viernes, 31 de diciembre de 2010

Se va la primera década del siglo XXI



Hace unos minutos, como todas las noches a las diez, mi reloj acaba de lanzar su alarma. Claro que todas las noches, no son ni el final de un año ni tampoco el de una década, como lo es hoy.

En estos momentos, millares de hogares estarán en los prolegómenos de una cena, o aún algunos ya habrán comenzado a cenar. Yo hace un rato terminé de hacerlo.

Como voluntariamente lo vengo haciendo desde hace ya algunos años, esta Nochevieja también la estoy pasando solo. Esta soledad voluntariamente impuesta y sin nada ni nadie que me lo entorpezca, me lleva a traer al recuerdo, no solo tantas y tantas noches de fin de año, si no todo el largo devenir de toda mi existencia desde aquellos lejanísimos días en que comencé a tener uso y razón de mi existencia. Como no, algunos de tantos y tantos sucedidos, me hacen contraer el ánimo por tratarse casi exclusivamente de la ausencia de esta vida de esas personas, a las que nunca ni por nada, cuando menos mientras tanto Dios nos conserve esa pequeña luz de la mente, dejaremos de dedicarle un sentido y emotivo recuerdo a cuanto supusieron e hicieron por hacernos felices, con la añadidura de que para ello nada nos exigieran a cambio. A ellos, padres, hermanos, uno de estos nos dejó hace escasos meses, otros familiares y como no, ESA MUJER que Dios en su día puso en mi camino, para colmarlo de infinitas felicidades y que tanto disfrutaba con la celebración de esta Festividad que años y años, en compañía de otros matrimonios amigos solíamos festejarlo hasta muy avanzadas horas de la madrugada.

Pero llegó la Nochevieja de 1996. Fue la última que pasamos juntos, de las doce uvas, solo pudo comerse cuatro o cinco. Su estado físico no se lo permitió. El final de sus días caminaba a pasos agigantados. Algunos días después del paso de un mes, se cumplían mis terribles augurios.

Las doce uvas que yo sí ingerí aquella noche, fueron las últimas que como ceremonia de esa festividad, no he vuelto a realizarlo. Con su partida, se llevó consigo toda la ilusión que yo ponía en aquellas celebraciones, en las que, hoy lo confieso, yo ponía el mayor empeño, más que nada, por complacerla a ella y acompañarla en su estado festivo. Hoy, que no esta conmigo, ¿qué hago yo tomando parte en semejantes celebraciones? Nada. Que me perdonen si alguien de los míos piensa que no es correcta mi forma de interpretar la situación.

Cambiando totalmente de tema, tal día como hoy, pero de 1947, rompía unas incipientes relaciones amorosas con una joven de mi pueblo. Tanto en mis memorias como en otras entradas en este blog, he relatado algunas circunstancias sobre aquel extraño e insólito romance. Hoy pasados SESENTA Y TRES años de aquel sucedido, dos cuestiones totalmente contradictorias, me vienen al recuerdo, de vez en vez y siempre cuando llega esta fecha de fin de año. La una de esas contradiciones, lo es que estoy satisfecho de haberlo hecho así. La otra, es que siento cierto remordimiento y culpabilidad, solo por el modo y forma en que lo llevé a efecto. Me queda ese no se qué, de no haberle pedido perdón por esas dos cuestiones. Así son las cosas.

Por todo lo demás y en relación a esta efemérides de fin de año, que Dios siga manteniendo a todos los míos como hasta ahora y, a mí, como ÉL quiera disponer.

domingo, 26 de diciembre de 2010

26 de diciembre


Ya hacía casi veinte días que no entraba en el blog. El día de hoy no podía dejarlo pasar en blanco.

Hoy 26 de diciembre, mi mujer hubiera cumplido 76 años. Seguro que de haber estado entre nosotros, agregado a mi felicitación le hubiera añadido algo, tal como que "era ya demasiado vieja y como consecuencia habría de buscarme otra más jovencita". Su repuesta también me la imagino cual hubiere sido: "¿Mira quien va a hablar, que estas mas cerca de los noventa que de los ochenta, quien debiera de buscar otro sería yo?"

