Avenida Tres de Mayo
Santa Cruz de Tenerife
Cuando sobre todo en las grandes ciudades se respiran ya los aires de las próximas fiestas navideñas, y como yo, según algunas lenguas, aunque no diré que de doble filo, soy "mu pensaor", esta mañana se me han venido al recuerdo lo distintas que a lo largo de mi vida, ya larga también, lo han sido. Creo recordar que en alguna ocasión anterior en mis entradas en el blog, he hecho referencia a este tema, pero hoy voy a reincidir en ello, y que no me lleva otra intencionalidad que la diferencia de las unas a otras, al contrastar lo que éstas han ido siendo.
Las de mi niñez, lo mas entrañable que de ellas guardo, es los maravillosos dulces que mi madre solía hacer y que eran magdalenas, roscos, perrunas, buñuelos y hojuelas, que después solía guardar en lebrillos y orzas, y que yo tan pronto tenía ocasión solía dar una vuelta sobre ellos y llevarme alguno a la boca, procurando lo fueran cada vez distintos, a fin de que mi madre no notara la falta de ellos. Truco que de nada me valía, ya que mi madre era mucho mas astuta que yo, y el pago de tales desafíos solía pagarlos con alguna "guantadíta".
Luego vinieron los años de 1936 a 1938, ambos inclusive, en que las pasamos en zona roja, durante la Guerra Civil Española, y en las que además, de que esas festividades estaban totalmente finiquitadas, como nosotros estábamos viviendo en el campo, nos pasaban inadvertidas y hasta recuerdo que lo máximo que de ellas se decía, por ejemplo, cuando llegaba el 24 de diciembre, "hoy sería la Nochebuena", así que de esos tres años, como suele decirse, "ni fu ni fa".
Luego vinieron las de la posguerra, que por cuanto a las de los años 1939 a 1943, también ambas inclusive, las pasé en la finca de La Calera, donde me hallaba trabajando, y en las que realmente comencé a disfrutar de ellas, sobre todo la de ese último año citado, en que estaba estrenando la primera novia de mi vida. También el primer día de la Navidad, solíamos holgar, aunque por supuesto no se cobraba el jornal correspondiente, aunque los tres años de esas Navidades que estaba trabajando en la "molina", si no trabajábamos, solíamos recuperar la jornada perdida durante los dos o tres días siguientes.
Las seis restantes, o sea las de los años, 1944 a 1949 y pese a que las de los años 46 y 47, me hallaba prestando el servicio militar, debido a que me dieron permiso para ello, las pasé todas en mi pueblo Villaharta. Por entonces había en el pueblo la costumbre que después de la Misa del Gallo, nos reuníamos quince o veinte amigos y hacíamos unas migas con sus correspondientes aditamentos de chorizo, morcilla, lomo y otros varios, y todos procedentes de la matanza. Esto se realizaba en la casa de quienes tenían avíos para ello, y para los demás, entre los que me contaba, una ocasión para darnos la "pechá" de comer, de la que tan necesitados nos hallábamos.
Luego durante la mañana del día primero de la Navidad, salíamos por el pueblo pidiendo el aguinaldo, y cuando llegábamos a una casa, lo primero que hacíamos tan pronto se llamaba a la puerta, era realizar la siguiente pregunta, ¿se canta o se reza ?. Y aunque en la mayoría de los casos, la respuesta era la de " se canta", salvo que estuvieren guardando luto de algún familiar fallecido no hacía mucho tiempo. si se autorizaba el canto, se hacía con villancicos y si lo contrario, con algunos rezos, tales como el padrenuestro, alguna salve o un credo, se pedía por el alma del fallecido y finalmente se solicitaba el "AGUINALDO", que aunque en la mayoría de los casos daban algun dinero, no mucho desde luego, en otros solían darnos también, algún que otro chorizo o algo comestible y que echábamos en una especie de espuerta que para tal fin portábamos, y que en los días siguientes de la Navidad, que eran trés, nos encargábamos de consumir, incluso con alguna garrafilla de vino que también solía caer.
