martes, 7 de diciembre de 2010

7 de diciembre de 1993


Hoy se cumplen 17 años de la primera operación que le hicieron a mi mujer. Aquel día era el principio del fin de su existencia. Tres años y dos meses después de aquella operación, fallecía. Solo once meses de cierta esperanza tuvimos durante dicho espacio de tiempo. El resto entre ciertos sufrimientos y al final un calvario, y lo mas grave de todo su marcha de este mundo.

Aquel siete de diciembre fue sin duda uno de los días de toda mi existencia que mas temía saber el resultado de una cuestión y al propio tiempo mas deseaba conocerlo. Aquella sala de espera del Hospital Parque de San Antonio, era muda testigo de la vorágine de ideas y sentimientos que atropelladamente pasaban por mi cerebro. En principio, resultado esperanzador, y como apunto anteriormente, once meses duró la esperanza.

Hoy rebobinando mis recuerdos hacia el pasado y cabalgando sobre ese jumento que resultan ser los mas de ochenta y cinco años de edad que sobre mí pesan, incluso yo mismo me extraño de seguir a la grupa de esa ancianidad, aunque iluso de mí, cada vez que a mis oídos llega la palabra anciano, miro a mi alrededor por ver si esa catalogación corresponde a alguien que ande por allí cerca. No obstante mi ilusa sensación de sentirme no anciano, creo que cada vez me asemejo en algunos casos más a Don Quijote, que montando su Rocinante, flaco y pasado en años como su cabalgante, al menor lance con algún contrario dado a la escasez de fuerza de ambos, caballo y caballero terminaban rodando por los suelos. La menor contrariedad en mi estado de salud actualmente, acaba dejándome con las energías totalmente mermadas e incluso remontar el estado en que me deja, se lleva mas días de lo que en principio pudiera pensar. A pesar de todo, mi deseo de continuar por estos lares y asida mi voluntad a cualquier agarradero que a mi vera esté, así voy continuando y avanzando por el paso del tiempo mucho más de lo que yo nunca hubiere llegado a soñar. El continuar por aquí, cuando menos hasta hoy me mantiene TRAERLA al recuerdo y con ello hay veces que incluso llego a pensar que la tengo a mi lado. Cuando vuelvo en sí, resulta ser otra de mis muchas ilusiones que se desvanecen. Entre unas y otras, yo sigo cabalgando hasta que Dios quiera.


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