martes, 17 de enero de 2012

Han pasado sesenta y ocho años




Esta mañana y como consecuencia de haber pasado una noche solamente regular, a causa de una instilación que me verificaron en la tarde de ayer en el Hospital Parque de San Antonio de esta capital, amanecí en la mañana de hoy festividad de San Antón,en una situación de debilidad física, que como suele decirse, "estaba pal'arrastre". Pese a que posiblemente debieron darme algunas décimas de fiebre solamente los muchos inviernos pasados sobre mí acarrean tales estados.

Volviendo la vista atrás, nada menos que 68 años, o sea el día de San Antón de 1944, se me vino al recuerdo lo acaecido en la yá tan lejanísima fecha, lo que forzosamente me ha llevado, y prescindiendo del dicho de que toda comparación es odiosa, a establecer esa comparación de lo que entonces tenía 18 años de edad, y hoy como cito anteriormente han transcurrido esos sesenta y ocho.

Ese tan lejano día, yo me hallaba trabajando en la fábrica de aceite de la finca denominada La Calera, término municipal de Obejo de la provincia de Córdoba y limítrofe con el mío. Como quiera que la ya tan repetida festividad de San Antón tenía una arraigada tradición en aquella localidad, por acuerdo del arrendatario de la finca y de mutuo acuerdo con los manijeros de tanto los vareadores como de las recogedoras de la aceituna, dispusieron señalar como festivo y por tanto dar holganza tanto a los trabajadores y trabajadoras citadas, como al resto del personal que lo hacía en otras actividades.

Semejante determinación suponía para mí la posibilidad de alcanzar unos deseos que desde hacía unos veinte días no dejaban descansar mi imaginación. Desde hacía esos días, yo había establecido mis relaciones amorosas, o sea, como solía, o suele decirse, me había echado la primera novia de mi vida. Como quiera que los tiempos cambian que es una barbaridad, de aquel ayer al hoy, no hay siquiera ni punto con que compararse la forma de llevarse los noviazgos, aunque incluso en la actualidad, ni siquiera suelen denominarse novios en la mayoría de los casos. En fín que entonces, hasta para solo dar un beso a la novia había de hacerse cuando las circuntancias lo permitían, que no eran otras que las de hallarse la pareja completamente sin nadie a su alrededor que pudiera contemplar semejante "pecado".

Sobre la hora en que yo me levantaba esta mañana, aproximadamente a las nueve,
un tanto maltrecho por la consecuencia de mi estancia en el hospital en la tarde de ayer, partíamos hacia Obejo el 17 de enero de 1944, no menos de setenta u ochenta personas, parte de la faneguería, de cuya peregrinación yo componía, juntamente con mi flamante novia, parte de la misma. La distancia de la finca hasta el pueblo debía estar en los aproximados seis o siete kilómetros. aunque en la ída y utilizando algunas trochas, debía acortarse en algún kilómetro y cuyo tiempo empleado en su recorrido debió rebasar en poco una hora. Aparte de asistir a la procesión del Santo, en el pueblo solo quedaba el caminar de bar en bar, tomando alguna copa de vino u otros licores, en cuyo menester, y previa complicidad, de sobre todo los que teníamos novia, hicimos prolongar la jornada hasta que comenzaba el anochecido. En este caso, y creo excuso decir la intencionalidad del retraso en la salida, tambien nos obligaba a caminar carretera adelante, lo aque a la vez que alargaba el camino lo hacía tambien en prorrogar el tiempo para su finalización y lo que era lo principal y la causa que nos hizo llegar a la prolongación de la jornada, darnos la facilidad, de como por ejemplo a mí, besar por primera vez a una novia.

Ni el ajetreo del caminar en la ida y vuelta, ni todo el día en el pueblo como cité anteriormente de bar en bar, sobre todo el trayecto de la vuelta, me pareció habia transcurrido en un soplo, y mi estado de ánimo terminaba todo el discurrir de la jornada con la energía suficiente y no menos el deseo, de haberla continuado otras veinticuatro o cuarenta y ocho horas más.

¡Qué destrozo físico y también en el anímico, produce el paso de SESENTA Y OCHO AÑOS! Pero aparte de todo, hay que dar gracias a Dios de que aún, ande por estos mundos y tenga la oportunidad de traer al recuerdo tan lejanas y agradables vivencias, aunque para ser sincero, tengo que reiterar mi agradecimiento porque tampco me faltan alicientes y deseos de seguir viviendo al día de hoy.

Hasta la próxima entrada.

2 comentarios:

Carmen dijo...

No cabe duda de que el besar por vez primera marca para toda la vida, ya veo como te agrada recordarlo, pero lo que me causa muuuuucha curiosidad es ¿como os las arreglasteis para desmarcaros de setenta u ochenta personas? a lo mejor entonces erais más listos o sea verdad lo de "la precisa tiene un pincho" pero es dificil esa situación en la actualidad, claro que tampoco les hace falta ji ji. Saluditos: Carmen

El abuelo de Villaharta dijo...

A mi amiga Carmen: Desmarcarse de setenta u ochenta personas, como de quinientas, en la oscuridad, con solo quedarse detrás, adelantarse, o situarse a la derecha o la izquierda de la persona mas próxima con una distancia de solo seis u ocho metros,, ya tenías el margen suficiente para permitirte el tan íntimo entonces momento, de poder dar un beso a la novia. Con esto espero haber complacido tu curiosidad, pero si no te es suficiente, puedo dar algun que otro detalle más. ¿Vale?. Saludos.
elabuelodevillaharta