martes, 23 de junio de 2015

Lo que va de ayer al hoy

Santa Cruz de Tenerife
Ayer y Hoy

Cuando a estas alturas de mi ya larga vida, le doy vueltas al magín y pasan por mi mente del modo y forma del como se desarrollaba el vivir cotidiano, cuando menos en los hogares de mi pueblo, y seguro estoy lo era semejante en la inmensa mayoría de España en aquellos años, del que voy a poner como mera  exposición tal lo era en el mio propio, o sea el formado por mis padres y toda su prole, hasta mentira me parece de que tal sucediera como voy a contarlo.

Comenzaré por señalar, lo que hoy resulta hasta ridículo, y es que los hijos tratábamos de usted no solo a nuestros padres, si no también a los abuelos, a los tíos, y en fin a toda persona adulta, ya fuere de la propia familia o ajenas a la misma. Incluso entre los y las jóvenes que no se conocieran, no se permitía el tuteo, si no lo era una vez se llevaba cierto rato charlando entre ambos y a petición de uno de los dos, se proponía el tutearse, se aceptaba de inmediato y se comenzaba a practicarlo. En mi casa, se daba la circunstancia, de que de los cinco hermanos, los cuatro mayores, todos varones, así era nuestro proceder, pero la última de los hermanos, no se si por ser hembra o por haber nacido en los años inmediatamente anteriores a la Guerra Civil, ella ya los tuteaba, y así lo hizo a lo largo de toda la vida, al igual que nosotros continuamos tal nos enseñaron desde pequeños. 

Otra de las costumbres imperantes en aquel tiempo, es que las mujeres no podían ni siquiera entrar en los bares. Con respecto a esto, recuerdo en una ocasión que estando yo en la puerta del que llamábamos "casino", sin duda por ser el de mayores dimensiones y estar en mejor edificio que el resto de los demás bares del pueblo a los que se les llamaba tabernas, y mi padre se hallaba en el interior del mismo en compañía de dos o tres amigos, donde creo no solía entrar más de cuatro o cinco veces al cabo del año,  observé como mi madre desde una distancia de unos cincuenta metros me hizo indicaciones de que me acercara a ella, y lo era para decirme que entrara en el casino y le dijera a mi padre que hiciera el favor de salir que tenía necesidad de hablar con él para una cosa urgente, y que había pasado por allí dos o tres veces y no había podido encontrar a nadie que le pasara la noticia de que saliera. No es que no podían entrar en los bares, si no que como le sucedió a mi madre, ni siquiera se atrevían a asomarse a la puerta del establecimiento, con lo que ella hubiera solucionado el problema.

Tampoco los hijos, estaba bien visto que se tomaran una copa de vino o una cerveza en compañía de su padre y si uno estaba en el interior de un bar y llegaba el mismo, con mucho disimulo se salía dejando allí a sus amigos, pero era una cuestión que se veía totalmente normal, dado a que se consideraba una falta de respeto el alterne de padres e hijos en tales establecimientos.

Asimismo, los hijos no fumábamos delante de los padres, y por lo que a mi particularmente respecta, señalo que en el viaje de novios que estuvimos en en mi pueblo, cuando me faltaban unos quince días para cumplir los 31 años, me dijo mi padre que podía fumar delante de él, y entonces fue el primer cigarro que me fumé en su presencia. Mi padre fue un fumador empedernido y si en alguna ocasión le faltaba el tabaco, se ponía de un humor insoportable, y  muchas noches cuando después de cenar yo salía a charlar un rato con los amigos, como tenía por costumbre y él no tenía tabaco, una vez yo salía de la casa me llegaba corriendo uno de mis hermanos diciéndome le dejara unos cuantos cigarros para mi padre que se había quedado sin tabaco. A tal punto se llegaba en la propia relación entre padres e hijos.

Incluso los hombres cuando fallecía un familiar allegado, estaba mal visto que poco tiempo después entrara en los bares, que era una de las normas que había que seguir con los lutos, pero las mujeres durante el cumplimiento de esos lutos, solo podían salir a la calle para realizar cualquier mandado, ir a por agua, o a misa, pero siempre cubierta la cabeza con un pañuelo negro al igual que el resto de su vestimenta. Las puertas de la inmensa mayoría de las casas del pueblo estaban siempre abiertas durante el día, menos en las que se tenía luto que mientras había que cumplirlo estaban cerradas a cal y canto. Durante las Navidades en que los jóvenes salíamos pidiendo el aguinaldo, cuando se llegaba a las casas se preguntaba "¿Se canta o se reza?", y si tenían luto, se contestaba "Se reza" y en vez de cantar unos villancicos, se rezaban unos cuantos padrenuestrtos, salves y credos. Los jóvenes y las jóvenes, se pasaban uno o mas años, sin poder ir al baile, según el grado de parentesco del que había fallecido, por el cual se guardaba luto.

