lunes, 20 de abril de 2015

En recuerdo a mi madre



Hoy se cumple el vigésimo primer aniversario del fallecimiento de mi madre, justamente cuando le faltaba mes y medio para cumplir los noventa y siete años. Aún la longevidad alcanzada y pese a que la espera de tal acontecimiento se estaba esperando, no por enfermedad si no por lo apuntado de sus muchos años, cuando una madre se nos va, se lleva consigo, no de uno, si no de todos sus hijos, un desgarro del alma de cada uno de ellos.

Pese al tiempo transcurrido de su óbito, ni un solo día se pasa sin que, no una, si no en varias ocasiones se traiga el recuerdo de esa madre que nos dejó. Sin duda la pérdida de un hijo ha de ser quizá mas dolorosa, pero esos recuerdos que se pierden allá en la lejanía de la niñez, cuando por la edad nos encontramos tan necesarios de la protección y el cobijo para la continuación del seguir viviendo, se nos viene a la mente la ternura y el cuido de nuestra madre. Sin duda la mayor garantía cuando llegamos al mundo, es nacer de unos padres buenos y responsables. Yo, y me pongo primero por haber sido el mayor de todos los hermanos, tuvimos toda esa suerte. Mi madre, mujer de carácter, que no dejaba pasar ni una de las acciones que no consideraba acertadas, de cualesquiera de nosotros, e incluso solía de írsele la mano con relativa frecuencia, no para dar una paliza pero si un buen cachete en las posaderas, luego era toda una madraza en el cuido de sus hijos y procurarles el mayor bienestar y sentirse felices.

Tuvo, primero el dolor de ver fallecer tres de sus ocho hijos nacidos, que lo fueron antes de cumplir el primer año de edad. Parte de la guerra civil y tres años más de la posguerra, el cuidar de los cinco que le sobrevivimos con la ausencia de su marido, pero su capacidad de trabajo y sufrimiento le hicieron el sobrellevar con toda entereza aquellas adversidades dándonos la crianza y educación que ella estimaba justa, y de lo que hasta presumir pudimos en el pueblo de haberla recibido ejemplar y que como tal había que demostrarla.

Valga esta entrada de hoy como homenaje  y recuerdo a aquella madre y esposa ejemplar, que juntamente con su esposo, nuestro padre, y otros tres de los cinco que le sobrevivimos  la infancia, y los que lo hicieron en su más tierna infancia, ya se marcharon también en su busca, estarán intercediendo para que los dos que lo estamos todavía por este mundo, el mayor y la mas pequeña, así como sus descendencias, nos proteja Dios hasta que a bien tenga el reunirnos a todos en el mas allá.

Hasta la próxima entrada.

1 comentario:

Daniel Torres dijo...

Qué delicia. Gracias por tu sinceridad y por tus ganas de compartir, Rafael. Eres un ejemplo para mí, cada vez que las fuerzas amenazan con flaquear.
Y sabes que tu madre está orgullosísima de ti. Tanto como todas las personas que te queremos, que somos muchísimas, estemos de uno o del otro lado del visillo.