miércoles, 26 de marzo de 2008

Final de una etapa

Hoy se cumple sin duda el final de una de las etapas esenciales de mi vida. Hace 58 años a estas mismas horas, estaba dando los últimos escardillazos como jornalero agrícola.

Tal día como ayer, hace ese mismo número de años, me comunicó el Cabo Comdandante del Puesto de la Guardia Civil deVillaharta, que a partir del siguiente primero de abril, se me consideraba como perteneciente a dicho Instituto y el ingreso en la Academia de Úbeda lo sería el día 12 del igual mes.

En compañía de cinco o seis compañeros más, el día 26 de marzo de 1950, nos hallábamos escardando trigo en una finca denominada Peñas Blancas, sita a unos cuatro o cinco kilómetros de mi pueblo. El trabajo que estábamos realizando, si no de un gran esfuerzo físico, si lo suponía de incómodo al tener que estar todo el tiempo con el cuerpo semiencorvado y con ello el consiguiente dolor de riñones y cintura. Pese a no tener cumplido los veinticinco años en aquella fecha, eran ya QUINCE los años que que casi día tras día, llevaba traabajando en el campo. Serían aproximadamente las siete de la tarde, cuando el manijero daba la voz de "dar de mano". Con un tanto enquilosamiento de mi cintura, al igual que todos mis compañeros, me puse erguído, lancé el escardillo, herramienta que estábamos utilizando y que es como una azada muy pequeña, con toda la fuerza que me fue posible hacía, arriba y que sin lugar a dudas mis deseos eran los de que hubiera llegado lo mas alto posible para no verlo jamas. Al tiempo que lancé la herramienta de trabajo, de mi garganta salió quizá el vozarrón mas fuerte de mi vida diciendo: "El que lo coja "pa" ÉL. No recuerdo, ni me importa, quién fue el que se quedó con tan denostada pieza.

Mi vida a partir de entonces, por lo que respecta a la situación laboral, dio un giro de ciento ochenta grados. El trabajo en el campo, en aquellas fechas y como jornalero, era de lo mas ingrato, aparte de lo menos considerado y lo que es mas grave, peor pagado. Por aquella senda transité casi quince años. Ya, casi multiplico por cuatro el tiempo que hace que lo abandoné.

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