Los novios no podían ni siquiera cogerse de la mano en público, y a lo máximo que se llegaba una vez formalizado el noviazgo, era por ejemplo en los paseos, "ir sueltos de pareja", como se le llamaba a ir solo los dos uno junto al otro, sin mas nadie a su lado pero eso sí, sin tocarse siquiera. En el principio de los noviazgos, se comenzaba por hablar con la novia en la puerta o a través de la ventana de una de las habitaciones que la misma diera a la calle, ello hasta que pasado el tiempo se le pedía permiso al padre de la novia, como se consideraba era el cabeza de familia y autorizaba el poder hablar con ella dentro de la casa. Yo tuve necesidad de hacerlo en dos ocasiones, aunque las dos, lo fue hablando con la madre, dado a que el padre se hallaba ausente ambas veces, por razones de trabajo, siéndome concedida licencia para ello hasta que "volviera su marido". Luego hube de volver a pedirlo lo que ya concedido tenía. Así eran las cosas.

Si en aquellos entonces me hubieren dicho que no hoy, si no hace ya algunos años, las cosas lo iban a ser tal lo son de todo cuanto de contado llevo, hubiere tratado de desquiciado mental quien, estoy seguro ninguna mente de entonces por mas privilegiada que fuera, se hubiere aproximado siquiera a prever que así lo iban a ser.

Quizá yo haya tenido la facultad, aunque en alguna ocasión mejor que otra, de adaptarme a como se han ido modificando esas formas y modos de entender y hacer la vida, y como suele decirse, "si mis antepasados levantaran cabeza", creo volverían a morir al pensar que este no era el mundo que ellos dejaron. Ello sin hacer mención a otros descubrimientos, tales la forma de trabajar, comunicaciones, nivel de vida, etcétera, etcétera. Yo, considero un privilegio haber llegado a vivir tal lo hago, de lo que ni los mas privilegiados de aquellos lejanísimo años podían conseguirlo.

Despertando del sueño, que es lo que me da la sensación traer al recuerdo aquel pasado, doy por terminada esta entrada y palpándome la cara y la cabeza, me confirmo que soy yo y aquí estoy realmente cuando llevamos pasado por casi medio año del décimo quinto del siglo XXI.

Hasta la próxima.

lunes, 15 de junio de 2015

Mis primeros galones


Y parece que fue ayer. Hace cincuenta y seis años que ascendí a Cabo de la Guardia Civil. Humilde empleo podrá parecer, pero cuando aquel 15 de junio de 1959, formaba en el patio de la Dirección General del Cuerpo, en que lucía en las mangas de mi guerrera aquellos galones "coloraos", como los llamábamos en el Cuerpo, dos sentimientos se me venían al pensamiento principalmente. Uno, el deseo por llegar a Málaga y ver a mi mujer y mis hijos, que no los veía desde las vacaciones de Semana Santa, y darle a ella también la misma alegría que yo sentía al obtener aquel tan deseado empleo, y digo a ella, porque mis hijos, contaban dos y un año de edad respectivamente; y el otro, la pena de que mi padre no pudiera verme con aquellos galones, de lo que seguro estoy le hubiere hecho tanta ilusión, o quizás más  que a mí, por haber fallecido al poco de iniciar el curso para obtener dicho ascenso. 

Humilde empleo decía al principio podrá parecer, pero si aquello me lo hubieren dicho cuando me pasaba meses enteros trabajando en aquel olivar de La Calera, sin mas distracción que el propio trabajo, la charla y las bromas con los compañeros de fatiga, sin ir por el pueblo nada mas que con motivo de cortarnos el pelo o por la llegada de alguna festividad grande en la que se celebrara baile, o también, cuando trabajando en aquellas galerías de una mina, que como he dicho en muchas ocasiones, más bien parecían "gazaperas", que por lo rudimentario y escasez de medios había que trabajar, me hubiera parecido que ello solo pudiera suceder en los sueños.

Ello sucedía cuando llevaba ya nueve años en el Cuerpo, pero los cinco que estuve en las oficinas del Tercio, lo que me suponía darme una gran vida como suele decirse, y la completa seguridad de que el haber ascendido estando allí, con toda seguridad hubiera tenido que ser destinado a otro punto, seguro al mando de algún Puesto, donde además del trabajo propio del mismo, era la esclavitud que en aquellas fechas suponía tal cometido, fue la principal causa de que a los tres años de servicio en Puesto, teniendo en cuenta que los trabajos burocráticos como eran los de oficinas no contaban, que era la circunstancia que se exigía para poder optar a las oposiciones, no me hubiere decidido hacerlo.

