la ventana, 
           y al oír mi mala suerte,
           te caíste desmayada.
   
  Y luego le seguía el estribillo,

            No me llores niña,  
            no me llores, no, 
            porque si tu lloras.
            también lloro yo, 
            también lloro yo,
            también lloro yo, 
            no me llores niña,
            no me llores no

De aquellos 18 o 20 quintos que lo fuimos aquel "46", siete u ocho fuimos, entre ellos yo, destinados a Sevilla. Y luego claro entre copla y copla, cada uno lanzábamos vivas al punto donde habíamos sido destinados. 

Desde tiempo inmemorial, hasta muchos años después de mi quinta, la marcha a la "mili", señalaba para los hombres un antes y un después en la vida de los mismos. En torno a la mili, y como reza un dicho popular, "cada uno cuenta la feria según le ha ido" y en cuanto a mí,  y todos cuantos me conocéis lo sabéis bien, y para los que no me conozcan, se lo digo ahora, fue la mejor vida que hasta entonces había pasado, guardando de ello felicísimos recuerdos y donde hice entrañables amigos. Claro, que no todos tuvieron la suerte que yo tuve de ir de mecanógrafo a Capitanía General, y que creo me jugué el tipo, al solicitar una vacante de tal mecanógrafo cuando ni siquiera había tocado una máquina de escribir en la vida. En muchas ocasiones he relatado tal peripecia, y todo se lo debo a un Capitán que, mas que un militar o un hombre, para mí fue, podría decir "un santo".

Bueno y como despedida de esta mi entrada de hoy, de aquellos dieciocho o veinte quintos que hoy se han cumplido 67 años de la gran "comilona" celebrada, que yo sepa, solo quedamos tres, y es que el tiempo no respeta ni a los "Quintos del 46". Un cariñoso y sentido recuerdo a los que nos dejaron y un afectuoso saludo a los que quedamos, que además de el que suscribe, también lo está mi entrañable amigo Alfonso Pérez, y el que conocíamos por "La Alsina" que creo se llama José García Zarcero, también gran amigo, y perdón si no he dado en el clavo de su nombre y apellidos.
     
 Hasta la próxima entrada.

lunes, 11 de marzo de 2013

El progreso en las telecomunicaciones



Por vergüenza torera no tengo mas remedio que comenzar confesándome un total inexperto para tratar del asunto que está dando título a esta entrada en el blog. Hace una semana de mi última entrada, que ha pasado como un relámpago, y en la que entre otras cosas trataba de cómo los niños hacíamos nuestra vida de juegos totalmente en la calle y la diferencia tanto en la cantidad como en la clase de los juguetes  que de entonces a la actualidad se empleaban.

El paso del tiempo así dicho a vuela pluma, pasa con una velocidad que como a mí me sucede, nos acumula una cantidad de años, de la que mirándonos despacio, a nosotros mismos nos causa extrañeza. Pero si como yo digo hoy, hago una comparación con los medios de telecomunicación de aquella ya mi lejana infancia, con la de, y diciéndolo con benevolencia, mi persona mayor de la actualidad, cambio totalmente de consideración en catalogar la velocidad en el paso de los años, y aún como al principio señalo, soy un total inexperto en la materia, sí, como cualquier otra persona, me considero con autoridad para hacer constar lo que mas adelante señalaré.

