domingo, 30 de marzo de 2014

Hace un año...



En mis años mozos había una canción que llevaba por título, "Hace un año que yo tuve una ilusión" y que era interpretada por varios y varias cantantes y que era una de mis favoritas entonces. Pero no, el título de esta entrada no es para traerme al recuerdo aquella canción, si no otro de poco grato recuerdo. 

Tal día como hoy del pasado año 2013 era Sábado Santo, día de la merendilla en mi pueblo y hasta allí me llevó mi hijo Rafa y también iba acompañado por mi amiga Carmen y mi nieto el editor de esta magna obra, como es mi blog. El  propósito del viaje no era otro que el de pasarlo bien, una buena "pechá" de comer y pasar unas horas con mis sobrinas, sobrinos y quien se terciara. Pero como reza el dicho, "el hombre propone y Dios dispone", y lo que era el propósito se torció en gran parte, por aquel accidente del que ya di cuenta en mi entrada del día tres de abril del pasado año.

Una de las principales obligaciones que tengo cuando voy a mi pueblo, es ir a visitar a mi amigo del alma, Alfonso Pérez, y como digo, ya lo cité en mi entrada del tres de abril pasado, bajando una escalera cogido a la barandilla, sería por agradecimiento de mi visita o a lo mejor el deseo de venirse a Málaga conmigo (la barandilla, se entiende). El caso es que, soltándose de su arraigo en el que sin duda llevaba muchos años, los dos bajamos por el medio mas rápido que se puede y es rodando escaleras abajo hasta llegar a la  planta del piso, de cuyo resultado se me produjo un gran hematoma en la sien derecha y rostro del mismo lado.  Poco mas de dos meses después, me llegaron las consecuencias mas graves y pasé unos días algo peores que malos y aunque se dice que bicho malo nunca muere, no tan graves como las que me surgieron el pasado año, pero sí cuando menos con cierta molestia, de vez en vez suelen volverme, y hoy ha sido uno de esos días, en que, como me sucede en estos momentos, me dejan con no mucha gana de nada, pero sobreponiéndome a ello, y porque no se salga con la suya, aquí estoy rememorando esta efemérides, que a decir verdad no es que sea de lo mas divertido que me haya sucedido en la vida, sino, si seguro el "porrazo" mas grande de mi existencia. En aquella entrada del pasado año sobre el particular, no faltó a quién, y como creo nos sucede a los españoles, en estos casos de caídas, le produjo cierta risa e incluso en el comentario que puso en aquella entrada, comenzaba con aquello de " pon... pon... batacazo y chichón" y luego algunos comentarios que se hicieron con respecto a mi caída, que mas bien servía de chanza que de pena.

Pero en fin, como cito en el título ya hace un año y aquí estoy dando testimonio de ello y aunque sea con alguna molestia de vez en vez, no me importa estar narrando esta efemérides algunos, o muchos, porque no,  años venideros. Pero realmente las consecuencias que me sobrevinieron el verano pasado, físicamente me hicieron pasar unos de los días mas duros de toda mi vida.

Bueno mira, he conseguido citar el día de la merendilla del año pasado y hoy, mi comida ha sido bastante más austera y también produce menos colesterol y otras contrariedades para el organismo  de las "personas mayores".

Hasta la próxima entrada.

domingo, 23 de marzo de 2014

Toda una vida


Habrá quien pueda pensar por el título dado a esta entrada, que se refiere a uno de los célebres boleros de mi juventud, interpretado creo, por lo menos, por Antonio Machín, Los Panchos y María Dolores Pradera. No, hoy esta entrada y este título de "Toda una vida", se refiere a la mía propia. 

Poco después de la comida de hoy, cuando se comunicaba por la televisión el fallecimiento del ex-presidente del Gobierno Adolfo Suárez, y cuando, sin nada ni nadie aquí en mi domicilio que pudiera turbar mi pensamiento, sumergiéndome en el recuerdo de mi propia vida, me he trasladado nada menos que hasta aquel mes de abril de 1931, en que se promulgó la II República Española.    

Aún cuando solo contaba seis años de edad, mantengo fresco  ese recuerdo de aquellas principales circunstancias que envolvieron todo aquel suceder. El exilio de los Reyes de España. Los convulsos acontecimientos de aquella época en que dió lugar a la Guerra Civil Española. Todo el acontecer de la misma. La llegada del franquismo. Los años del hambre. La muerte de Franco. La transición a la democracia, con la alternancia en el gobierno de diferente signo político, con varios presidentes de gobierno y así hasta hoy en que con el fallecimiento de Adolfo Suárez, así a grandes rasgos he resumido ochenta y tres años por lo que hasta ahora ha transitado mi vida.

