domingo, 23 de marzo de 2014

Toda una vida


Habrá quien pueda pensar por el título dado a esta entrada, que se refiere a uno de los célebres boleros de mi juventud, interpretado creo, por lo menos, por Antonio Machín, Los Panchos y María Dolores Pradera. No, hoy esta entrada y este título de "Toda una vida", se refiere a la mía propia. 

Poco después de la comida de hoy, cuando se comunicaba por la televisión el fallecimiento del ex-presidente del Gobierno Adolfo Suárez, y cuando, sin nada ni nadie aquí en mi domicilio que pudiera turbar mi pensamiento, sumergiéndome en el recuerdo de mi propia vida, me he trasladado nada menos que hasta aquel mes de abril de 1931, en que se promulgó la II República Española.    

Aún cuando solo contaba seis años de edad, mantengo fresco  ese recuerdo de aquellas principales circunstancias que envolvieron todo aquel suceder. El exilio de los Reyes de España. Los convulsos acontecimientos de aquella época en que dió lugar a la Guerra Civil Española. Todo el acontecer de la misma. La llegada del franquismo. Los años del hambre. La muerte de Franco. La transición a la democracia, con la alternancia en el gobierno de diferente signo político, con varios presidentes de gobierno y así hasta hoy en que con el fallecimiento de Adolfo Suárez, así a grandes rasgos he resumido ochenta y tres años por lo que hasta ahora ha transitado mi vida.

Pero si en este breve párrafo he dado paso a tan largo periodo de una vida humana, en este caso la mía propia, aunque solo sea también desbrozarla un tanto sin entrar en muchas profundidades no tengo por menos que situarme en lo que eran mi propio hábitat, y claro, todo cuanto en aquella infancia suponía mi paso por ella. ¡Qué domicilio con tantas carencias de mobiliario, enseres, y lo principal, tanta escasez de los alimentos por los que atravesaba mi familia, y conste, no éramos de los peores! Qué vestimentas llevábamos los niños entonces, que en todo tiempo, un llamado babero, prenda que nos cubría hasta la altura de las rodillas y valía hasta para ocultar unas, en su mayoría raídas prendas interiores, y por supuesto entonces los niños no usábamos calzoncillos. Todos los juegos se realizaban en la calle, y eso sí, la relación entre  los niños del pueblo, varones se entiende, era cotidiana. 

Y así hasta luego atravesando todas esas etapas por las que he ido transitando hasta llegar a este hoy, que por la circunstancia mencionada, me ha hecho retrotraerme hasta aquella lejana república. De como he señalado, como era mi infancia y cómo ha cambiado la sociedad en general, que creo solo es comparable a mi propia persona, de un niño en los albores de unas vivencias en las que comencé a tener conciencia de ellas, hasta estas alturas, y que gracias a Dios no me ha sucedido como al ya difunto ex-presidente Adolfo Suárez, si no que mantengo fiel recuerdo de todo mi pasado.

Cuántos avatares suceden a lo largo de tan dilatada vida; cuántos seres queridos, han ido abandonando este mundo, cuyas heridas dejan cicatrices en el alma que jamás han de desaparecer si no lo es por la pérdida de la razón; qué diferencia en el modo y forma de mi desenvolvimiento en el último tramo de mi existencia a la que hubieron de llevar, remontándome solo hasta mis padres, por ejemplo; qué de oportunidades han tenido mis hijos y tienen mis nietos, de las que tanto yo carecí, y así sería una largo etcétera, pero del tan bienaventurado de hoy, a lo de tantas dificultades con las que habíamos de enfrentarnos antaño.

Resumiendo, si en aquellos entonces en los que comenzaba a tener conciencia de mi ser, me hubieran expuesto de como lo iba a ser en el día de hoy, en todo lo que a mi vida concierne, y para cerrar. que próximo a cumplir los ochenta y nueve años de edad, iba a estar dejando constancia de este día por el procedimiento en que lo estoy haciendo, mi entendimiento, no el de niño, sino incluso ya bien entrado en la juventud, no estaba formateado para comprender tanto adelanto. Si esta edad la hubiere tenido entonces, aún viviendo, seguro lo estaría pasando un mes en la casa de cada uno de los hijos que tuviera, compartiendo las estrecheces ese mes con uno mas, y posiblemente esperando que el fin de la existencia me llevara a dejar atrás tantos padecimientos acaecidos. Cuán distinto lo está siendo, a cómo lo hubiere sido, y que así siga.

Por mi parte, creo debemos sentir cierto agradecimiento al hoy fallecido Adolfo Suárez, por aquella transición sosegada y pacífica, solo alterada por acontecimientos de índole terrorista, en que se fueron dejando atrás, si no todas, si la mayor parte de las insidias que fueron un largo transitar de los españoles. Que Dios le acoja.  

Hasta la próxima entrada.

1 comentario:

Carmen dijo...

Cuantos recuerdos en tu larga vida, cuantos acontecimientos importantes y cuantos cambios..... Afortunadamente cuentas con esa supermemoria y esa facultad que tienes para relatarnos tus vivencias, que aunque creas que no, para los que te seguimos es un disfrute y siempre aprendemos algo. En cuanto a la muerte del Presidente Suárez, una vez más se demuestra lo volubles que somos, a una persona que se le dio la espalda y se le retiró el apoyo moral hasta de quien lo puso en la presidencia y lo que sufrió en su momento, ahora todos son honores y lágrimas de cocodrilo. Las cosas en vida..... Al menos yo opino así. Bss.