Hoy se cumplen cincuenta y seis años del fallecimiento de mi padre. Se daba la circunstancia de que se llamaba Cesáreo y aquel mismo día se cumplía el 61º aniversario de su nacimiento. Por tanto moría el día de su santo y de su cumpleaños.
También, como citaba en una de mis últimas entradas, para poder llegar a la hora del entierro, subí por primera vez en avión. Pero el traer hoy al recuerdo esta efemérides, en primer lugar, lo es como un homenaje cariñoso a su recuerdo, y también señalar lo que supone el fallecimiento de un padre. Por cuanto a lo primero, seguro estoy si la Gloria existe, gozándola estará.
La pérdida de un padre supone un desgarro del alma y gran parte de la vida de todos sus hijos, se van con él. Pero no se porqué, se asume con una resignación considerándolo como un hecho totalmente normal, y claro, los padres han de morirse antes que los hijos.
Ese suceso fue el primero que como cito anteriormente, me produjo el sentimiento del que uno nunca llega olvidarlo y cada año que llega este día, no tengo por menos, y sin que pueda remediarlo, llorar su pérdida. También en cada uno de estos aniversarios, pasa mi recuerdo sobre lo que fue su vida, una parte contada por él, y el resto conocida por mí, teniendo la certeza de que lo fue poco afortunada. Tuvo que intervenir en dos guerras, la una en su época de cuando le correspondió su reemplazo, en la de Melilla, donde fue herido. La segunda, la Guerra Civil y sin duda mucho mas dolorosa para él, que aunque no sufrió percance físico alguno, hubo de marcharse al frente de guerra dejando atrás a su mujer y cinco hijos, el mayor yo, que tenía trece años de edad. Luego, cuando terminó, después de estar quince días sin saber nada de su mujer y sus hijos, ni nosotros de la suerte que hubiere podido correr, ciertos avatares que se prolongaron casi tres años más.
Solo en la vida le fue favorable, lo que le supuso su matrimonio y la prole que del mismo le sobrevino, que ahí sí, los años que, por desgracia no fueron luengos ni sobraban lo recursos, si pudo gozarlo y sin duda lo fue el tiempo demasiado corto, para lo que mereció.
También seguro estoy, junto a su mujer, que le sobrevivió mas de treinta y cinco años, y sus hijos que unos, meses después de nacer y otros tres que lo hicieron cuando estaban sobre los ochenta años, estará gozando la dicha que por mucho tiempo le fue negada en este mundo.
Hasta la próxima, que procuraré lo sea un poco mas alegre que la presente.
También, como citaba en una de mis últimas entradas, para poder llegar a la hora del entierro, subí por primera vez en avión. Pero el traer hoy al recuerdo esta efemérides, en primer lugar, lo es como un homenaje cariñoso a su recuerdo, y también señalar lo que supone el fallecimiento de un padre. Por cuanto a lo primero, seguro estoy si la Gloria existe, gozándola estará.
La pérdida de un padre supone un desgarro del alma y gran parte de la vida de todos sus hijos, se van con él. Pero no se porqué, se asume con una resignación considerándolo como un hecho totalmente normal, y claro, los padres han de morirse antes que los hijos.
Ese suceso fue el primero que como cito anteriormente, me produjo el sentimiento del que uno nunca llega olvidarlo y cada año que llega este día, no tengo por menos, y sin que pueda remediarlo, llorar su pérdida. También en cada uno de estos aniversarios, pasa mi recuerdo sobre lo que fue su vida, una parte contada por él, y el resto conocida por mí, teniendo la certeza de que lo fue poco afortunada. Tuvo que intervenir en dos guerras, la una en su época de cuando le correspondió su reemplazo, en la de Melilla, donde fue herido. La segunda, la Guerra Civil y sin duda mucho mas dolorosa para él, que aunque no sufrió percance físico alguno, hubo de marcharse al frente de guerra dejando atrás a su mujer y cinco hijos, el mayor yo, que tenía trece años de edad. Luego, cuando terminó, después de estar quince días sin saber nada de su mujer y sus hijos, ni nosotros de la suerte que hubiere podido correr, ciertos avatares que se prolongaron casi tres años más.
Solo en la vida le fue favorable, lo que le supuso su matrimonio y la prole que del mismo le sobrevino, que ahí sí, los años que, por desgracia no fueron luengos ni sobraban lo recursos, si pudo gozarlo y sin duda lo fue el tiempo demasiado corto, para lo que mereció.
También seguro estoy, junto a su mujer, que le sobrevivió mas de treinta y cinco años, y sus hijos que unos, meses después de nacer y otros tres que lo hicieron cuando estaban sobre los ochenta años, estará gozando la dicha que por mucho tiempo le fue negada en este mundo.
Hasta la próxima, que procuraré lo sea un poco mas alegre que la presente.