Santa Cruz de Tenerife
Ayer y Hoy
Cuando a estas alturas de mi ya larga vida, le doy vueltas al magín y pasan por mi mente del modo y forma del como se desarrollaba el vivir cotidiano, cuando menos en los hogares de mi pueblo, y seguro estoy lo era semejante en la inmensa mayoría de España en aquellos años, del que voy a poner como mera exposición tal lo era en el mio propio, o sea el formado por mis padres y toda su prole, hasta mentira me parece de que tal sucediera como voy a contarlo.
Comenzaré por señalar, lo que hoy resulta hasta ridículo, y es que los hijos tratábamos de usted no solo a nuestros padres, si no también a los abuelos, a los tíos, y en fin a toda persona adulta, ya fuere de la propia familia o ajenas a la misma. Incluso entre los y las jóvenes que no se conocieran, no se permitía el tuteo, si no lo era una vez se llevaba cierto rato charlando entre ambos y a petición de uno de los dos, se proponía el tutearse, se aceptaba de inmediato y se comenzaba a practicarlo. En mi casa, se daba la circunstancia, de que de los cinco hermanos, los cuatro mayores, todos varones, así era nuestro proceder, pero la última de los hermanos, no se si por ser hembra o por haber nacido en los años inmediatamente anteriores a la Guerra Civil, ella ya los tuteaba, y así lo hizo a lo largo de toda la vida, al igual que nosotros continuamos tal nos enseñaron desde pequeños.
Otra de las costumbres imperantes en aquel tiempo, es que las mujeres no podían ni siquiera entrar en los bares. Con respecto a esto, recuerdo en una ocasión que estando yo en la puerta del que llamábamos "casino", sin duda por ser el de mayores dimensiones y estar en mejor edificio que el resto de los demás bares del pueblo a los que se les llamaba tabernas, y mi padre se hallaba en el interior del mismo en compañía de dos o tres amigos, donde creo no solía entrar más de cuatro o cinco veces al cabo del año, observé como mi madre desde una distancia de unos cincuenta metros me hizo indicaciones de que me acercara a ella, y lo era para decirme que entrara en el casino y le dijera a mi padre que hiciera el favor de salir que tenía necesidad de hablar con él para una cosa urgente, y que había pasado por allí dos o tres veces y no había podido encontrar a nadie que le pasara la noticia de que saliera. No es que no podían entrar en los bares, si no que como le sucedió a mi madre, ni siquiera se atrevían a asomarse a la puerta del establecimiento, con lo que ella hubiera solucionado el problema.
Tampoco los hijos, estaba bien visto que se tomaran una copa de vino o una cerveza en compañía de su padre y si uno estaba en el interior de un bar y llegaba el mismo, con mucho disimulo se salía dejando allí a sus amigos, pero era una cuestión que se veía totalmente normal, dado a que se consideraba una falta de respeto el alterne de padres e hijos en tales establecimientos.
Asimismo, los hijos no fumábamos delante de los padres, y por lo que a mi particularmente respecta, señalo que en el viaje de novios que estuvimos en en mi pueblo, cuando me faltaban unos quince días para cumplir los 31 años, me dijo mi padre que podía fumar delante de él, y entonces fue el primer cigarro que me fumé en su presencia. Mi padre fue un fumador empedernido y si en alguna ocasión le faltaba el tabaco, se ponía de un humor insoportable, y muchas noches cuando después de cenar yo salía a charlar un rato con los amigos, como tenía por costumbre y él no tenía tabaco, una vez yo salía de la casa me llegaba corriendo uno de mis hermanos diciéndome le dejara unos cuantos cigarros para mi padre que se había quedado sin tabaco. A tal punto se llegaba en la propia relación entre padres e hijos.
Incluso los hombres cuando fallecía un familiar allegado, estaba mal visto que poco tiempo después entrara en los bares, que era una de las normas que había que seguir con los lutos, pero las mujeres durante el cumplimiento de esos lutos, solo podían salir a la calle para realizar cualquier mandado, ir a por agua, o a misa, pero siempre cubierta la cabeza con un pañuelo negro al igual que el resto de su vestimenta. Las puertas de la inmensa mayoría de las casas del pueblo estaban siempre abiertas durante el día, menos en las que se tenía luto que mientras había que cumplirlo estaban cerradas a cal y canto. Durante las Navidades en que los jóvenes salíamos pidiendo el aguinaldo, cuando se llegaba a las casas se preguntaba "¿Se canta o se reza?", y si tenían luto, se contestaba "Se reza" y en vez de cantar unos villancicos, se rezaban unos cuantos padrenuestrtos, salves y credos. Los jóvenes y las jóvenes, se pasaban uno o mas años, sin poder ir al baile, según el grado de parentesco del que había fallecido, por el cual se guardaba luto.
