viernes, 26 de noviembre de 2010

El "Noty"


Toparse de buenas a primeras con el título de esta nueva entrada puede despistar al mas pintado. Aclaremos. El "Noty", fue un perrito que tuvimos aquí en mi casa durante unos trece años. Hace dos días mi pensamiento le dedicó unos minutos a su recuerdo.

Dio la casualidad, que ese mismo día mi asesor bloguero, me indicó que le extrañaba que no hubiese escrito nunca con respecto al Noty. Comenzaré diciendo que en mi pueblo y cuando yo era niño, y joven, que ambas cosas he sido, por "mascota" se entendía solamente a una especie de sombrero flexible, pero yo nunca supe que un perro, un gato, pájaro u otra clase de animal también eran mascotas. Bueno, sin más preámbulo, vamos al tema.

Como indico al principio el Noty, fue un pequeño y simpático perrito, que en aquel entonces era un cachorro que había de tener no más allá de un par de meses de edad y que mi hijo mayor se presentó un día con él aquí en casa y procedía de un regalo de un amigo veterinario de Marbella, donde mi primogénito estaba destinado a la sazón y que él mismo lo bautizó con el nombre de Noty, diciendo creo recordar, que significaba "travieso" en ingles, o algo similar. Si no es así espero su rectificación.

En un principio mi mujer parecía un tanto reacia para admitir un perro en casa pero finalmente lo aceptó y por mi parte hice lo mismo, incluso encantado.

Vamos a tirar por la trocha, porque si no, nos van a dar las doce de la noche hablando del Noty.

Con el paso de los días el Noty llegó a ser tanto de la familia, que yo era el abuelo, mi mujer la abuela, mis hijos los tíos y mis nietos los primos. Era un animal listo e inteligente, como yo nunca pensé que un perro podía serlo. Sin que yo recuerde que fuere porque se lo enseñamos, se le decía "dale un beso a la abuela" y le daba un lametón a mi mujer en la oreja y lo mismo hacía conmigo si le decíamos que se lo diera al abuelo.

El afirmativo del sí y el negativo del no, lo entendía a la perfección. Cuando notaba movimiento de que sabía que íbamos a salir, diciéndole con la misma entonación de voz, hoy si o no ,puedes venir, si le decíamos que no, salía corriendo con el rabo entre las patas, se metía debajo de la cama y ya no salía mientras estábamos en la casa. Si por el contrario le decías hoy si vienes, se ponía de todo nervioso, chillando, saltando sobre unos y otros y escandalizaba no solo a los vecinos del bloque si no que sus ladridos creo eran percibidos por la mitad del barrio.

Cuando llegaba la hora de la comida, comenzaba a mirar a la abuela, con tal insistencia y como implorándole, al punto de que mi mujer que en alguna ocasión estaba haciendo alguna faena de la casa o viendo algo que le interesaba en la televisión tenía que dejarlo todo y se ponía a prepararle la comida, que la mayoría de las veces era una carne de segunda o tercera clase, que le ponía a la plancha. Una vez había comido, se ponía a mi lado o se subía encima de mí si estaba sentado y ya no se retiraba hasta que lo sacaba a dar un paseo.

Siempre lo llevaba suelto aunque iba provisto de la cadena y collar pertinente por si por cualquier circunstancia había que amarrarlo. Los días laborables lo sacaba por los alrededores del barrio y a una hora determinada por la mañana siempre antes de irme al trabajo. Los días festivos que lo llevaba bastante mas lejos a unos solares donde hoy están las viviendas de "La Fragata" y "Jardín de Málaga". y que lo hacía una hora aproximadamente mas tarde, cuando llegábamos al limite de donde habíamos de continuar por el barrio o dirigirnos a donde lo hacíamos los días festivos, solamente con decirle "Al Parque Mediterráneo", cruzaba la calle no antes de que le dijera "ahora". En el trayecto de las salidas de días festivos o domingos, cruzábamos cuatro cinco calles con sus respectivos semáforos, pero aunque siempre iba caminando quince o veinte metros delante de mí, cuando llegaba al semáforo se paraba y hasta que yo no llegaba y le pronunciaba la palabra "ahora", no hacía la menor intención de cruzar la calle.

Yo, aun sabiendo del sentido tan desarrollado de los perros del olfato y el oído, hasta que el Noty no me lo demostró no llegué a conocer hasta el punto donde eso era verdadero. Cuando salíamos de la casa y lo dejábamos aquí, cuando regresábamos, teniendo todas las puertas y ventanas cerradas, al llegar al barrio y oía el ruido del motor de mi coche, un Renault 12, de los que había varios por el mismo, comenzaba a ladrar y chillar entendiendo de que éramos nosotros los que llegábamos. Si cuando regresaba con él de darle un paseo, que eran cuando menos cuatro al día, tres yo y uno mi mujer, al llegar a la entrada del bloque, si en ese entretanto había venido alguno de mis hijos, subía las escalera a toda velocidad y entraba en la casa chillando en busca del quien hubiera llegado, y que nunca fallaba.