Pero si en este breve párrafo he dado paso a tan largo periodo de una vida humana, en este caso la mía propia, aunque solo sea también desbrozarla un tanto sin entrar en muchas profundidades no tengo por menos que situarme en lo que eran mi propio hábitat, y claro, todo cuanto en aquella infancia suponía mi paso por ella. ¡Qué domicilio con tantas carencias de mobiliario, enseres, y lo principal, tanta escasez de los alimentos por los que atravesaba mi familia, y conste, no éramos de los peores! Qué vestimentas llevábamos los niños entonces, que en todo tiempo, un llamado babero, prenda que nos cubría hasta la altura de las rodillas y valía hasta para ocultar unas, en su mayoría raídas prendas interiores, y por supuesto entonces los niños no usábamos calzoncillos. Todos los juegos se realizaban en la calle, y eso sí, la relación entre  los niños del pueblo, varones se entiende, era cotidiana. 

Y así hasta luego atravesando todas esas etapas por las que he ido transitando hasta llegar a este hoy, que por la circunstancia mencionada, me ha hecho retrotraerme hasta aquella lejana república. De como he señalado, como era mi infancia y cómo ha cambiado la sociedad en general, que creo solo es comparable a mi propia persona, de un niño en los albores de unas vivencias en las que comencé a tener conciencia de ellas, hasta estas alturas, y que gracias a Dios no me ha sucedido como al ya difunto ex-presidente Adolfo Suárez, si no que mantengo fiel recuerdo de todo mi pasado.

Cuántos avatares suceden a lo largo de tan dilatada vida; cuántos seres queridos, han ido abandonando este mundo, cuyas heridas dejan cicatrices en el alma que jamás han de desaparecer si no lo es por la pérdida de la razón; qué diferencia en el modo y forma de mi desenvolvimiento en el último tramo de mi existencia a la que hubieron de llevar, remontándome solo hasta mis padres, por ejemplo; qué de oportunidades han tenido mis hijos y tienen mis nietos, de las que tanto yo carecí, y así sería una largo etcétera, pero del tan bienaventurado de hoy, a lo de tantas dificultades con las que habíamos de enfrentarnos antaño.

Resumiendo, si en aquellos entonces en los que comenzaba a tener conciencia de mi ser, me hubieran expuesto de como lo iba a ser en el día de hoy, en todo lo que a mi vida concierne, y para cerrar. que próximo a cumplir los ochenta y nueve años de edad, iba a estar dejando constancia de este día por el procedimiento en que lo estoy haciendo, mi entendimiento, no el de niño, sino incluso ya bien entrado en la juventud, no estaba formateado para comprender tanto adelanto. Si esta edad la hubiere tenido entonces, aún viviendo, seguro lo estaría pasando un mes en la casa de cada uno de los hijos que tuviera, compartiendo las estrecheces ese mes con uno mas, y posiblemente esperando que el fin de la existencia me llevara a dejar atrás tantos padecimientos acaecidos. Cuán distinto lo está siendo, a cómo lo hubiere sido, y que así siga.

Por mi parte, creo debemos sentir cierto agradecimiento al hoy fallecido Adolfo Suárez, por aquella transición sosegada y pacífica, solo alterada por acontecimientos de índole terrorista, en que se fueron dejando atrás, si no todas, si la mayor parte de las insidias que fueron un largo transitar de los españoles. Que Dios le acoja.  

Hasta la próxima entrada.

lunes, 17 de marzo de 2014

Porque me fui a la mili


Hoy 17 de Marzo, y desde hace exactamente 68 años, ni una sola vez me ha pasado inadvertida esta fecha. Pues como creo lo he hecho cada año por hoy, desde que tengo este blog, he traído al recuerdo, que aquel lejano diecisiete de marzo de mil novecientos cuarenta y seis se celebró el sorteo de mi reemplazo para irnos a la mili. 

Voy a prescindir en esta ocasión de volver a señalar la comilona que nos dimos aquel día y todo lo que hicimos, ya que como dejo dicho en más de una ocasión lo tengo señalado y no quiero pecar de reiterativo, aburriendo con ello a mi escasos y sufridores lectores. No obstante, y esto creo no lo he señalado quizás mas de una vez, o tal vez ninguna, si quiero hacer hincapié  en los motivos que principalmente me llevaron a incorporarme al ejército, cuando  de haberlo querido estaba exento de ello, dado a que los que trabajábamos en las minas, cuando menos en las de carbón, como era mi caso, el tiempo que permaneciéramos  en ellas. y  que nuestro reemplazo estuviera en filas, nos constaría para todos los efectos al igual que a ellos.  

