Qué lejos queda aquel 6 de abril de 1946. Muy de mañana de aquel día, con mi maleta de madera y en compañía de otros quince o dieciséis más, todos quintos del 46, tomábamos el camino desde mi pueblo hasta la estación del Vacar, distante alrededor de unos 10 kilómetros, a patita y las maletas a lomos de algunas caballerías puestas por los familiares de algunos "quintos", y donde habríamos de tomar el tren que nos llevaría hasta Córdoba para verificar nuestra presentación en la Caja de Recluta de dicha ciudad y desde donde nos pasaportarían para los Regimientos respectivos donde fuéramos destinados.
Sin duda alguna, mi voluntaria decisión de irme a prestar el servicio militar en el Ejército, ha sido una de las que que personalmente más me hayan beneficiado. He dicho voluntaria decisión, dado a que como yo en aquellas fechas estaba trabajando en una mina de carbón, los que así lo hacíamos de continuar en dicho trabajo estábamos exentos de prestar el servicio militar en el Ejército, y que estaba considerado en igualdad para todos los efectos. He indicado que personalmente es lo que mas me ha beneficiado, porque tengo la completa seguridad, que de no haber sido asi, en estos momentos no estaría contando y recordando esta efemérides. La "silicosis", hace algunos años me hubiera pasaportado para otro destino, pero eterno. Ello porque hubiera terminado como otros compañeros de trabajo, en alguna mina de Asturias y la popular enfermedad del minero, de la que mi organismo era un tanto proclive a padecerla , en no mucho tiempo de trabajo en la mina.
Cuántas esperanzas y no menos dudas sobre mi porvenir, pasaban por mi cerebro aquella mañana, y no solo aquella mañana, sino desde mucho tiempo antes. Las dudas con el paso de los años han sido desveladas; las esperanzas, colmadas con creces incluso a cuanto eran mis ensoñaciones.
Aquel día comenzaba mi separación por vez primera del entorno de mi familia, principalmente de mi madre. La despedida de élla solo fueron de lágrimas entre sollozos, tanto por su parte como por la mía. La de mi padre, lo fue igualmente con la aparición de otras muchas lágrimas anegando nuestros ojos, pero del que recibí un escueto pero tajante consejo. "Pórtate como siempre loshas hecho". Con ello quedaba demostrado el concepto que de mí tenía. Vaya con esta exposición, mi recuerdo para ambos, de los que siempre recibí todo lo que en su momento pudieron darme, y de lo que yo me encuentro satisfecho es también de como en toda ocasión correspondía a sus entregas.
Por hoy, ya vale.
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