Una de las particularidades que mas me sorprendían es que parece que tenía cierto sentido del ridículo y me explico. En una ocasión, cuando Maradona llego al Barcelona y estaba en boca de todo el mundo, mi mujer le hizo una especie de pequeño abrigo con los colores del Barça y el número 10, que era el de Maradona, cada vez que se lo ponía casi se negaba a salir y andaba como encogido, y que parecía entender era la risa de toda persona que lo veía. En la foto que del Noty figura al principio de esta entrada y que se la hicimos subido en el capó del R-12, se puede ver la postura con la que digo se ponía cada vez que la abuela lo vestía de Maradona.

Tenía también el Noty ciertas inclinaciones para hacer el "payaso". Voy a citar solo una de las que demostraba lo que digo. Cuando lo bañaba la "abuela", antes de proceder al baño tendía un par de sábanas viejas sobre el sofá del salón donde lo depositaba después del baño y luego lo secaba con una toalla de baño vieja. Bueno, tan pronto veía que mi mujer sacaba las sábanas y se dirigía con ellas al salón, salía corriendo como despavorido, se metía debajo de la cama, poniéndose siempre en el punto donde mas lejos quedaba desde cualquier punto de los laterales o extremos de la misma y sacarlo de allí era todo un sainete, que había que hacerlo arrastrándolo del rabo o alguna pata. Una vez ya bañado y secado, festejando el momento, lo hacía saltando y revolcándose por cualquier punto del piso, pero todo ello acompañado de sus correspondientes ladridos y chillidos.

Llevarlo al veterinario, en este caso veterinaria, para la vacuna anual, tan pronto enfilábamos la dirección para la clínica, distinta a la habitual de la de todos los días en sus respectivos paseos, y que la no se encuentra a menos de medio kilómetro de mi casa, comenzaba a ladrar como indicándome que no quería ir, teniéndolo que amarrar y tan pronto llegábamos a la clínica y veía a la facultativa, aquello era para haberle sacado una película, se dirigía a ella ladrándo con tal escandalera que si había mas perros esperando, al verlo a él ladrar, comenzaban los demás a hacer lo mismo y formaban un verdadero espectáculo. Eso sí, nunca hizo siquiera intención de morder a la veterinaria. Ésta, fue también la que le aplicó la última inyección letal que como consecuencia de la aparición de un cáncer de próstata que le fue diagnosticado por otro veterinario afamado que había en Málaga, y todavía existirá porque era joven, y ya no le daba más de una semana de vida. Los dos o tres últimos días de la existencia del Noty, daba pena de verlo, se le paralizaron las patas traseras y arrastrándose por el suelo no podía hacer control de sus defecaciones y tampoco tenía suficiente capacidad física para ingerir alimento alguno.

La muerte del Noty, para mi mujer y para mí fue verdaderamente doloroso. Ella lloraba amargamente; yo no le iba a la zaga. A la última inyección lo llevó mi hijo Carlos, mi hija y mi yerno. En un campo próximo a la casa de éste, le dieron sepultura.

Aunque parezca mentira, marcó también un antes y un después la llegada y la muerte del Noty a mi casa. Hasta otra.

(Después de haber sido editado mi relato sobre el Noty, y habiéndoseme quedado en el tintero, uno de los episodios más relevantes en cuanto a mis salidas a dar paseos al Noty, vuelvo a entrar en el mismo y a continuación hago constar tales hechos anecdóticos.

Durante cuanto al menos diez o doce años, el día de Año Nuevo, a eso de entre las cinco a seis de la mañana, o sea últimas horas de la madrugada, solíamos mi mujer y yo, acompañados de varios matrimonios amigos, regresar de festejar la Noche Vieja.


Nuestra indumentaria para tal festividad, era mi mujer traje largo y yo vestido de esmoquin, traje que me compré para asistir a las Entregas de Despachos de mis dos hijos en la Academia General Militar de Zaragoza. Pues bien, aquí me teníais a esas horas de la madrugada que cito anteriormente, vestido de esmoquin, con mi pajarita correspondiente, paseando a mi perro por todo el barrio para que verificara sus necesidades fisiológicas. Gracias que a dichas horas eran pocas personas las que me veían y las pocas que lo hacían posiblemente no iban en condiciones de distinguir mi indumetaria con otra cualquiera. En mi descargo, hago c0nstar que estas salidas las verificaba con el fin de que el paseo que siempre le daba al principio de cada mañana, postergarla para allá sobre las doce y darme tiempo a descansar un poco. Bueno creo que ha merecido la pena intercalar el detalle. La estampa que formábamos perro y amo era para llevarla a la pantalla grande.)