Creo yo debía contar con ocho o nueve años de edad, cuando llegó el teléfono a mi pueblo, ya que debió de hacerlo en los años 1933 o 1934. Y haciendo un pequeño paréntesis, voy a señalar lo mas breve que me sea posible, una anécdota que a este respecto sucedió en mi pueblo.
Uno o dos años antes de que llegara el teléfono a Villaharta, mi pueblo, en pleno verano y cuando la inmensa mayoría de los jornaleros agrícolas estaban en el paro, se presentó a las autoridades de la localidad un individuo que decía ser "Perito" de las telecomunicaciones y que llevaba el encargo de comenzar los trabajos para su traída del teléfono a la localidad. El revuelo y las atenciones  prestadas a tan importante personaje y que tan gratas noticias traía, fueron por las propias autoridades y por el pueblo en general, de una exaltación inenarrable. Señalaba los primeros trabajos a realizar, que consistían en ir clavando estaquillas que señalaran los puntos por donde irían colocados los postes que sostendrían los cables de la telefonía. Pero recogidos los honores que  ofrecidos le fueron, el simulado "perito", resultó ser un poco gracioso impostor y una broma de muy mal gusto, por no decir con muy mala leche, desapareció "sin poner palos ni alambres", como decía una de las estrofas de las coplillas que en el carnaval siguiente salieron en las murgas y comparsas,  como era de prever.  

Bueno, pues llegado el teléfono para poder realizar una llamada a cualquier punto de España, incluso al pueblo mas cercano como por ejemplo Espiel, había que mandar primero el anuncio de una conferencia con quien se solicitaba hablar, y  después de  tres, cuatro, cinco o más horas de demora, se celebraba la solicitada conferencia y también para ello había que acudir a la centralita del pueblo, que por cierto se hallaba en una casa junto a la iglesia. En aquel modo de comunicación, yo solo había hablado dos o tres palabras con un tío mío que estaba de Guardia Civil en Albacete y cuya conferencia le había sido solicitado por su madre, mi abuela, claro. Realmente, yo hablaba por teléfono por primera vez en mi vida, cuando me fui a la "mili" y que por cierto me desquité de todo cuanto antes no lo había hecho. 

Y vamos al grano de la cuestión y por lo que me trae hoy a esta entrada.  Resulta que el  pasado sábado, o sea antes de ayer, una buena amiga, una cuñada mía y yo mismo, nos citamos para desayunar. Con independencia del café, que de distinta clase y tamaño, pedimos cada uno de los tres, solicitamos un total de 12 churros, o "jeringos" como se les llamaba en mi pueblo, y por no desentonar con el café, cada uno de los tres habíamos pedido un número de ellos distinto, y por supuesto, mi petición fue la de mayor cantidad.  Y aquí viene el quid del asunto. De aquel plato con sus doce churros, mi buena amiga, con su nuevo y flamante teléfono, a través del "Guasa" como fonéticamente creo suena, le hizo una fotografía y se la mandó a mi hijo mayor, que a la sazón y hoy también, se encontraba en Madrid. Bueno, pues aún no habíamos dado comienzo a meterle mano a los churros, cuando se recibía una comunicación de mi citado hijo, diciendo que le daba envidia de ver el plato de churros que nos íbamos a meter entre pecho y espalda, y que ojalá él pudiera ayudarnos en su consumición. Ah, y en mi infancia, para hacerse una fotografía, había que ir como mínimo a Córdoba o a Pozoblanco, como tuvieron que hacer conmigo cuando me hicieron la primera cuando tenía cinco meses de edad, y que por cierto fue en el citado pueblo. 

Creo que de aquellas situaciones de mi niñez, incluso de mi primera juventud, a la de mi actualidad, ya "mayor", creo hay una diferencia tan abismal, que yo, cuando con relativa frecuencia lo hago,  retrotraigo mis recuerdos, en estas y otras muchas situaciones,  hasta mi devenir por la actualidad, me parece que yo procedo casi de la denominada era de la "prehistoria". Y ya que hoy me he metido en estos berenjenales, voy a explotar el filón que ello me proporciona y en sucesivas entradas trataré de relatar como, porqué y en que condiciones se vivía en, y como suelen comenzar todos los Evangelios: "En aquel tiempo", a como hoy y gracias a Dios lo hacemos. De ello, yo he venido siendo testigo de todo ese progreso.

