En la tarde del día 26 de julio de 1950, en unión de otros compañeros llegaba a Málaga a fin de incorporarme a la Comandancia de la Guardia Civil de esta provincia, como Guardia recién salido de la Academia de Úbeda.
No conocía esta ciudad, salvo de oídas de cosas que de ella me contaba mi padre, que como quiera que hizo el servicio militar en Melilla, en Málaga tomaba el barco para ir y aquí desembarcaba cuando venía, aunque realmente todo ello bastante superficial, dado que su estancia, tanto en las idas como en las venidas, no era de tiempo espaciado.
Yo, mi destino a Málaga, en realidad no me produjo la menor alegría, antes bien me causó cierta contrariedad. No conocía a nadie de Málaga, tanto de la capital como de la provincia. Quizás por ello, con la añadidura de ciertos datos que a la vista estaban, me pareció una ciudad bastante sucia; su aspecto físico aparentaba cierto abandono e incluso aún se veían algunas consecuencias de la guerra civil, aunque hacía once años que había terminado.
Hoy, vuelvo la vista atrás y Málaga y yo, hemos ido proporcionalmente en direcciones opuestas, pero solo por lo que respecta a nuestro aspecto físico. Ella, ha dado un cambio tan expectacular que se ha puesto a la altura de las mejores ciudades de España. Nada de cuanto se exponía a mi vista en aquella primera visita, puede contemplarse hoy. En mi persona, tampoco. Aquel joven guapete que llegaba a Málaga en 1950, es hoy irreconocible para toda aquella persona que haga algunos años que no me ha visto personalmente. Sesenta años pasados sobre mí, han hecho verdaderos destrozos físicos Todas mis esperanzas y deseos de entonces son hoy recuerdos. Pero el desencanto que me produjo mi destino a esta provincia, desembocó hace ya muchos años en un profundo agradecimiento, bendiciendo el momento en el que se me asigno este destino. Aquí he conseguido multiplicado hasta el infinito, todo cuanto en aquel momento hubiere podido siquiera soñar. Hoy, soy tan amante de Málaga como lo pueda ser el primero y mis raíces aquí, con los innumerables logros conseguidos profesionalmente, pero muy especial en mi vida íntima y personal, es difícil encontrar quien pueda igualarlo, aunque imposible superarlo. Doy por bien empleado mi desgaste físico en ese tiempo transcurrido, con las aportaciones con los que he sido compensado. Solo de todo ello, me falta una, quizá la mas importante, de las que me ayudaron a conseguir tanta dicha. VAYA HOY, mi recuerdo hacia ELLA.