Como creo que esto que voy a referir si lo he dicho en muchas ocasiones, y es que desde que era un niño una de las circunstancias que siempre me preocuparon era lo de que sería  el día que fuera mayor. Los horizontes que siempre, hasta entonces,  estuvieron a mi alcance lo eran el trabajo en el campo, como, y desde los diez años hasta los diecinueve lo estuve haciendo, y para, como suele decirse, "mayor inri", a partir de esos hasta los veintiuno que iba a cumplir cuando se celebró el sorteo, como queda expuesto me encontraba trabajando en la mina. Si tan corta era la perspectiva del horizonte para mis deseos cuando lo hacía en el campo, haciéndolo en el interior de los pozos quedaba reducido a la mínima expresión. Y es que, si no una desgracia, si cuando menos es una gran contrariedad venir al mundo en una localidad tan pequeña, sin que tus padres tuvieran posibles de proporcionarte alguna salida, de donde solo existía, como se apuntaba, pasar toda tu vida como jornalero agrícola, el mero hecho de siquiera salir para irte a cumplir el servicio militar, cuando menos a mí, parecía aportarme una bocanada de aire fresco y como mínimo, entreabrirse siquiera una puerta a la esperanza. 

Creo que la inmensa mayoría conocéis lo que fue mi paso por la "mili", que por supuesto fue lo mejor que hasta entonces me había sucedido personalmente por cuanto a mis vivencias,  y aunque terminada ella, y por causas que también he señalado en alguna que otra entrada,  hube de volver a mi pueblo sin haber conseguido mis propósitos, a no muy largo tiempo pasado, cuanto conseguí de mi paso por la milicia, de tan útil modo me sirvió, que hicieron de mi paso, en esta ocasión por la Guardia Civil, y que año y medio después de licenciarme del ejército conseguí, lo que nunca siquiera hubiere llegado a soñar.

Hoy, y próximo a cumplir los 34 años de mi "retiro", nunca terminaré de dar gracias a Dios por aquella decisión tomada, de abandonar mis últimas, y mas desastrosas de todas las penalidades sufridas a los mas de doce años, en unos y otros trabajos.

Todas las bienaventuranzas gozadas como lo han sido por aquella consecuencia, han hecho que todos esos tantísimos años como han pasado, han sido como un soplo. 

Mil veces que volviera a encontrarme en aquella encrucijada, otras tantas tomaría igual determinación.

Esta vez, como podréis observar, no he citado mi portalibros.

Hasta la próxima entrada.

miércoles, 12 de marzo de 2014

Volver a la niñez



Cuando al ver la fotografía que en mi entrada anterior había colocado mi editor, me produjo cierto estremecimiento, cuando ahora me disponía a realizar nueva entrada, he vuelto a la contemplación del portalibros que figura en dicha foto, y si cuando la vi entonces me caló bastante en el ánimo, hoy, tan profundo me ha llegado la impresión al volver a verla con más detenimiento, que me ha llevado a cambiar de opinión por cuanto tenía de señalar en esta fecha y, volver a hacer mención al tema anterior.

A este respecto voy a señalar, que excepto las correas que envuelven el portalibros de esa foto, sobre todo las tapas del mismo, son un fiel reflejo del que yo tenía cuando lo llevaba a la escuela. La misma clase de madera, el mismo color, una de las esquinas con una señal como de haber llevado un golpe, y tan parecidas son, que incluso no he podido remediar, que la misma emoción me haya llevado a que unas lágrimas asomen a mis ojos. Aunque en muchas ocasiones he comentado, de que al igual que le sucedía a mi padre, soy de lágrima fácil, cómo es posible que esa percepción que retenida en la memoria debo tener almacenada y de lo que seguro hacía allá cuando menos ochenta años yo no me había acordado de mi portalibros y mucho menos cual era su forma y clase, me ha hecho volver mis recuerdos hasta aquellos tiempos, tan distantes y tan distintos a los actuales, pero a la vez también, me han traído ese sentimiento de mis propios padres, de cómo era aquella casa llena de niños, muchas carencias, pero que en principio tanta dicha se gozaba, aunque pocos años después, y durante varios más, fuera todo lo  contrario. Hoy, cuando agradezco a mi editor, la suerte, y por que no, el acierto, que ha tenido al elegir dicha foto, que más bien parece la hubiere hecho de aquel "portalibros" que sin duda alguna dejo de ser tal, cuando quedaba abandonado en casa de mis padres, cuando el 9 de octubre de 1936 salíamos  del mismo con motivo de la Guerra Civil Española. Qué sensibles se vuelven las "personas mayores" cuando recuerdos, como este de mi portalibros nos llevan hasta nuestra infancia, que pese a todo, esa etapa de la vida en toda persona, y cuando los demás lleguéis hasta alcanzar los años que yo tengo lo comprenderéis mejor, un no se qué, te hace vibrar dentro de lo mas profundo del ser. Esta entrada, que a los demás que podáis leer su contenido, no llegue a deciros nada, perdonar que yo la haya traído a colación otra vez, pero como dejo dicho, es como si hubiere recibido un valioso regalo, que por el mero hecho de hacerme recordar a esos seres queridos, que años ha nos dejaron, dejan en mis sentimientos cierta gratitud, y que cuestión tan baladí para cualquier otra persona, a mí tanto me ha llenado.

