domingo, 21 de octubre de 2018

Desde la 109 del MATRIARCADO


Como suele decirse en el argot militar, la Plana Mayor, de la Residencia Ballesol San Carlos, es un matriarcado, excepción hecha del Médico titular que pertenece al sexo masculino. Y no es que con esta entrada yo vaya a discrepar del citado organigrama, sino es señalar una realidad, con el añadido de considerar que es un acierto del mismo, dado a los menesteres a los que han de dedicarse. Pero no es este el quid de mi entrada de hoy.

Unos días faltan para cumplir diez meses de mi estancia en esta residencia, y completamente gratificado me hallo del trato recibido y de su asistencia por todos los dedicados a ello. No obstante lo expuesto, quiero señalar una cuestión personal y que como tal lo hago, y lo es con respecto a una profesional de quien recibimos una atención diaria de lunes a viernes, y desde ahora, a ella directamente me dirijo.

"Doña Rocío," como parece lo indicado el trato que ha de darse aquí a cada uno, para ti está dedicada la entrada de hoy. Perdona cuanto voy a decirte porque no podrá llegar a ser lo suficiente de tu  merecido, pero primero, yo sigo uno de los aforismos morales de mi paisano Séneca, que así dice; "Prefiero molestar con la verdad, que complacer con la adulación". Por tanto si esto no fuera un real sentimiento, no sería yo digno de mí mismo.

Sí, quisiera ser psicólogo como tú, lo es un hijo mío, como la carrera que está cursando un nieto mío o licenciado en psicopedagogía, como lo es una hija mía, para poder decirte mejor los méritos profesionales de los que yo pienso que dotada estás. Pero no está ahí todo el mérito de lo que yo considero te asiste, si no el sentimiento que pones en todo cuanto nos transmites en tus clases en el que no se puede poner mas entusiasmo y mayor sentimiento, con el añadido del cariño que  todo  ello  consigo lleva.

Puede que tal vez, y como suelo decir con relativa frecuencia desde hace un tiempo, los metidos en  años, se nos acentúan las sensibilidades, el caso es, que cuando menos a mí, me reconforta todo cuanto nos dices y expones, al tiempo que creo no ha pasado un solo día sin que me haya hecho la siguiente interrogación: ¿Por qué tan escasos somos los que asistimos a tus interesantes clases? Y la verdad es que no llego a comprender la causa o motivo de ello.

Pero ellos se lo pierden, y yo con esta entrada en mi humilde blog, te muestro mi agradecimiento y de verdad te lo digo, los sábados y domingos, deseando estoy de que pasen para poder a las doce y media de cada mañana recibir tus interesantes enseñanzas.

Rocío, muchas gracias.

Hasta la próxima entrada.

jueves, 11 de octubre de 2018

Recuerdos desde la 109


Mi situación en la 109 continúa siendo la misma desde que a ella llegué. 

Como ninguna obligación tengo a cargo, mi sueño, con que llegue a las cinco horas, satisfecho me hallo. Por tanto mi cerebro libertad de pensamiento tiene, tal es así, que creo no ha pasado un solo día sin que el mismo haya ido desbrozando, quizás hasta detalles ínfimos, de ese largo caminar por este mundo de Dios.

A medida que los días han ido pasando, y como creo lo he dicho en alguna que otra ocasión, traer a mente algunos de los muchísimos recuerdos acaecidos, ha sido lo que la mayoría de mis pensares han hecho. Pero, ¿dónde está el punto o lugar donde se sucedieron su inmensa mayoría? Allí, En aquel hogar que entre sus cuatro paredes les sirve hoy de prisión, con la agravante de que su condena es a PERPETUIDAD. Allí continuaran  vagando como fantasmas sin que nada ni nadie los moleste, pero tampoco lo traigan a recuerdo. Otros moradores ocuparan el mismo, pero que ignorarán todo aquello que se fraguo durante varios lustros y que así permanecerán por los siglos de los siglos, y como diría Cervantes, "nadie los arrancaran de donde están ni a tres tirones".

Cierto es que las personas pasamos y los recuerdos quedan, pero aquello que fue del mayor gozo y felicidad de los que lo vivieron, de nada vale, ni a otros les sirve, si no que se irán con nosotros e ignoro si de algo valdrá en ese misterioso mas allá.

Si el venir a este mundo, aparte de ser como un milagro para nuestro bien, también el contrato de nuestra venida, tiene una clausula que nos obliga a abandonarlo, y que solo el notario que lo formuló, sabrá cuando hemos de hacerlo.

Esos recuerdos que del mayor gozo nos fueron, si hubiere la posibilidad de que pudieran repetirse, para que tal lo fueren, tenían que darse en  el mismo lugar y por los mismos actores, de lo contrario nada tendrían que ver lo uno con lo otro, pero esto son disquisiciones que ya a nada nos conduce.

Una cuestión es la principal que a Dios pido me la mantenga, y es que no me retire ese don del recuerdo y con ello el regodeo que produce poderlo hacer. Sin ninguna duda es uno de los privilegios del ser humano, y que así también es uno de los acicates de nuestro vivir.

Los que ya pasados de años nos hallamos, y como creo me he repetido en muchas ocasiones, vivimos más del recuerdo que de las expectativas, porque éstas escasas son y al tiempo de dudosa posibilidad, así seguimos meciéndonos en aquellos y quizás sea del mayor deleite.

Si puedo dar fe de una cuestión, sin que por ello se me exija tener la titulación de notaría, y es que las sensibilidades se acentúan con el paso del tiempo, tanto para el mayor goce como por la contra son para el sufrimiento. El llegar a la nonageriedad tiene dos cuestiones totalmente diferentes la una de la otra: la una seguir gozando del paso por la vida, y la otra, el ir dejando en el camino seres que te rebanaron el alma con su ausencia, y por muy largo que sea el camino y tiempo que pasa, no es que no se puedan olvidar, si no que esa herida ni siquiera se cicatrice por completo. Así es la vida.

Otra entrada más en este blog, y que mientras mi vida alentare, como se dice en una canción religiosa, y mantenga las facultades para ello, continuaré escribiendo cuanto considere merece la pena, por lo menos que a mi me parezca.

Por cuanto a la alusión que no abiertamente se hace de la que fue mi casa, y digo lo fue, por la seguridad que tengo no volverá a serlo en el sentido de su habitabilidad permanente y en este momento que tal escribiéndolo estoy, se me encoge el alma, al punto que algunas lágrimas se han asomado a mis ojos para justificar ese sentimiento. Todos aquellos acontecimientos y actos que allí se dieron, allí prisioneros están y solo queda la posibilidad de traerlos al recuerdo, que como digo anteriormente, por satisfecho me doy con poder continuar haciéndolo.

Hasta la próxima que será cuando algo se me ocurra merezca la pena relatar.