Los novios no podían ni siquiera cogerse de la mano en público, y a lo máximo que se llegaba una vez formalizado el noviazgo, era por ejemplo en los paseos, "ir sueltos de pareja", como se le llamaba a ir solo los dos uno junto al otro, sin mas nadie a su lado pero eso sí, sin tocarse siquiera. En el principio de los noviazgos, se comenzaba por hablar con la novia en la puerta o a través de la ventana de una de las habitaciones que la misma diera a la calle, ello hasta que pasado el tiempo se le pedía permiso al padre de la novia, como se consideraba era el cabeza de familia y autorizaba el poder hablar con ella dentro de la casa. Yo tuve necesidad de hacerlo en dos ocasiones, aunque las dos, lo fue hablando con la madre, dado a que el padre se hallaba ausente ambas veces, por razones de trabajo, siéndome concedida licencia para ello hasta que "volviera su marido". Luego hube de volver a pedirlo lo que ya concedido tenía. Así eran las cosas.
Si en aquellos entonces me hubieren dicho que no hoy, si no hace ya algunos años, las cosas lo iban a ser tal lo son de todo cuanto de contado llevo, hubiere tratado de desquiciado mental quien, estoy seguro ninguna mente de entonces por mas privilegiada que fuera, se hubiere aproximado siquiera a prever que así lo iban a ser.
Quizá yo haya tenido la facultad, aunque en alguna ocasión mejor que otra, de adaptarme a como se han ido modificando esas formas y modos de entender y hacer la vida, y como suele decirse, "si mis antepasados levantaran cabeza", creo volverían a morir al pensar que este no era el mundo que ellos dejaron. Ello sin hacer mención a otros descubrimientos, tales la forma de trabajar, comunicaciones, nivel de vida, etcétera, etcétera. Yo, considero un privilegio haber llegado a vivir tal lo hago, de lo que ni los mas privilegiados de aquellos lejanísimo años podían conseguirlo.
Despertando del sueño, que es lo que me da la sensación traer al recuerdo aquel pasado, doy por terminada esta entrada y palpándome la cara y la cabeza, me confirmo que soy yo y aquí estoy realmente cuando llevamos pasado por casi medio año del décimo quinto del siglo XXI.
Hasta la próxima.
Comenzaré por señalar, lo que hoy resulta hasta ridículo, y es que los hijos tratábamos de usted no solo a nuestros padres, si no también a los abuelos, a los tíos, y en fin a toda persona adulta, ya fuere de la propia familia o ajenas a la misma. Incluso entre los y las jóvenes que no se conocieran, no se permitía el tuteo, si no lo era una vez se llevaba cierto rato charlando entre ambos y a petición de uno de los dos, se proponía el tutearse, se aceptaba de inmediato y se comenzaba a practicarlo. En mi casa, se daba la circunstancia, de que de los cinco hermanos, los cuatro mayores, todos varones, así era nuestro proceder, pero la última de los hermanos, no se si por ser hembra o por haber nacido en los años inmediatamente anteriores a la Guerra Civil, ella ya los tuteaba, y así lo hizo a lo largo de toda la vida, al igual que nosotros continuamos tal nos enseñaron desde pequeños.
Otra de las costumbres imperantes en aquel tiempo, es que las mujeres no podían ni siquiera entrar en los bares. Con respecto a esto, recuerdo en una ocasión que estando yo en la puerta del que llamábamos "casino", sin duda por ser el de mayores dimensiones y estar en mejor edificio que el resto de los demás bares del pueblo a los que se les llamaba tabernas, y mi padre se hallaba en el interior del mismo en compañía de dos o tres amigos, donde creo no solía entrar más de cuatro o cinco veces al cabo del año, observé como mi madre desde una distancia de unos cincuenta metros me hizo indicaciones de que me acercara a ella, y lo era para decirme que entrara en el casino y le dijera a mi padre que hiciera el favor de salir que tenía necesidad de hablar con él para una cosa urgente, y que había pasado por allí dos o tres veces y no había podido encontrar a nadie que le pasara la noticia de que saliera. No es que no podían entrar en los bares, si no que como le sucedió a mi madre, ni siquiera se atrevían a asomarse a la puerta del establecimiento, con lo que ella hubiera solucionado el problema.
