Plaza de la Constitución, Málaga
Ya se percibe el eco de los aldabonazos solicitando la apertura de las puertas que den entrada al nuevo año. Cuántos sueños, cuántas esperanzas, cuántas ilusiones, cuántos proyectos estarán en ciernes para que puedan conseguirse en el año que está a punto de entrar. Pero no menos, cuántas y cuántos desengaños habrán de sufrirse también a lo largo de toda esa anualidad, al no cumplirse cuánto se esperaba, y en no pocas ocasiones, con la añadidura de alguna malaventura.
¡Qué diferencia en las perspectivas en esos deseos se van teniendo a lo largo de la vida! Y lo digo por experiencia. Primero, los juegos y los amigos de la infancia; luego el ser mayor; después ese revoltijo de sentimientos e ideas que se forma en la adolescencia e inicios de la juventud, con las novias, los trabajos, y una de las que mas se mantenían, digo "se mantenían", porque ya ha desaparecido, en esa expectativa, por parte de los varones, la mili. Sí, el paso por la mili, siempre suponían un antes y un después en el devenir de los hombres. Así se pensaba, "ya me quedan tres años para irme a la "mili", dos, uno, y cuándo te dabas cuenta ya estabas en los actos del alistamiento, la talla, el sorteo, la movilización, y hala, A LA MILI. Ya en esta situación, lo que mas se pensaba era en el matrimonio. Luego los hijos, sus estudios, sus trabajos, los nietos y así un largo etcétera, y ya personalmente, la hora de la jubilación.
Y todo aquello que parecía no llegaría nunca, cuando menos te lo esperabas, y a lo mejor como a mí me sucedió, ni siquiera lo deseaba... ¡zas!... ya estaba allí. Ese momento de la jubilación te desorienta un tanto, y te quedas como si algo importante te faltara, y realmente así es. Te observas interiormente y pareces decirte a ti mismo, que ya solo te queda el medrar, aunque lo tengas bien merecido, por cuanto al haber estado muchos años de trabajo y actividad hasta el máximo. Pero te hace sentirte como un "aparte" de esa sociedad en la que necesariamente tienes que continuar viviendo, y que con la sucesión del día a día, acabas por considerarte inserto en ella, aunque para los que aún no han llegado a eso, ya lo consideran la "vejez", la "ancianidad", o sea. seres que precisan del tener que estar sobre ellos, en el sentido de la protección.
Y así comienzan a pasar los años, los quinquenios, los decenios y en lo que te parece un soplo, estas tocando con las yemas de los dedos, la entrada en la "nonagenariedad" (o sin cursilería, cumplir noventa años), que si Dios quiere me faltan cuatro meses para ello.
Pero lo que nunca se piensa o se concibe, por los que mucho camino por andar les falta para llegar hasta esta situación de la vida en la que yo me hallo, y sobre todo si de hombros hacía arriba se mantiene el equilibrio, aún no faltan deseos e ilusiones por continuar transitando por este mundo, y que como alguien dijo, "nunca se es tan viejo, como para pensar que todavía se puede vivir cuando menos, un año más". Y es cierto y deseado, pero sobre todo cuando miras en tu rededor, y contemplas lleno de gozo a todos esos seres a los que adoras, y te adoran, que como nunca me cansaré de exponerlo, es el mayor tesoro que la vida puede darte y del que ese regodeo del que sigues libando, aunque suene a cursi, el néctar de la felicidad.
Así, demos la bienvenida al ya inminente año 2015, y después sea lo que Dios quiera.
Hasta la próxima que ya será el año que viene, por que éste, que está a punto de acabar, nadie, y digo nadie, podrá volver a pasar por él.
¡Qué diferencia en las perspectivas en esos deseos se van teniendo a lo largo de la vida! Y lo digo por experiencia. Primero, los juegos y los amigos de la infancia; luego el ser mayor; después ese revoltijo de sentimientos e ideas que se forma en la adolescencia e inicios de la juventud, con las novias, los trabajos, y una de las que mas se mantenían, digo "se mantenían", porque ya ha desaparecido, en esa expectativa, por parte de los varones, la mili. Sí, el paso por la mili, siempre suponían un antes y un después en el devenir de los hombres. Así se pensaba, "ya me quedan tres años para irme a la "mili", dos, uno, y cuándo te dabas cuenta ya estabas en los actos del alistamiento, la talla, el sorteo, la movilización, y hala, A LA MILI. Ya en esta situación, lo que mas se pensaba era en el matrimonio. Luego los hijos, sus estudios, sus trabajos, los nietos y así un largo etcétera, y ya personalmente, la hora de la jubilación.
Y todo aquello que parecía no llegaría nunca, cuando menos te lo esperabas, y a lo mejor como a mí me sucedió, ni siquiera lo deseaba... ¡zas!... ya estaba allí. Ese momento de la jubilación te desorienta un tanto, y te quedas como si algo importante te faltara, y realmente así es. Te observas interiormente y pareces decirte a ti mismo, que ya solo te queda el medrar, aunque lo tengas bien merecido, por cuanto al haber estado muchos años de trabajo y actividad hasta el máximo. Pero te hace sentirte como un "aparte" de esa sociedad en la que necesariamente tienes que continuar viviendo, y que con la sucesión del día a día, acabas por considerarte inserto en ella, aunque para los que aún no han llegado a eso, ya lo consideran la "vejez", la "ancianidad", o sea. seres que precisan del tener que estar sobre ellos, en el sentido de la protección.
Y así comienzan a pasar los años, los quinquenios, los decenios y en lo que te parece un soplo, estas tocando con las yemas de los dedos, la entrada en la "nonagenariedad" (o sin cursilería, cumplir noventa años), que si Dios quiere me faltan cuatro meses para ello.
Pero lo que nunca se piensa o se concibe, por los que mucho camino por andar les falta para llegar hasta esta situación de la vida en la que yo me hallo, y sobre todo si de hombros hacía arriba se mantiene el equilibrio, aún no faltan deseos e ilusiones por continuar transitando por este mundo, y que como alguien dijo, "nunca se es tan viejo, como para pensar que todavía se puede vivir cuando menos, un año más". Y es cierto y deseado, pero sobre todo cuando miras en tu rededor, y contemplas lleno de gozo a todos esos seres a los que adoras, y te adoran, que como nunca me cansaré de exponerlo, es el mayor tesoro que la vida puede darte y del que ese regodeo del que sigues libando, aunque suene a cursi, el néctar de la felicidad.
Así, demos la bienvenida al ya inminente año 2015, y después sea lo que Dios quiera.
Hasta la próxima que ya será el año que viene, por que éste, que está a punto de acabar, nadie, y digo nadie, podrá volver a pasar por él.