Suposiciones aparte, lo grave es que no la tengo a mi lado en fecha tan señalada. No obstante y si por esos supuestos milagros que dicen se dan en algunas ocasiones, te voy a contar, a ver si lo recibes, que antes de anoche, la Nochebuena de 2010, estuvimos cenando todos en casa de la niña, solo tú no estabas. Durante las más de cuatro horas que estuvimos allí, el ambiente que se respiraba entre todos los nuestros era para que lo hubieras presenciado y gozado igual que yo. Nada te hubiera hecho sentirte más orgullosa que su mera contemplación. Tus nietos, la mayoría, ya sobrepasando en estatura a sus respectivos padres, cuestión que a ti tanto te agradaba de los hombres "altos", lo que debió ser una pequeña contrariedad para casarte conmigo, dado a que como suele decirse, un buen mozo, nunca lo fui. Pero bromas aparte, como te apunto anteriormente, el ambiente y la buena armonía entre todos, hijos, hija, nueras, yerno y nietos y su abuelo, suegro y padre sumergido en su contemplación y haciendo volar la imaginación y el sentimiento hacia tu recuerdo, lo que me hacía gozarlo por partida doble a fin de poder enviarte a ti, cuando menos la mitad de lo que yo disfruté. Dios quiera continue siendo así en años sucesivos hasta siempre y cuando yo parta de aquí en tu busca, tendremos tiempo para ponerte al corriente de todo ello. Entre tanto llega ese día, que lo que ellos expongan ante mi vista, lo sea como mínimo a como yo lo presencié esta pasada Nochebuena. Que así sea.

martes, 7 de diciembre de 2010

7 de diciembre de 1993


Hoy se cumplen 17 años de la primera operación que le hicieron a mi mujer. Aquel día era el principio del fin de su existencia. Tres años y dos meses después de aquella operación, fallecía. Solo once meses de cierta esperanza tuvimos durante dicho espacio de tiempo. El resto entre ciertos sufrimientos y al final un calvario, y lo mas grave de todo su marcha de este mundo.

Aquel siete de diciembre fue sin duda uno de los días de toda mi existencia que mas temía saber el resultado de una cuestión y al propio tiempo mas deseaba conocerlo. Aquella sala de espera del Hospital Parque de San Antonio, era muda testigo de la vorágine de ideas y sentimientos que atropelladamente pasaban por mi cerebro. En principio, resultado esperanzador, y como apunto anteriormente, once meses duró la esperanza.

Hoy rebobinando mis recuerdos hacia el pasado y cabalgando sobre ese jumento que resultan ser los mas de ochenta y cinco años de edad que sobre mí pesan, incluso yo mismo me extraño de seguir a la grupa de esa ancianidad, aunque iluso de mí, cada vez que a mis oídos llega la palabra anciano, miro a mi alrededor por ver si esa catalogación corresponde a alguien que ande por allí cerca. No obstante mi ilusa sensación de sentirme no anciano, creo que cada vez me asemejo en algunos casos más a Don Quijote, que montando su Rocinante, flaco y pasado en años como su cabalgante, al menor lance con algún contrario dado a la escasez de fuerza de ambos, caballo y caballero terminaban rodando por los suelos. La menor contrariedad en mi estado de salud actualmente, acaba dejándome con las energías totalmente mermadas e incluso remontar el estado en que me deja, se lleva mas días de lo que en principio pudiera pensar. A pesar de todo, mi deseo de continuar por estos lares y asida mi voluntad a cualquier agarradero que a mi vera esté, así voy continuando y avanzando por el paso del tiempo mucho más de lo que yo nunca hubiere llegado a soñar. El continuar por aquí, cuando menos hasta hoy me mantiene TRAERLA al recuerdo y con ello hay veces que incluso llego a pensar que la tengo a mi lado. Cuando vuelvo en sí, resulta ser otra de mis muchas ilusiones que se desvanecen. Entre unas y otras, yo sigo cabalgando hasta que Dios quiera.