viernes, 19 de noviembre de 2010

Mirando al mar



Ayer mañana estuve dando un paseo, como lo hago con relativa frecuencia, por el Paseo Marítimo de Guadalmar. Ni una sola nube enturbiaba el esplendido azul del cielo. El mar permanecía en calma total, "calma chicha", como hubiera dicho alguien de la gente de la mar. Una ligera brisa de poniente rozaba el rostro con lo que te señalaba que estabas en esta vida. La visibilidad del momento era absoluta. Ante el ambiente descrito y ensimismado, dirigía la vista hasta aquel lejano horizonte donde parecían unirse el mar y el cielo. Ni un pequeño barco se vislumbraba en todo lo que mi vista alcanzaba. Ni una sola gaviota volaba ni se posaba sobre la tranquila superficie. Ante tanta grandiosidad, como no, me vino a la memoria el recuerdo de ELLA. Unas, bastantes, lágrimas enturbiaron mis ojos. Aún embargado en estos pensamientos, mi mente retrocedió en el tiempo no menos de setenta años.

Allá por los años cuarenta y cincuenta del pasado Siglo, dicho de otra manera mas gráfica, en mi juventud, el cantante Jorge Sepúlveda llevaba en su repertorio un bolero, del que desconozco su autor, y que se titulaba "Mirando al Mar". Ese bolero, solamente con haber llevado mis sentimientos de los momentos descritos en mi paseo de ayer, podía haberlo escrito yo sin ningún esfuerzo . Algunas de sus estrofas decían, y seguirán diciendo así:

Mirando al mar soñé
Que estabas junto a mí,
mirando al mar yo no se que pensé,
que acordándome de ti lloré.
.........
Ni un lejano barquichuelo que mirar,
Ni una blanca gaviota sobre el mar,
Yo tan solo recordando la ventura que se fue,
La ventura que en sus brazos amorosos disfruté,
Bajo el palio sonrosado de la luz crepuscular.

Que coincidencia del sentimiento poético de su autor cuando lo compuso hace ya tantos años, con los sentimientos que a mi me tuvieron inmerso en mis recuerdos mucho mas recientes. Lo del autor de la referida canción, sería sin duda como he citado anteriormente, un sentimiento poético. Lo mío, un sentimiento real que estará ocupando mi recuerdo entre tanto Dios me mantenga en esta vida.

Otra de las estrofas del bolero era:
...y se que ha de volver a mí,
cuando yo esté mirando al mar.

Por si acaso, en mis paseos, yo seguiré "MIRANDO AL MAR". Hasta la próxima entrada.

lunes, 1 de noviembre de 2010

El día de los santos


"El día de los Santos", así era como en mi niñez y juventud llamábamos a la festividad de hoy, 1º de noviembre. Hoy cumple 22 años mi tercer nieto, Alberto, al que termino de felicitar.

La festividad de Todos los Santos, especialmente para los que como a mi me sucede, astamos algo más cerca de los noventa que de los ochenta, este día nos trae principalmente al recuerdo de todas aquellas personas que de nuestro entorno abandonaron este mundo. No más de una hora hace, he regresado de Misa y durante la cual han desfilado por mi mente, todos esos seres que al marcharse dejaron en nuestro sentimiento, ese no se qué, que lo mantenemos en el recuerdo toda la vida y que a medida que van desapareciendo se llevan consigo un girón de nuestra propia alma, cuyo desgarro en la misma jamás será suplido. Este recordatorio comprime el espíritu, te lleva a que de lo mas profundo del ser broten algunas lágrimas de tus ojos, y tienes la sensación de que cada una de ellas van a posarse en el alma de cada uno de esos seres, por los cuales fueron arrancadas del nuestro propio. Aunque a lo largo de todos los días del año, ni uno solo se pasa sin que su recuerdo desfile mas o menos veces por nuestra mente, en el día de hoy, y como antes señalo para las personas mayores, o para mejor decir viejas, parece ser que este DÍA está señalado especialmente para dedicárselo a su recuerdo.

Lejos me quedan a mí, aquellos "Días de los Santos", en que las jóvenes preparaban el café y varias clases de dulces y que en el domicilio de alguna de ellas nos reuníamos, más que para saborear e ingerir los dulces y la infusión, para tener aquella oportunidad que semejante acto nos brindaba a fin de poder estar junto a ellas, declararles nuestros sentimientos amorosos, y también porque no, algún que otro rocecillo o tocamiento que hacía estremecerse nuestro cuerpo. Ésto, si lo llevabas a cabo, tenía que ser con la máxima discreción y recato, toda vez que había que evitar el que fuera observado por nadie de los presentes, ya que de ser así, los comentarios al día siguiente en todo el pueblo, exclusivamente para la joven, estaban garantizados.

Si en aquellos entonces, nos hubieran visionado como esas relaciones entre la juventud se practican hoy, ni vertidas por las personas de mayor consideración y respeto, hubiéramos podido dar como ciertas. Lo de entonces, hoy puede parecer una ñoñería, lo de hoy, desde entonces, una catalogación de que lo que pienso, me lo reservo.

En fin, vaya hoy nuestro recuerdo más sentido para todos los que al marcharse dejaron nuestros corazones con ese vacío imposible de volverse a ocupar.

Hasta la próxima entrada.