sábado, 8 de diciembre de 2018

¡A bailar!


8 de diciembre de 1945.

Resulta que en el mes de noviembre de 1945, hubo unos misioneros en mi pueblo, creo recordar eran Jesuitas, que daban conferencias para niños, matrimonios, y como no para  mujeres y hombres jóvenes y solteros.

El Cura que había en el pueblo, Villaharta, era de Pozoblanco, mutilado de guerra, recuerdo su nombre y apellidos  pero no viene al caso.

Entonces en el pueblo la única diversión que había para la juventud era el baile, y el párroco la tenía tomada con esta diversión, al punto que no pasaba un solo domingo que en sus sermones no le diera un repaso a tal menester, y en la conferencia que nos dieron a los jóvenes solteros nos pusieron como suele decirse, a caer de un burro, y nos consideraban los culpables de tan horrendo pecado y además se inducía a las jóvenes solteras a caer en lo  mismo. Y ahí terminaron los cargos que se nos hacían.

Pero en la tarde noche siguiente les tocó el turno a las jóvenes. Y que tal repaso no le darían entre el cura párroco y los tres misioneros, que tras comenzar por dos o tres de ellas no muy jóvenes, de las de comunión diaria y que nunca iban al baile, les hicieron jurar ante un crucifijo y besándolo de que nunca volverían a asistir al mismo. Ante semejante acto las que le seguían en orden fueron haciendo lo mismo hasta el final de todas las que asistían a la conferencia.

En el pueblo había dos salones de baile, uno público y otro de una sociedad de la que yo era Secretario. La sociedad teníamos un salón alquilado y en el que teníamos derecho a celebrar por lo menos tres bailes al mes, mas los de los días festivos locales o nacionales.

Recuerdo que el último domingo de noviembre, abrimos el baile de la  sociedad y también el público que se celebraba en el salón del llamado casino. La música en ambos lo era por medio de una radio-gramola con los correspondientes discos y pasado cada disco había que cambiar la aguja. El día anterior a celebrarse el baile, o por la mañana del mismo día, había dos jóvenes que estaban en la sociedad, aunque no pagaban cuota alguna, y además de ser los encargados de poner los discos  tenían también la misión de ir de casa en casa donde había mujeres jóvenes e invitarlas al baile si eran por la tarde y noche o también si eran más de un día seguidos.

Pero a aquel baile para el que eran invitadas no asistió ninguna, y hallándonos próximos de las fiestas de la Navidad, donde durante los tres días se celebraba baile por la tarde y noche, para el baile de la tarde y de la noche del día de la Purísima, hubimos de confabularnos los jóvenes para llevar al mismo una joven, bien fuera, hermana, prima, novia o amiga y así lo hicimos, consiguiendo sacar de la  encrucijada en que se habían metido, o para mejor decir, las habían metido con tal juramento. Todo   resultó tal lo habíamos proyectado y las Navidades fueron celebradas como todos deseábamos.

Como diría Cervantes en el Quijote, "con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho" pero nuestros proyectos dieron su fruto, y después de ello, y nunca mas hubo injerencia alguna por parte del clero o de la iglesia en tal menester. Durante algunos años posteriores a la Guerra Civil trataron y a poco lo consiguieron por hacerse los dueños del cotarro. Como en estos casos suele decirse, "¡QUÉ  TIEMPOS AQUELLOS!".

Hasta la próxima entrada         

1 comentario:

Carmen dijo...

Es cierto que como cambian los tiempos!!! Ahora sería impensable que se metiera la iglesia en esas cosas y mucho menos que las chicas les hicieran caso. Menos mal que con vuestro ingenio las cosas no fueron a mayores y pudisteis seguir con esos bailes con los que tanto disfrutabais. Cuánto me hubiese gustado pasar la juventud en un pueblo como el tuyo. Hasta la próxima que espero sea pronto. Bss. Carmen