domingo, 24 de mayo de 2009

A Villaharta


(Incluido en la revista que será editada con motivo de la Feria de Villaharta 2009)

¿Cuándo el Cerro de la Solana en los orígenes de su conformación actual, hubiera llegado a pensar siquiera, que con el paso del tiempo, iba a tener extendidas sobre su falda sur, las casas y calles del pueblo mas entrañable que pueda imaginarse y que habría de llamarse Villaharta? ¡Nunca! ¿Y quién puede tener la dicha de ufanarse y blasonar el haber nacido allí? Entre otros afortunados, YO.

De no haber sido por esa agudeza de quién o quienes idearon la constitución de aquella humilde villa, hoy, ni siquiera el Puerto de la Silleta, el Puerto Ginés, el Puerto de La Lapa, Las Lagunillas, el Cerro de las Viñas, El Lagarazo, El Centenillo, Los Horcajos, Las Zahurdillas, el Cerro del Cabrahigo. La Solana del Peñón y otros muchos entornos de mi pueblo que a todos los villaharteños/as nos son comunes, estarían hoy identificados con tal nombre. El mero hecho de traerme a la memoria la mención de los lugares que anteceden, me han transportado hasta aquellos lejanos recuerdos de mis primeras correrías infantiles, cuando en compañía de otros “nenes”, íbamos a buscar nidos, cazar grillos, coger arbejanas, cornachos, yerba gitana y otros “hierbajos”, que aunque ponían nuestras comisuras y nuestras bocas manchadas de un color verdoso un tanto inmundo, su sabor y tal vez por alguna carencia de nuestra cotidiana alimentación, nos sabían a gloria.

Algunos años después, cuando la fuerza irreprimible de la juventud llegó a inundar todo mi ser, en las calles de Villaharta, en el paseo de la carretera, o en los bailes que se organizaban en el salón del Casino, o en el de la casa de la Sra. Eugenia, llegaron mis primeras y timoratas declaraciones de amor que hacían enrojecer mi semblante. Como no, estos aconteceres en esas edades, dejan en el recuerdo la huella indeleble de su circunstancia, mas que nada por la época de la vida en que sucede.

Después de varios decenios en que por causas de mi profesión dejé de residir allí, cada vez que visito Villaharta, que lo hago con relativa frecuencia, aunque menos de lo que me gustaría hacerlo, tan pronto como se aparecen ante mi vista sus blancas y límpidas casas, al traspasar el collado de la Cuesta de la Matanza, un estremecimiento de emoción recorre todo mi ajado y añoso cuerpo y que permanece inalterado hasta que mis pies posan sus plantas sobre las calles de mi pueblo. Caminando por ellas, vagan mis recuerdos por aquellos lejanos años, los mismos que parecen quitarme de encima de los que ya llevo cumplidos y mis propias energías se recuperan, creyéndome cuando menos, si no un hombre joven, sí uno solo en su edad madura, olvidándome por completo de todos los achaques que en esos momentos puedan afectarme.


Desde esta bendita Málaga donde resido desde hace casi sesenta años, y donde tanto en mi vida profesional como personal y familiar, llegué a conseguir las cotas de felicidad que nunca siquiera hubiera soñado, no pasa un solo día sin que mis recuerdos lleguen a recrearse por aquel sencillo y humilde pueblo en que como se dice en la manida frase, vi la luz por vez primera. Como se decía en algunos de sus versos en que, creo que era el cantaor Pepe Pinto, intercalaba en una de sus coplas, “yo tengo entre dos amores, mi corazón repartío”, como son Villaharta y Málaga. Aquélla, mi infancia, adolescencia y primera juventud, con todo lo que la travesía de estas etapas marcan en la vida de una persona, Ésta, donde cerca de sesenta años, como cito anteriormente, vengo residiendo y a la que me faltan adecuadas palabras para agradecer todo cuanto en ella he conseguido.


Como este relato lo es como consecuencia de la invitación que se me hace por el Alcalde de mi pueblo, Villaharta, al que desde estas humildes letras le agradezco su atención, que en el próximo mes de julio celebra sus fiestas, arrogándome unas facultades que solo como villaharteño puedan corresponderme, recomiendo a todos los vecinos de los pueblos limítrofes, o cualesquiera otros, que si le es posible no dejen de visitar Villaharta en sus próximas fiestas, con la seguridad de que han de pasarlo estupendamente y cuyo recuerdo, le llevaran a repetir su asistencia en años sucesivos. Yo no sé si podré hacerlo, si no es así, no lo será por falta de esperanza, y desde aquí le deseo a todos mis paisanos y paisanas las disfruten todo lo posible.

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