Con aquel ascenso tuve la gran suerte de venir destinado a Málaga, Comandancia que había solicitado, con el añadido de que también me quedé en situación de  agregado, en el Servicio de Información de esta Comandancia,  destino que tenía cuando me presenté a las oposiciones.

Por otra parte, y a partir de primeros de agosto siguiente al ascenso, se me concedió el sueldo de Sargento ya que en aquellas fechas, existía una disposición de que a los Cabos con doce años o mas de servicio, contando el tiempo servido en el Ejército, se les concedería tal beneficio, lo que, aunque dicho aumento no era para ponerse rico, pero tal decía Séneca, "para nuestras ambiciones, lo mucho es poco, pero para nuestras necesidades, lo poco es mucho", tal sucedió en mi caso, dado que por aquellas fechas los emolumentos que percibíamos, eran para tratarlos con el mayor mimo, si queríamos llegar con algún fondo cuando llegaba la hora de cobrar el siguiente mes.

Hoy transcurrido mas de medio siglo, cuando a estas horas, nueve y media de la mañana, que ya estábamos formados en el patio, donde sobre las diez se nos hizo entrega de nuestros Despachos, en el que se nos concedía el ascenso a "CABO DE LA GUARDIA CIVIL",  pese a como al principio señalaba de lo humilde de tal empleo, al traerlo hoy al recuerdo, no he podido remediar que unas lágrimas se hayan asomado a mis ojos, por la alegría que ello supuso, además de a mí, a todo mi entorno familiar, principalmente a mi mujer y a mi madre, de los que casi todos han desaparecido de este mundo.

Una de las cuestiones que recuerdo y que me hace cierta gracia al traerlo a la memoria, es que cuando estaba en la oficina del Servicio de Información y recibía una llamada telefónica, parecía darme cierto "corte" de comenzar diciendo "aquí el Cabo Galán", pues ello se me antojaba era una petulancia. Así era yo, pero confieso, y vuelvo a repetirme otra vez, tan humilde empleo, me llenó de satisfacción personal y en su consecuencia, también con  mucha suerte, no tardaron en llegarme destinos de cierta importancia dentro de los asignados a los de mi empleo. Además, como nunca me cansaré de decirlo,  ya el mero hecho de pertenecer a la Guardia Civil, supuso una de las grandes ilusiones de mi vida.

Esta nostalgia que tan a menudo acude a los sentimientos de los "mayores", nos lleva a volver a revivir aquellos acontecimientos, con el regusto que todo cuanto nos aconteció durante esa etapa de la vida, así como la infancia, la adolescencia y la juventud, tan profundos rescoldos deja en los sentimientos del ser humano. Pese a llevar más de 34 años "retirado" todavía, interiormente me considero que soy Guardia Civil.

Hasta la próxima entrada.

jueves, 4 de junio de 2015

Faenas y palabras que pasan al olvido.

Papas en Las Carboneras
San Cristóbal de La Laguna, Santa Cruz de Tenerife


Dos semanas justas llevo sin asomarme al blog, tras una indecisión sin saber a que atenerme con respecto de continuar como hasta ahora, o realizar una última entrada para despedirme de todos cuanto me habeis brindado el honor de leerme. Por una parte, considero que ya poca enjundía contienen cada una de mis entradas, y por otra el recordar como hasta ahora he hecho con la mayoría de ellas, relatando cuanto ha sido mi devenir que creo ha sido bastante extenso y variopinto, y ello me produce ese "no se qué" que tanto nos gusta a los pasados en años. Finalmente he optado por esto último, y pido perdón si resultan un tanto manidas mis entradas venideras, pero como digo y a lo mejor pecando de cierto egoismo, continuo por satisfacerme a mí mismo. Terminadas estas disquisiciones, vamos a lo que en el asunto figura.
    
Por las fechas en que nos hallamos y retrotrayéndome a mis años de adolescencia y primera juventud, se me han venido al recuerdo ciertas faenas agrícolas y su nombre por el que eran conocidas, que me parece imposible de lo mucho que solían practicarse y nombrarse entonces,  en las cuales estuve interviniendo, creo recordar que cuatro años,  y que ahora cuando las nombre, a los que tengáis la osadía de leerlas os parecerán y sonaran a "chino"...
     
