martes, 9 de mayo de 2017

Mi comienzo como Guardia Civil.


Como hacía constar en mi ante-penúltima entrada, mi primer destino en la Comandancia de Málaga, lo fue al Puesto de Torrelasal. Mi incorporación al Puesto lo fue sobre las doce horas del 27 de julio de aquel 1950. El mismo estaba compuesto por el Brigada Comandante de Puesto, un Cabo, un Guardia Primero y 6 Guardias Segundos, todos los cuales recuerdo sus nombres y apellidos, siendo yo como natural es, el último incorporado.

No mas de una hora después de mi llegada y verificada mi presentación al Comandante de Puesto, lo primero que hice, acompañado por los otros dos Guardias solteros que había, fue bajar a la playa, cuya lengua del agua distaba unos veinte metros del acuartelamiento. Por primera vez en mi vida, mi cuerpo se zambullía en el mar. Como creo citaba en la entrada que comenzaba a relatar mi paso por la Guardia Civil, el cuartel estaba sin ninguna otra edificación en sus inmediaciones, y lo mas próximo era un cortijo que se hallaba en la orilla de la carretera y a uno trescientos metros de distancia, conocido por María Burgos, como era el nombre de su propietaria.

Pido perdón por ser demasiado prolijo en la enumeración de lo anterior,y aun redundando en lo dicho, voy a señalar tal fue mi primer servicio en el Cuerpo.

Aquella misma noche del 27 de julio de 1950, y previo el sorteo celebrado, por supuesto antes del anochecido en que había que montar el servicio, que según constaba en la papeleta, lo era hasta después del amanecido, saqué el número 6, que me correspondía la tercera posta. Dado a que el que sacó el número 5, pese haberse incorporado unos días antes que yo, como quiera que era colegial y salido del Valdemoro días antes, se consideraba de menor antigüedad,  y por tanto me correspondía ser jefe de pareja.

Aunque estaba prohibido, y siguiendo la costumbre de los carabineros que realizaban estos cometidos, cuyo Cuerpo había sido disuelto unos años antes y encomendadas todas sus misiones a la Guardia Civil, poco después, un miembro de la pareja se echaba a dormir por espacio de dos horas, mientras el otro vigilaba la misión del servicio, así como la llegada de cualquier superior que fuese a vigilar el mismo, cosa que todas las noches hacía el Comandante de Puesto, y cuando lo consideraban oportuno, el Teniente Jefe de Línea, Capitán de la Compañía y otros superiores de la Comandancia e incluso el Coronel Jefe del Tercio, que por cierto el que lo mandaba cuando yo ingresé, gozaba de una merecida,  no muy buena fama, por la cantidad de correctivos que solía imponer al personal en sus vigilancias de los servicios.

Tras un rato de charla con el compañero, le solicité, previo haberme informado de tal costumbre, fuera él quien lo hiciera primero, y una vez lo realizó, lo confieso, pasé mas de las dos horas seguidas, con el embeleso y el goce como nunca lo había disfrutado aquel mi primer servicio y contemplando aquella inmensidad de la mar con una total serenidad y con la añadidura de estar siendo iluminada por los reflejos de una luna que, había de estar, poco mas o menos, en su plenilunio. En tales goces me hallaba, cuando por la dirección del acuartelamiento observe como próximo a la lengua del agua se acercaba una figura humana, por lo que suponiendo, como así era, el Brigada Comandante de Puesto, llamé a mi compañero, que con la celeridad que en tales casos se hacía, tomando su arma reglamentaria, nos dirigimos al encuentro de nuestro superior, a quien dí el correspondiente, "sin novedad en el servicio".

El referido Suboficial, que era cordobés de nacimiento, con la añadidura de una bellísima persona, no menos de dos horas permaneció charlando con nosotros y eran  las tres de la madrugada, me estampó en la papeleta, la siguiente nota: "Vigilado el servicio a las tres de la madrugada, en el Arroyo de Camarate, sin novedad".

Tan pronto se marchó, a mi me correspondió tumbarme sobre la capa reglamentaria que todas las noches llevábamos al servicio, y tendida sobre la arena, pero tal era mi estado de satisfacción que pasada seguro mas de una hora y no conseguir conciliar el sueño, me incorporé y pasamos el resto de la noche, charlando cuestiones propias de dos jóvenes solteros y siendo el primer servicio que prestábamos juntos.

De regreso al cuartel una vez relevados por el vigilante de día, estampaba en el dorso de la papeleta del servicio, cuanto estaba ordenado sobre el particular y era del tenor siguiente:

"Cumplimentado el servicio a que se refiere la presente papeleta, sin novedad.- El Guardia 2º Jefe de pareja,Rafael Galán Rodríguez.- Rubricado".

En aquellos tiempos todos los documentos oficiales, los Guardias, habían de firmarlos con el nombre y los dos apellidos, bien legibles. Dentro de unos meses, harán SESENTA Y SIETE AÑOS, de todo cuanto queda relatado en la presente entrada.

A partir de la siguiente, iré mas al grano, como suele decirse, y pido perdón si en ésta, tal vez me haya excedido en sus detalles.

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