Y llegaron las Navidades primeras que pasaba en la Guardia Civil, y desde luego las que mas profunda huella dejaron en mí, al punto de que próximo a cumplirse 64 años de ello, aún me duele el alma al recordarlo. Pues como alguno de vosotros sabéis, y que también lo he recordado en este blog, la nochebuena de 1950, me dieron un tiro, un compañero, de cuya causa no quiero recordar, en la rodilla de la pierna derecha, por lo que en la mañana del primer día de la Navidad, ingresaba en la Sala de Cirugía del Hospital Militar de esta ciudad de Málaga. Como quiera que pedí a mis superiores no dieran cuenta de ello a mi familia, dado a que además del disgusto que por ello hubieren sufrido, su estado económico de entonces no les permitía su desplazamiento y el alojamiento correspondiente para poder venir a verme, cuando llegaba la hora de las visitas y todos los enfermos o heridos recibían a sus familiares, sus amigos, sus novias y en fin alguien que cuando menos se interesara por su estado, yo en la cama número 2 de la Sala veía llegar a esas gentes y que al resultar desconocido para todos ellos, nadie, y digo NADIE, se dignaba siquiera preguntarme que me pasaba, como estaba, y así muchas veces tapándome la cabeza, bastantes lágrimas surcaban mis mejillas por aquella "SOLEDAD" que pese a estar la sala llena de gentes, suponía para mí. Ese era el pago que yo debí pagar, para evitar a mi familia lo que antes decía, y de lo que hoy, pese al tiempo transcurrido, no me arrepiento de haber procedido como lo hice. De aquella experiencia, lo que si saqué, fue el valorar lo que supone una palabra de aliento de un ser querido, una caricia, el beso de una madre o de una novia, y en fin todo eso que tan hondo llega, y puedo dar fe de ello, que supone mucho más, que pueda hacerlo el mejor de los regalos que hubieren podido llevarme. Unas lágrimas acaban de asomar a mis ojos, por el mero hecho de tener que relatar lo que aquellas Navidades supusieron para mí. No obstante, mi forma de proceder, evitaron que mis padres y familiares lo hicieran, si cabe, mucho más de lo que yo soporté.
A partir de esas Navidades de 1950, en que permanecí hospitalizado hasta el día 23 de febrero siguiente, todas lo han sido llenas de felicidad y bienaventuranzas, si descartamos las de 1996, en que mi mujer fueron las últimas que pasó en esta vida. A ella mi recuerdo.
Después y como espero las del presente año, sin que deje de traer al recuerdo TODOS esos seres queridos que han ido abandonando este mundo, lo sean como lo han venido siendo, y mientras todos los míos sigan estando como lo están siendo, ESPERO ME LO PASE CON LA DICHA Y CONTEMPLACIÓN DE ESA SERENA FELICIDAD QUE EL PASO DE LOS AÑOS VA DEJANDO SOBRE LAS PERSONAS, CUANDO RODEADO DE SERES QUE, NO ES QUE SE ESFUERCEN, SINO QUE SE DESVIVEN POR HACERTE QUE EL FINAL DE ESTA ETAPA DE LA VIDA, TE SEA LO MAS LLEVADERA POSIBLE. Para todos ellos mi felicitación y mi abrazo.
Que así sea.
Las de mi niñez, lo mas entrañable que de ellas guardo, es los maravillosos dulces que mi madre solía hacer y que eran magdalenas, roscos, perrunas, buñuelos y hojuelas, que después solía guardar en lebrillos y orzas, y que yo tan pronto tenía ocasión solía dar una vuelta sobre ellos y llevarme alguno a la boca, procurando lo fueran cada vez distintos, a fin de que mi madre no notara la falta de ellos. Truco que de nada me valía, ya que mi madre era mucho mas astuta que yo, y el pago de tales desafíos solía pagarlos con alguna "guantadíta".
Luego vinieron los años de 1936 a 1938, ambos inclusive, en que las pasamos en zona roja, durante la Guerra Civil Española, y en las que además, de que esas festividades estaban totalmente finiquitadas, como nosotros estábamos viviendo en el campo, nos pasaban inadvertidas y hasta recuerdo que lo máximo que de ellas se decía, por ejemplo, cuando llegaba el 24 de diciembre, "hoy sería la Nochebuena", así que de esos tres años, como suele decirse, "ni fu ni fa".
Luego vinieron las de la posguerra, que por cuanto a las de los años 1939 a 1943, también ambas inclusive, las pasé en la finca de La Calera, donde me hallaba trabajando, y en las que realmente comencé a disfrutar de ellas, sobre todo la de ese último año citado, en que estaba estrenando la primera novia de mi vida. También el primer día de la Navidad, solíamos holgar, aunque por supuesto no se cobraba el jornal correspondiente, aunque los tres años de esas Navidades que estaba trabajando en la "molina", si no trabajábamos, solíamos recuperar la jornada perdida durante los dos o tres días siguientes.
Las seis restantes, o sea las de los años, 1944 a 1949 y pese a que las de los años 46 y 47, me hallaba prestando el servicio militar, debido a que me dieron permiso para ello, las pasé todas en mi pueblo Villaharta. Por entonces había en el pueblo la costumbre que después de la Misa del Gallo, nos reuníamos quince o veinte amigos y hacíamos unas migas con sus correspondientes aditamentos de chorizo, morcilla, lomo y otros varios, y todos procedentes de la matanza. Esto se realizaba en la casa de quienes tenían avíos para ello, y para los demás, entre los que me contaba, una ocasión para darnos la "pechá" de comer, de la que tan necesitados nos hallábamos.
