Ecomuseo de Guinea
El Golfo, Isla de El Hierro
Hoy circulando por cualquier calle de Málaga, es difícil no tropezarse con alguna obra en ejecución. Para la mayoría de todo trabajo en obras se utilizan actualmente herramientas que hacen mas llevadero y cómodo su realización por los trabajadores.
Dándole vueltas al magín me ha venido al recuerdo una clase de trabajo, que aunque por suerte yo no llegué nunca a realizar, pero si mi padre se vio obligado a practicarlo en mas de una ocasión, y era lo que en aquellos tiempos se le llamaba "machacar piedra". Aquello no era nada más que convertir la piedra en grava, y que como siempre, entonces se utilizaba en la construcción y reparación de carreteras especialmente, pero totalmente diferente el medio en el que dicha piedra era transformada en grava, ya que había que realizarlo personalmente por el trabajador, por medio de una especie de martillo, el que era de hierro acerado, del tamaño del puño mediano de un hombre, y al que se le colocaba un mango bastante largo a fin de darle mayor fuerza y que al golpear la piedra, se consiguiera ir convirtiéndola en pequeños trozos, o sea en grava.
Para dicho trabajo, los obreros habían de colocarse unas espinilleras hechas por ellos mismos a mano, de cualquier materia, especialmente de neumáticos, y que habían de cubrirle como mínimo desde la rodilla al empeine del pie, dado a que los trozos de la piedra al ser golpeada, en la mayoría de las ocasiones saltaba con tal fuerza que de no tener colocadas las espinilleras la simple tela, o pana, del pantalón no era lo suficiente para evitar que le produjeran heridas. Casi siempre, del mismo material que se hacían las espinilleras, se fabricaban una especie de calzado al que se le llamaban albarcas, o abarcas, que igualmente les servían para guarecerse los pies de sufrir heridas.
También, como al golpear el "porrillo" contra la piedra, la que habían de sostener con el propio pie del trabajador, la manos que sostenían el mango, recibían el efecto tan fuerte de aquellos contactos, que asimismo habían de colocarse una especie de vendas con el fin de neutralizar en lo posible el que le causaran heridas en las mismas, las que no obstante ello, era inevitable el que siempre las tenían llenas de llagas.
Tan duro y penoso era aquel trabajo, que solamente los obreros se prestaban a ello, en las épocas de paro casi general, particularmente como sucedía en mi pueblo, cuando se terminaba la recolección de los cereales en verano, y se dedicaban a machacar piedra o en la casa no entraba dinero alguno, y las necesidades y carencias eran tales. que no había mas remedio que afrontar aquellas penalidades.
Yo en una ocasión y por espacio creo que de poco mas o menos diez o doce días, lo que si hice, fue el acarrear la piedra, para lo que recuerdo hube de pedir un burro prestado, y especialmente de los arroyos llenaba el serón de piedras, que se les llamaba "cantos rodados", las iba echando en un cajón, que tenía una medida de un metro cúbico, y que me lo pagaban a cinco pesetas el metro. Casi todos los días conseguía completar dos metros, tras estar diez o doce horas recogiendo y porteando piedras. Pese a todo, era mucho mejor que el machacarlas.
Ahí queda eso, para quienes actualmente se quejan de las durezas y penalidades del trabajo, y es que entonces no había otro modo o forma de realizarlo, y la necesidad obligaba.
Lo dejo aquí, que me parece que hasta me han salido llagas en las manos nada mas que de recordarlo. Y menos mal que la última etapa de mi vida, lo está siendo, sin punto de comparación, mucho mejor que como mi padre cuando yo era niño, hubieron de "machacar piedra".
Hasta la próxima, que me buscaré un trabajo más llevadero.
Dándole vueltas al magín me ha venido al recuerdo una clase de trabajo, que aunque por suerte yo no llegué nunca a realizar, pero si mi padre se vio obligado a practicarlo en mas de una ocasión, y era lo que en aquellos tiempos se le llamaba "machacar piedra". Aquello no era nada más que convertir la piedra en grava, y que como siempre, entonces se utilizaba en la construcción y reparación de carreteras especialmente, pero totalmente diferente el medio en el que dicha piedra era transformada en grava, ya que había que realizarlo personalmente por el trabajador, por medio de una especie de martillo, el que era de hierro acerado, del tamaño del puño mediano de un hombre, y al que se le colocaba un mango bastante largo a fin de darle mayor fuerza y que al golpear la piedra, se consiguiera ir convirtiéndola en pequeños trozos, o sea en grava.
Para dicho trabajo, los obreros habían de colocarse unas espinilleras hechas por ellos mismos a mano, de cualquier materia, especialmente de neumáticos, y que habían de cubrirle como mínimo desde la rodilla al empeine del pie, dado a que los trozos de la piedra al ser golpeada, en la mayoría de las ocasiones saltaba con tal fuerza que de no tener colocadas las espinilleras la simple tela, o pana, del pantalón no era lo suficiente para evitar que le produjeran heridas. Casi siempre, del mismo material que se hacían las espinilleras, se fabricaban una especie de calzado al que se le llamaban albarcas, o abarcas, que igualmente les servían para guarecerse los pies de sufrir heridas.
También, como al golpear el "porrillo" contra la piedra, la que habían de sostener con el propio pie del trabajador, la manos que sostenían el mango, recibían el efecto tan fuerte de aquellos contactos, que asimismo habían de colocarse una especie de vendas con el fin de neutralizar en lo posible el que le causaran heridas en las mismas, las que no obstante ello, era inevitable el que siempre las tenían llenas de llagas.
Tan duro y penoso era aquel trabajo, que solamente los obreros se prestaban a ello, en las épocas de paro casi general, particularmente como sucedía en mi pueblo, cuando se terminaba la recolección de los cereales en verano, y se dedicaban a machacar piedra o en la casa no entraba dinero alguno, y las necesidades y carencias eran tales. que no había mas remedio que afrontar aquellas penalidades.
Yo en una ocasión y por espacio creo que de poco mas o menos diez o doce días, lo que si hice, fue el acarrear la piedra, para lo que recuerdo hube de pedir un burro prestado, y especialmente de los arroyos llenaba el serón de piedras, que se les llamaba "cantos rodados", las iba echando en un cajón, que tenía una medida de un metro cúbico, y que me lo pagaban a cinco pesetas el metro. Casi todos los días conseguía completar dos metros, tras estar diez o doce horas recogiendo y porteando piedras. Pese a todo, era mucho mejor que el machacarlas.
Ahí queda eso, para quienes actualmente se quejan de las durezas y penalidades del trabajo, y es que entonces no había otro modo o forma de realizarlo, y la necesidad obligaba.
Lo dejo aquí, que me parece que hasta me han salido llagas en las manos nada mas que de recordarlo. Y menos mal que la última etapa de mi vida, lo está siendo, sin punto de comparación, mucho mejor que como mi padre cuando yo era niño, hubieron de "machacar piedra".
Hasta la próxima, que me buscaré un trabajo más llevadero.
1 comentario:
Sí que era un trabajo duriiiisimo y pensar que de eso no hace tantos años.... que mérito un padre de familia tener que sacar adelante la misma haciendo un trabajo tan pesado, peligroso y para nada vocacional, pero sabrían aquellas personas lo satisfactorio que es tener un trabajo con el que "hago lo que más me gusta y encima me pagan" , seguramente ni pensarían tal cosa, eso demuestra que cualquier tiempo pasado, no fue mejor, como dicen algunos. Hasta la próxima!. Bss.
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