Esta mañana cuando regresaba de oír Misa, sentía cierta nostalgia, al comprobar como el paso del tiempo te cambia por completo tu devenir por la vida. Un nudo de tristeza se me atravesaba por la garganta cuando me cruzaba con mucha gente, entre ellas algunos matrimonios con edades un tanto avanzadas, aunque tal vez no me alcanzasen en ello, llevando consigo todos sus bártulos para pasar el día en la playa.
Volvía mis recuerdos, allá por los treinta, cuarenta o cincuenta años atrás y yo, con todo mi entorno familiar, y de amistades, me veía representado entre esas heterogéneas bullangas que animosamente se dirigían a pasar el día en alguna de las playas de nuestro litoral malagueño. Este recuerdo me traía en primer lugar cuan disfrutaba con ello mi mujer (q.e.p.d.). Días entrañables pasados durante largos años en semejantes actividades, contrastaban con mi lento caminar en el día de hoy, dirigiéndome a mi casa donde acompañado solo por aquellos felices recuerdos, me llevan a pasar el resto de la jornada tan distinta de las tan lejanas recordadas hoy. Algunos de los míos de entonces, junto a los suyos de ahora, hoy o en próximos días o semanas, volverán a realizar semejantes o parecidas jornadas de esparcimiento por los mismos u otros puntos de la costa.
Por lo que a mí respecta, desde mi observatorio de hoy, volveré a repetir la experiencia consistente en vivir de los recuerdos de aquellos tiempos. Son ya tres años pasados en los que no me he adentrado en el mar mas allá de llegarme el agua por encima de los tobillos. Como la pérdida de otras muchas tendencias, lo de mi afición y deleite con los baños en el mar, o cualquier otro punto en que el líquido elemento me llegara siquiera a la cintura, se han esfumado con el paso de los años. Pese a todo, Dios me mantenga siquiera como lo estoy en estos momentos. Cuando menos, el recordar aquellos días, me compensan la carencia de hoy.
Valga por hoy. Hasta otro día.
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