Tampoco los hijos, estaba bien visto que se tomaran una copa de vino o una cerveza en compañía de su padre y si uno estaba en el interior de un bar y llegaba el mismo, con mucho disimulo se salía dejando allí a sus amigos, pero era una cuestión que se veía totalmente normal, dado a que se consideraba una falta de respeto el alterne de padres e hijos en tales establecimientos.
Asimismo, los hijos no fumábamos delante de los padres, y por lo que a mi particularmente respecta, señalo que en el viaje de novios que estuvimos en en mi pueblo, cuando me faltaban unos quince días para cumplir los 31 años, me dijo mi padre que podía fumar delante de él, y entonces fue el primer cigarro que me fumé en su presencia. Mi padre fue un fumador empedernido y si en alguna ocasión le faltaba el tabaco, se ponía de un humor insoportable, y muchas noches cuando después de cenar yo salía a charlar un rato con los amigos, como tenía por costumbre y él no tenía tabaco, una vez yo salía de la casa me llegaba corriendo uno de mis hermanos diciéndome le dejara unos cuantos cigarros para mi padre que se había quedado sin tabaco. A tal punto se llegaba en la propia relación entre padres e hijos.
Incluso los hombres cuando fallecía un familiar allegado, estaba mal visto que poco tiempo después entrara en los bares, que era una de las normas que había que seguir con los lutos, pero las mujeres durante el cumplimiento de esos lutos, solo podían salir a la calle para realizar cualquier mandado, ir a por agua, o a misa, pero siempre cubierta la cabeza con un pañuelo negro al igual que el resto de su vestimenta. Las puertas de la inmensa mayoría de las casas del pueblo estaban siempre abiertas durante el día, menos en las que se tenía luto que mientras había que cumplirlo estaban cerradas a cal y canto. Durante las Navidades en que los jóvenes salíamos pidiendo el aguinaldo, cuando se llegaba a las casas se preguntaba "¿Se canta o se reza?", y si tenían luto, se contestaba "Se reza" y en vez de cantar unos villancicos, se rezaban unos cuantos padrenuestrtos, salves y credos. Los jóvenes y las jóvenes, se pasaban uno o mas años, sin poder ir al baile, según el grado de parentesco del que había fallecido, por el cual se guardaba luto.
Los novios no podían ni siquiera cogerse de la mano en público, y a lo máximo que se llegaba una vez formalizado el noviazgo, era por ejemplo en los paseos, "ir sueltos de pareja", como se le llamaba a ir solo los dos uno junto al otro, sin mas nadie a su lado pero eso sí, sin tocarse siquiera. En el principio de los noviazgos, se comenzaba por hablar con la novia en la puerta o a través de la ventana de una de las habitaciones que la misma diera a la calle, ello hasta que pasado el tiempo se le pedía permiso al padre de la novia, como se consideraba era el cabeza de familia y autorizaba el poder hablar con ella dentro de la casa. Yo tuve necesidad de hacerlo en dos ocasiones, aunque las dos, lo fue hablando con la madre, dado a que el padre se hallaba ausente ambas veces, por razones de trabajo, siéndome concedida licencia para ello hasta que "volviera su marido". Luego hube de volver a pedirlo lo que ya concedido tenía. Así eran las cosas.
Si en aquellos entonces me hubieren dicho que no hoy, si no hace ya algunos años, las cosas lo iban a ser tal lo son de todo cuanto de contado llevo, hubiere tratado de desquiciado mental quien, estoy seguro ninguna mente de entonces por mas privilegiada que fuera, se hubiere aproximado siquiera a prever que así lo iban a ser.
Quizá yo haya tenido la facultad, aunque en alguna ocasión mejor que otra, de adaptarme a como se han ido modificando esas formas y modos de entender y hacer la vida, y como suele decirse, "si mis antepasados levantaran cabeza", creo volverían a morir al pensar que este no era el mundo que ellos dejaron. Ello sin hacer mención a otros descubrimientos, tales la forma de trabajar, comunicaciones, nivel de vida, etcétera, etcétera. Yo, considero un privilegio haber llegado a vivir tal lo hago, de lo que ni los mas privilegiados de aquellos lejanísimo años podían conseguirlo.
Despertando del sueño, que es lo que me da la sensación traer al recuerdo aquel pasado, doy por terminada esta entrada y palpándome la cara y la cabeza, me confirmo que soy yo y aquí estoy realmente cuando llevamos pasado por casi medio año del décimo quinto del siglo XXI.
Hasta la próxima.