martes, 31 de agosto de 2010

Se nos va agosto

Doce horas escasas quedan para que se nos vaya agosto, mes de vacaciones por excelencia. Para mí, el vacar lo es desde hace muchos años por tiempo indefinido, o para mejor decir, permanente.

Los míos, algunos ya han dado por terminadas su vacaciones, otra está a punto de hacerlo en la inmediatez del día de hoy, y el otro no le alcanza una semana de disfrute.

Durante el mes que hoy termina, he tenido la dicha de haberlos reunido a todos aquí, aunque con algunos altibajos en las estancias de tres de mis nietos, motivado a sus propias programaciones, cosa natural en sus edades mozas, como antaño se denominaba a los jóvenes.

Cavilando hoy sobre la circunstancia a que me refiero en los párrafos anteriores, se me viene al recuerdo las distintas etapas por las que la vida de una persona atraviesa en el devenir de su existencia, que por las distintas situaciones íntimas y particulares serían, las de hijo, novio, marido, padre y abuelo. Sin duda, de todas ellas, por lo menos en cuanto a mi respecta, esta última por la que me veo transitando, y que eso de ÚLTIMA ha de serlo así, ya mi situación para una nueva catalogación no puede darse.

Las sensibilidades en todo ser humano, hablo solo por lo que a mi se refiere, llegan a la máxima expresión cuando se alcanza la vejez y se mantiene el cerebro con la suficiente claridad de ideas. Estas sensibilidades tienen por una parte el encanto del disfrute sublime de sentirte rodeado y en la proximidad de tus seres queridos, y por ende todo hecho o suceso favorable que a ellos acaezca. En su contra, te hallas permanentemente con el temor de cualquier contrariedad familiar, que aún no siendo de la máxima gravedad, me resultaría difícilmente soportable de afrontarlo y en cuya consecuencia, se desea la propia pérdida de la existencia que verte en la tesitura de tener que superarlo.

A partir de ya, esperar otra vez a que llegue el verano que viene, que aún echándole mucho optimismo al caso, y mirando hacia ese horizonte con la sensatez propia de un anciano, tan lejano y cuesta arriba se contempla, que nunca se descarta el hecho de si uno volverá a gozarlo, tal lo ha sido este año, ahora podríamos decir.

Pienso de la infelicidad de aquellos seres que no les quede esa ilusión de que pasados unos días, meses e incluso un año, carezcan de la esperanza de verse arropados y queridos de los suyos, como yo tengo que dar gracias a Dios de sentirlo y esperarlo de que así sea.

Como casi siempre hago, el recuerdo para la que fue la principal artífice de la obra de que tan orgulloso me siento, y que con ello le informo de la felicidad que todos los nuestros ahora gozan, y la que deseo lo sea así hasta siempre.

Ya la próxima entrada tiene que ser en septiembre. Valga esta por hoy.

No hay comentarios: