Hoy me vienen al recuerdo dos efemérides en el devenir de mi vida que precisamente coincidieron con un primero de mayo.
La primera y más distante en el tiempo, fue una de las que más impacto causaron y aun persiste, en todo el discurrir de mi vida. Esto sucedía nada menos que el día primero de mayo de 1935, cuando hacía cuatro días había cumplido los diez años de edad. Así, tal día como hoy de hace 76 años, y precisamente cuando las fuerzas sindicales y los trabajadores se preparaban para celebrar la fiesta del trabajo, un niño con diez años de edad, se incorporaba al mundo laboral, donde había sido contratado, verbalmente, para dedicarse a la actividad de porquero, con el emolumento de UNA peseta diaria.
Motivado a un accidente laboral de mi padre y con la añadidura que sería muy larga de exponer, desde hacía mas de cuatro meses en mi familia, compuesta por siete personas, mis padres más cinco hijos, el mayor de ellos que era yo, con la edad citada anteriormente, no entraba dinero alguno, lo que nos había puesto en una situación que es fácil de suponer. Ello, aunque desde la perspectiva del tiempo transcurrido pueda no comprenderse, puso a mis padres en la tesitura de que yo abandonara la escuela y me dedicara a la actividad de guardar cerdos, con el sueldo señalado. El salario medio de un jornalero agrícola en aquellos tiempos, era creo recordar de 3´50 pesetas, o sea que yo ganaba casi la tercera parte de un adulto en trabajos mucho más penosos.
Guardo indeleble en mi memoria, cuando en aquella lejanísima mañana de una frondosa primavera, yo caminaba con una taleguilla anudada al cinturón que sostenía mis entonces pantalones cortos, conteniendo una fiambrera y en su interior una tortilla de patatas y un par de torreznos, mas un trozo de pan y una naranja que servirían para mi primer almuerzo, o merienda como entonces se llamaba en mi pueblo a la comida del medio día, para mi primera jornada de trabajo retribuida. Seis meses exactamente duró mi primer contrato de trabajo que por razones en que llegó la época de la montanera y para ayudar al mayoral para varear las bellotas a los cerdos se precisaba un adulto, yo cesé en mi actividad y aunque llevaba cuatro meses el curso escolar iniciado, volví a incorporarme a la escuela, que aunque hoy pueda parecer cosa extraña, entonces se daba el caso con relativa frecuencia. Así, a tan temprana edad comencé yo a aportar mi granito de arena, para ayudar a sacar adelante una familia. Nunca me he arrepentido de ello.
La segunda de las efemérides que se dio en un primero de mayo, lo fue en el año de 1946, cuando me encontraba prestando el servicio militar.
Fuente: Panoramio; pample80
Resulta que la noche del 30 de abril al primero de mayo del citado año, ha sido sin duda una de las más amargas de las de toda mi vida. Desde hacía varios días se me puso malo el ojo izquierdo y en el Botiquín del Regimiento y por prescripción del Capitán Médico, me lo estaban curando como una "conjuntivitis". El día 30 de abril y en vista de que el ojo iba de mal en peor y tenía unos dolores bastante grandes, decidieron mandarme al hospital. Sobre las diez de la noche y en unión de varios Artilleros más, andando, nos llevaron al hospital militar Queipo de Llano que se hallaba cerca del cuartel nuestro, pero en el corto camino nos cayó una pequeña tormenta y llegamos chorreando. Mientras que todos los enfermos que me acompañaban quedaron encamados, a mí no me admitieron y me devolvieron al cuartel, motivado a que en aquel Centro no había especialidad de"Oftalmología", sino que para ello habían de mandarme a otro hospital del mismo Sevilla, pero en la parte opuesta de la Ciudad. Así cuando regresamos al Cuartel pasadas las doce de la noche, totalmente empapado, sin tener ropa para cambiarme, los dolores del ojo cada vez mas fuertes, como cito anteriormente, pase una de las noches peores de mi vida.Sobre las diez de la mañana siguiente, o sea el primero de mayo, me pasaportaron para el Hospital Militar de La Macarena donde realmente existía la Sala de Oftalmología y donde hube de trasladarme yo solo, llegando cerca de las doce de la mañana. Momentos después de mi llegada, fui reconocido minuciosamente por el Comandante oftalmólogo, siéndome diagnosticado una "úlcera corneal"y según me dijo el propio doctor, extrañándose del tratamiento que me habían estado dando, me comentó que tenía perdida casi el cincuenta por ciento de la visión, de lo que sería difícil pudiera recuperarla en su totalidad, como así sucedió. Curado convenientemente, se me asignó una buena cama, límpias sábanas y dos platos de comida como hacía bastantes días no los había consumido, metido en la "piltra", estuve durmiendo tranquilamente hasta que fui despertado para la hora de la cena. Desde aquellos lejanos días, mi ojo izquierdo no ha dejado de incordiarme de vez en cuando y aunque conseguí recuperar la mitad de la visión perdida, el resto jamás la recuperé. Por supuesto que el paso de los años ha ido incrementado la pérdida de la visión que tenía en aquellos momentos, e incluso hace diez o doce, fui operado de cataratas. No obstante, para lo que hay que "ver", conservo la suficiente visión.
Esas han sido, las dos efemérides que hoy se cumplen. Hasta la próxima entrada.
1 comentario:
Yo admiro mucho a las personas que se han hecho asi mismo, mi marido comenzó a trabajar con 12 años y por la noche iba a una academia, por lo que continuó sus estudios, hoy en dia eso sería impensable afortunadamente, pero tenemos el caso contrario los que teniendo todos los medios a su alcance no los aprovechan, la generación ni-ni de la que tanto se habla, pero ese sería otro capítulo. Un saludo: Carmen
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