Luego durante la mañana del día primero de la Navidad, salíamos por el pueblo pidiendo el aguinaldo, y cuando llegábamos a una casa, lo primero que hacíamos tan pronto se llamaba a la puerta, era realizar la siguiente pregunta, ¿se canta o se reza ?. Y aunque en la mayoría de los casos, la respuesta era la de " se canta", salvo que estuvieren guardando luto de algún familiar fallecido no hacía mucho tiempo. si se autorizaba el canto, se hacía con villancicos y si lo contrario, con algunos rezos, tales como el padrenuestro, alguna salve o un credo, se pedía por el alma del fallecido y finalmente se solicitaba el "AGUINALDO", que aunque en la mayoría de los casos daban algun dinero, no mucho desde luego, en otros solían darnos también, algún que otro chorizo o algo comestible y que echábamos en una especie de espuerta que para tal fin portábamos, y que en los días siguientes de la Navidad, que eran trés, nos encargábamos de consumir, incluso con alguna garrafilla de vino que también solía caer.
Y llegaron las Navidades primeras que pasaba en la Guardia Civil, y desde luego las que mas profunda huella dejaron en mí, al punto de que próximo a cumplirse 64 años de ello, aún me duele el alma al recordarlo. Pues como alguno de vosotros sabéis, y que también lo he recordado en este blog, la nochebuena de 1950, me dieron un tiro, un compañero, de cuya causa no quiero recordar, en la rodilla de la pierna derecha, por lo que en la mañana del primer día de la Navidad, ingresaba en la Sala de Cirugía del Hospital Militar de esta ciudad de Málaga. Como quiera que pedí a mis superiores no dieran cuenta de ello a mi familia, dado a que además del disgusto que por ello hubieren sufrido, su estado económico de entonces no les permitía su desplazamiento y el alojamiento correspondiente para poder venir a verme, cuando llegaba la hora de las visitas y todos los enfermos o heridos recibían a sus familiares, sus amigos, sus novias y en fin alguien que cuando menos se interesara por su estado, yo en la cama número 2 de la Sala veía llegar a esas gentes y que al resultar desconocido para todos ellos, nadie, y digo NADIE, se dignaba siquiera preguntarme que me pasaba, como estaba, y así muchas veces tapándome la cabeza, bastantes lágrimas surcaban mis mejillas por aquella "SOLEDAD" que pese a estar la sala llena de gentes, suponía para mí. Ese era el pago que yo debí pagar, para evitar a mi familia lo que antes decía, y de lo que hoy, pese al tiempo transcurrido, no me arrepiento de haber procedido como lo hice. De aquella experiencia, lo que si saqué, fue el valorar lo que supone una palabra de aliento de un ser querido, una caricia, el beso de una madre o de una novia, y en fin todo eso que tan hondo llega, y puedo dar fe de ello, que supone mucho más, que pueda hacerlo el mejor de los regalos que hubieren podido llevarme. Unas lágrimas acaban de asomar a mis ojos, por el mero hecho de tener que relatar lo que aquellas Navidades supusieron para mí. No obstante, mi forma de proceder, evitaron que mis padres y familiares lo hicieran, si cabe, mucho más de lo que yo soporté.
A partir de esas Navidades de 1950, en que permanecí hospitalizado hasta el día 23 de febrero siguiente, todas lo han sido llenas de felicidad y bienaventuranzas, si descartamos las de 1996, en que mi mujer fueron las últimas que pasó en esta vida. A ella mi recuerdo.
Después y como espero las del presente año, sin que deje de traer al recuerdo TODOS esos seres queridos que han ido abandonando este mundo, lo sean como lo han venido siendo, y mientras todos los míos sigan estando como lo están siendo, ESPERO ME LO PASE CON LA DICHA Y CONTEMPLACIÓN DE ESA SERENA FELICIDAD QUE EL PASO DE LOS AÑOS VA DEJANDO SOBRE LAS PERSONAS, CUANDO RODEADO DE SERES QUE, NO ES QUE SE ESFUERCEN, SINO QUE SE DESVIVEN POR HACERTE QUE EL FINAL DE ESTA ETAPA DE LA VIDA, TE SEA LO MAS LLEVADERA POSIBLE. Para todos ellos mi felicitación y mi abrazo.
Que así sea.
3 comentarios:
Emocionante y sentida entrada.
Para proximas a los que somos curiosos de por si, nos gustaria saber algo mas de las costumbres de aquellos años (Misas de gallo, villancicos, postres o actividades relacionadas con la navidad)
Felices dias, y buena entrada de año.
Un Abrazo
Es verdad que a medida que pasan los años y faltan los seres queridos es mas triste la Navidad, pero debemos recordar que la esencia es la venida del Niño y celebrarlo con nuestros hijos y nietos, que ya es un gran privilegio. Como siempre, me ha gustado muuuucho esta entrada. Bss.
Que tío. Eres un maestro, Rafael. Que entrada más bella. Qué cantidad de detalles. Eso de que "hoy sería Nochebuena", por ejemplo... hay que ver. Y tu generosidad al no decir nada de tu accidente... qué tío. Qué tío.
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