viernes, 1 de mayo de 2015

Primero de mayo. La fiesta del trabajo


Hoy, desde esta atalaya de los NOVENTA años recién cumplidos, vuelvo la vista hacía atrás y desandando el camino recorrido durante ochenta años, me sitúo en aquel primero de mayo de 1935, cuando como natural resulta, hacía cuatro días había cumplido los diez años. ¿Pero qué puede tener de importancia el haber cumplido diez años? El cumplir los diez años, nada, pero aquel primero de mayo del mencionado año de mil novecientos treinta y cinco realizaría el primer día de trabajo de mi vida, y lo hacía como porquero, por lo que también sería mi primera peseta ganada que era lo estipulado. Exigua y ridícula cantidad, pero en aquel día sería el único ingreso verificado en un hogar compuesto por el matrimonio y cinco hijos. Pero como diría Séneca, "para nuestras ambiciones, lo mucho es poco, pero para nuestras necesidades, lo poco es mucho".

Sin duda, el ser humano somos la consecuencia de nuestro tiempo y de sus circunstancias. Mi padre llevaba cerca de cinco meses encamado por la fractura de tibia y peroné de su pierna derecha, como consecuencia de un accidente laboral, al caer el caballo que montaba y no poder sacar del estribo el pie de dicha pierna. Y que por razones que sería largo de contar ninguna compensación tuvo a su accidente, que como he citado lo fue en un acto de su trabajo. Mi madre, harta faena tenía el llevar adelanta su prole, que como cito anteriormente era de cinco hijos, yo el mayor de diez años, hasta la menor con solo un año, más su marido enfermo y postrado en la cama. Sin duda aquella peseta, poco podía resolver, pero como quiera que el dueño de los cerdos a los que ayudaba a guardar, auxiliando a José María que así se llamaba mi superior jerárquico, era también el propietario de una tienda en la que desde tabaco, hasta toda clase de productos alimenticios tenía en la misma,  mi madre se permitía, por exigírselo la necesidad, cuando iba a diario a llevarse artículos como pago a la peseta que su hijo mayor ganaba, excederse un tanto en sus peticiones, que aunque seguro no de total complacencia le era servido, si le era facilitado y que allí iba quedando la deuda que no pararía de aumentar en el día a día.

Extraño podrá parecer que un niño con la edad que yo tenía, aquella luminosa mañana primaveral caminara con total disposición de ánimo a su cometido, lo que cuando menos le privaría totalmente de poder dedicarse a jugar con sus amigos durante el tiempo que estuviera en tal menester. Pero así era, canturreando, de lo que en mi era muy natural, algunas de las coplas que por entonces estaban mas en boga, así lo recuerdo tal si lo hubiere sido en el día de ayer. Los grillos, insectos que siempre fueron mi predilección, a un lado y otro del camino lanzaban a los cuatro vientos sus cantos que me daban la sensación de estar dando un paseo triunfal por alguna victoria conseguida. Y es que, aunque como cito anteriormente pueda parecer extraño, no me resultaba indiferente la situación que a diario contemplaba el devenir de todo mi entorno, y tan ridículo aporte que yo comenzaba a allegar a la casa, a mi me parecía, con la inocencia propia de un niño, que aquello supondría la total resolución a las carencias que se estaban produciendo.

La primera misión que realicé aquella jornada, fue el contar los cerdos que ordenado por mi mayoral y que situado dentro de donde se hallaban encerrados y con la puerta abierta que sostenía a medio abrir a fin de que solo pudieran hacerlo de uno en uno, y que cuando me pregunto una vez habían salido todos, le respondí que eran OCHENTA Y SEIS, recibiendo como respuesta solo una palabra "bien", lo que me llenó de satisfacción como de haber cumplido a satisfacción aquel cometido.

Que ajeno estaba yo en aquel lejanísimo día, de lo que habría de ser mi vida, y que hoy pasados OCHENTA AÑOS, nunca podré agradecer a Dios y al Destino, todo cuanto y como ha sido, lo sucedido a lo largo de todo ese dilatado espacio de tiempo.

Hasta la próxima entrada.

2 comentarios:

Carmen dijo...

Me admiro al ver como una cosa que para cualquier niño podía ser un " trauma" como era dejar la escuela, tus amigos.... etc, para ti fuese motivo de felicidad al pensar que así solucionabas los problemas de casa, demuestras una gran madurez y gran cariño por los tuyos, como así ha seguido siendo a lo largo de tu vida, que gracias a Dios, fue mejorando cada vez más hasta convertirte en ese hombre feliz, que acaba de cumplir 90 tacos. Bien por ti Rafalito Galán. Bss. Carmen

Daniel Torres dijo...

Estoy con Carmen. Qué maravilla. Que ejemplo de filosofía de vida, de libertad personal y de expresión de la propia voluntad como forma insuperable de que se está vivo. Y vivo con mayúsculas. Vivir como solo sabe vivir quien disfruta de la vida... ese es el privilegio de las personas que lo son plenamente. Gracias, Rafael!!! Ole por ti!!!