Hasta la próxima entrada, que prometo no tratará de un portalibros. Reitero mi agradecimiento a mi editor por tan meritoria e inesperada fotografía.

martes, 4 de marzo de 2014

El portalibros escolar



Esta mañana observando la bajada de unos niños del autobús escolar que los transportaba, no tuve mas remedio que aceptar que yo vengo de otras épocas. Cada uno de ellos llevaba su correspondiente mochila donde transportarían sus libros y material para utilizar en el colegio.

Cuando yo contaba la edad que estos niños aparentaban,entre los siete u ocho años, lo que hoy, y a lo mejor entonces también, se le llama mochila, en aquellas fechas solo eran utilizados generalmente por pastores, porqueros y cabreros, y que todos eran fabricados de cuero y se les denominaban "zurrones", donde llevaban su comida y alguna que otra cosa también. Pero cuando íbamos a la escuela, que nunca decíamos colegio, eso era demasiado fino,  utilizábamos lo que llamábamos "portalibros". 

Estaban hechos por dos tapas de madera, el plástico no se había descubierto aún. Luego dos correas de cuero, con una hebilla en  uno de sus extremos, colocadas a cierta distancia de los bordes  laterales y pasando por una especie de pasadores que también de cuero, dos en cada lado y cerca de los bordes superior e inferior de cada una de las tapas. Estas correas en la parte superior del portalibros se pasaban por unas aberturas de un asa metálica que servía para  coger y transportarlo. Esas correas permitían transportar tanto material como las mismas dieran de sí y que generalmente era lo suficientemente largas, para llevar unos cuantos libros u otros utensilios, aunque en no pocas ocasiones, cuando se llevaban bastantes libros, el asa metálica quedaba señalada en las tiernas manos de sus transportadores. 

Para darle un poco de prestancia al "portalibros", solíamos colocarle varias "calcomanías" de diferentes colores. En la parte superior del portalibros y entre las correas que lo cerraban y el borde de los libros, colocábamos los "mangos" o palilleros con sus correspondientes plumines, nosotros los llamábamos "plumas", que después en la escuela y mojadas en la tinta que preparaba el maestro a base de polvos y agua y que luego vertía en los tinteros de plomo que había en los pupitres. De las muchas clases de plumas que había, generalmente solíamos utilizar las llamadas de  "pico pato", "pico pájaro" y de "corona".

Todo cuanto expongo anteriormente, se refiere por supuesto a niños, pues entonces la separación de sexos en las escuelas era rigurosa. 

Esta mañana, cuando veía que del autobús bajaban lo mismo niños que niñas, pensaba: Si a estas niñas les entregaran un "bastidor", que era una de las cosas que forzosamente habían de llevar las de mis tiempos a la escuela, quedarían extrañadas y se preguntarían:  "¿Esto que es y para que sirve?"

Pues son cosas de la vida que nos tocó vivir de hace ya cuando menos ochenta años. Así eran las cosas, y entonces por desgracía quienes vivían lejos de la escuela y querían asistir a la misma, habían de llegar hasta ella, andando por supuesto, como lo hacían algunos de los que íban a la mía y cuando yo lo hacia, varios de ellos a unos dos kilómetros de distancia, pero había dos hermanos, que tenían que recorrer unos cinco kilómetros aproximadamente, y muy mal día debía de hacer para su no asistencia a la misma. A los hermanos "Mansilla", que así se apellidaban, deberían tener levantanda en las inmediaciones del pilar de "Fuente buena", como se conocía el cortijo donde habitaban, una escultura de mármol y para determinar las fechas en que se hicieron merecedores a ello, con un portalibros en la mano.

Hasta la próxima entrada.