BARCINAR. Era transportar la mies desde el punto donde se habían segado hasta la era, para cuyo transporte se utilizaban unas llamadas "angarillas", que consistían en un armazón con dos bolsas grandes que colocadas caían una a cada costado de las caballerías y como quiera que la mercancía era de poco peso y mucho volumen, era el motivo de que dichas bolsas lo fueran bastante grandes y el transporte se hiciera en el menor número de viajes, dado a que en ocasiones la era solía estar a veces a más de un kilómetro de distancia. Si el terreno lo permitía, a veces y si existía el carro, se verifica la barcina con dicho vehículo que por supuesto se abreviaba la faena.

PARVA. Se decía de la mies extendida sobre la era para trillarla.

TRILAR. Una vez extendida la mies sobre la era se procedía a la trilla, que en unas ocasiones lo era con el conocido "trillo" que estaba provisto de unas ruedas de acero dentadas, y en su parte superior una tarima de madera donde con el fin de que se hiciera mas peso sobre el mismo, se subía el trillador y fuera cortando las cañas del cereal y desgranando las espigas, cuyo elemento era generalmente tirado por una yunta de mulas. Si se carecía del citado trillo, se verificaba la faena con caballerías, de las cuales las mejores para dicho fin eran los caballos y yeguas, porque tienen el casco de mucho mayor tamaño que el de los mulos, y con ello pisaban una superficie superior. En ocasiones y si los había de diferentes clases, se hacía con caballos y mulos, colocando siempre los primeros lo mas retirado del trabajador que llevaba la reata y colocadas unas al costado de las otras. Lo que era desesperante era trillar con burros, que por tener los cascos mucho mas pequeños que los de los mulos, y sobre todo de los caballos, se hacían interminables las horas para tener la parva trillada y proceder a aventarla.

Durante la trilla, el hombre que lo hacía, solía cantar una especie de "nanas" a fin de animar un tanto a los animales, y recuerdo que una de ellas, y con relación a lo citado anteriormente sobre la trilla con burros, era del tenor siguiente:

El que trilla con burros
caga la parva,
y al cabo de la noche,
la paja larga.

O sea, que la mies estaba casi como cuando se había comenzado a trillar.

AVENTAR. Consistía, primero con las llamadas horcas, que eran unos palos generalmente con tres o cuatro dientes, separados unos de otros varios centímetros, lanzar al aire la mies una vez trillada para que el viento fuera separando el grano de la paja, al ser el primero de menor volumen y mayor peso que la segunda. Una vez que la mayoría de la paja se había separado y el grano, por su pequeño volumen no podía aventarse con las horcas, se utilizaban unas llamadas palas que era una herramienta de madera, con un mango y al final una superficie de unos 30x20 centímetros, con la que se terminaba la total separación  del grano. Las eras había que situarlas en alturas, principalmente en los llamados collados, donde llegaban todos los vientos de las direcciones cualquiera que soplara, aunque había ocasiones que nos pasábamos la mayoría de las horas del día esperando que llegara una pequeña ráfaga para lanzarnos rápidamente aprovechando la misma.

GRANZAS. Se denominaban así a las espigas que durante la trilla no se les había desprendido el grano de las mismas.


Ninguna de las faenas que se han citado se realizan en la actualidad, además de que tampoco la siega, que en aquellos tiempos, se hacía a mano por los hombres, raras veces también por mujeres, por lo menos en mi pueblo, utilizando las hoces como herramienta, Hoy todo se realiza con máquinas, que al propio tiempo que hacen lo uno, van también realizando lo demás, al punto que van dejando tras de sí, el grano debidamente envasado y la paja empacada, solamente para que unos y otros sean recogidos y cargados a los respectivos vehículos y trasladados donde proceda.

Donde entonces para todo ello se precisaban un buen número de hombres durante muchos días, actualmente se realiza con una sola máquina y no mas de dos o tres hombres. Con ello se ha perdido el realizar muchos jornales, pero al mismo tiempo se ha conseguido desterrar el sacrificio que ello suponía en las diferentes faenas que se han indicado.

A mí me correspondió apechar con aquellos sacrificios y precisamente en una edad, cuando ni siquiera físicamente estaba constituido como adulto.

Ahora, doy por bien sufrido aquello, por la diferencia de la que hoy gozo en comparación con los que en aquellas fechas tenían mi edad actual, si no incluso, alguna decena de años menos.

Medio mes después, he vuelto a salir al aire. como suele decirse en las emisiones radiofónicas.

Hasta la próxima. que la recolección cerealística ya habrá que darla por terminada.

(No puedo dejar de citar, que tal día como hoy, pero de hace cincuenta y siete años, aprobaba el examen de convocatoria para Cabo de la Guardia Civil, celebrado en Madrid. Con motivo de aquel examen, veía por primera vez en mi vida, la televisión.)