Hasta la próxima.



lunes, 4 de marzo de 2013

Lo que se dice un día de perros


Hoy, y como en mi pueblo solía decirse cuando era un día como éste,de viento, frío y algún que otro chaparrón, "era un día de perros", y que francamente yo no se a que  debía tal calificativo. Pero en fin y al no tener otra cuestión de la que tratar en esta fecha, me voy a escudar en este desapacible día para traer algo a este blog que lleva una temporada que parece guardar cierta relación con la climatología actual. Y he venido a tratar esta cuestión, dado a que se me ha venido al recuerdo, entre otros, de cuando yo era niño, el mayor de todos mis hermanos, y detrás de mí ya había cuatro más y se presentaba un día así como el que hoy tenemos. 

Pues resulta que la vida de los niños, cuando yo lo era, en mi pueblo y en todos los demás, se hacía generalmente en la calle, y claro en tales circunstancias de las que padecemos en el momento actual, el jugar  fuera de la casa, cuando además la tenencia de ropa de abrigo era mas bien escasa, por no decir ninguna, era poco menos que imposible. Y aquí, es donde yo quería llevar a los que tengan la osadía de entrar en esta lectura, y a que se pongan en el lugar de a como lo hacía mi madre. ¿Sabéis lo que supone cinco niños metidos en una casa durante horas y horas, sin tener absolutamente nada con que entretenerse ni distraerlos un solo instante, sino hablando, chillando, peleándose unos con otros? Pues ese era el ambiente que se respiraba durante todo el día y que de vez en vez y seguro que para poder ser oída, el grito de mi madre retumbaba por toda la casa y la misma frase era repetida que se yo la cantidad de veces, y que no era otra que la de ¡ME VAIS A VOLVER LOCA!

Trayendo al recuerdo aquellos no pocos días al cabo del invierno, sufridos y padecidos por mi pobre madre, se me viene al pensamiento que cualquier madre de hoy en iguales circunstancias le sobrevendría un estado depresivo del que trabajo le costaría  el poder remontarlo. Y es que creo fue Cervantes el que dijo que "en la adversidad se forjan los grandes corazones". El modo y forma de vida que desde los primeros días de venir al mundo teníamos que afrontar una gran mayoría de las personas, te hacían, si no inmunes al sufrimiento, si te daban la fuerza para soportarlas con otra entereza, ya que de lo contrario el cúmulo de contrariedades que en el devenir cotidiano, en este caso a las madres se les presentaban, difícil le hubiere sido inclusive, el poder llevar a buen término toda la prole que en su inmensa mayoría de los hogares superaba los tres,cuatro o cinco hijos.

Y otra cosa más digo, si los niños de hoy hubiere que transportarlos hasta aquellos ambientes, ni pensar quiero lo que de ellos pudiera esperarse, y por supuesto, no habría madre que capaz fuera de soportarlo. 

Ya algo mayor, y vuelvo a repetirme con Cervantes, cuando sobrevenía un día de estos, estando en las faenas de la recolección de aceitunas en La Calera, y no se podía salir al trabajo, para mí, y todos los jóvenes, era una gran alegría lo que nos causaba, dado a que eran dos sesiones de baile lo que se celebraba, que en vez de la nocturna como era lo normal, también estaba la vespertina y que casi siempre llegaba a empalmarse la una con la otra. En este caso también, seguro estoy que los jóvenes actuales, poco alborozo les proporcionaría  semejante celebración, y que como orquesta,cuando más, solo era el rasgueo de una guitarra, no con mucho arte tocada, la música que amenizaba el baile, eso sí, diferente al de hoy en las discotecas. Entonces solo se bailaba el "agarrao". A este respecto había una copla, o jotilla aceitunera que decía así:

Arrímate bailador,
arrímate que no pecas,
que el que baila y no se arrima,
es comerse el pan a secas.
   
Bueno, mucha enjundia no tendrá el relato de hoy, pero en el blog figura otra entrada, y al propio tiempo yo me he quitado al recordar estos días de perros en las citas que he señalado, un montonazo de años. y digo como suele hacerse, y es que "me quiten lo bailao".

Hasta la próxima.