Hoy cuando he llegado aquí a casa de mi hija, no había nadie en el domicilio. Pese a lo esperado por sabido, se me demostraba que las vacaciones del verano de 2009, habían terminado. Cuando ante mi vista se mostraba la soledad en que se hallaba la casa, mis pensamientos volaban en esos instantes sobre todos mis hijos (nueras y yerno incluidos), así como también sobre mis seis nietos. Los primeros los suponía inmensos en sus habituales ocupaciones y trabajos llevando a cabo lo que en sus consecuencias les estaría previsto.
A mis nietos, a uno, lo suponía entregando su proyecto de fin de carrera, con la esperanza de que su aprobación lo fuera con la mayor calificación posible. Los dos siguientes, esperando la iniciación del curso en su último año de carrera. Otro, dando sus primeros pasos en el contacto con la facultad en su inicio de carrera. Otro iniciando su tercer curso de la enseñanza media y por ultimo el benjamín de todos, estrenándose en el Instituto. ¿ Y yo, que hago? La rutina que vengo ejerciendo desde hace mas de veinticinco años.
Pensándolo despacio, saco la conclusión de que los ancianos, somos un mundo aparte de la mayoría de los mortales. Nuestros pensamientos, vagan sobre el posibilitar de mantener el estado de salud lo más llevadero posible y principalmente el deseo continuado de que los nuestros consigan y alcancen las mayores cotas en los objetivos que sin duda tienen en sus mentes. Éstos, eran los que hace muchos años ocupaban nuestras expectativas, como no, el tiempo también lo pulveriza todo.
Un detalle, aparentemente irrelevante, me ha conmovido hoy más de lo que hubiera pensado en su momento. Cuando he terminado de hacer el gazpacho, como a diario he venido haciendo durante este verano, un pellizco de desilusión he sentido, al no poder haber llevado a mis dos nietos un vaso de este suculento caldo, que con gran satisfacción recibían por la deferencia de su abuelo. Nada en la vida deleita tanto como lo que se hace en favor de los nietos y en sus rostros aparece la expresión agradecida del detalle recibido.
Ahora toca esperar diez meses que lleguen las vacaciones del verano próximo: ¿las veré? Hasta la próxima entrada.
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