jueves, 31 de diciembre de 2009

Doblando la esquina


Faltan escasos minutos para las diez de la noche del día 31 de diciembre de 2009. Termino de cenar en una soledad libremente elegida. Durante esos momentos de recuerdos a que invitan el tiempo en que nada ni nadie te distraenlos pensamientos, los míos han vagado hacia atrás, como es natural, trayéndome a la memoria la mayoría de las Nocheviejas a los que abarcan mi memoria. Voy a hacer mención a tres de ellas, que posiblemente marcaron escalones en el discurrir de mi ya larga vida, aunque no exista comparación posible entre ellas, dado a que de cada una voy a marcar el instante que mas recuerdo de ellas.

La primera, es la que se refiere a la relativa del 31 de diciembre de 1939. Me encontraba en La Calera, donde formando pareja con mi madre nos dedicábamos a la cogida de aceitunas. Por la faneguería, como se denominaba al conjunto de personas que componían todo el entramado de la recolección formaron una pequeña fiesta. Yo por mi edad, 14 años, no tomé parte en ella. Mi madre tampoco. Demasiadas preocupaciones graves se lo impedían. Mi padre en la cárcel y mis hermanos, los cuatro menores que yo, quedaban en el pueblo al cuidado de mis tías. Me quedo con el deseo que sentía porque mi padre saliera de la cárcel y el detalle que sentía de que en el año que iba a entrar cumpliría los quince años, y ese cambio de decenio, de los treinta a los cuarenta. De aquello se cumplen hoy, nada menos que SETENTA años.

La segunda a que voy a referirme, aunque tal vez pueda parecer insignificante el detalle que voy a resaltar, y aún no dudo que pueda serlo, para mí, quizá pudo cambiar el rumbo en el devenir de mi vida, que a la vista de como luego se ha desarrollado, puede que no hubiere sido peor, pero lo que si puedo afirmar es que mejor hubiere sido imposible.

El 31 de diciembre de 1947, rompía unas relaciones amorosas un tanto raras y dificultosas con una joven de mi pueblo y que por motivos que serían largos de explicar, fue la consecuencia del único caso en mi vida, que fui tramando voluntariamente, como una venganza por sus comportamientos hacía mí. Desde entonces he sentido cierto remordimiento por la forma y modo en que lo lleve a efecto, sin duda, aunque no violentos, si con cierta intencionalidad de producir un efecto, que sin duda fue un tanto excesivo a las causas por las que me indujeron a ello. Aunque con ella no he vuelto a hablar desde entonces, en mis interiores y sentimientos he mostrado cierto arrepentimiento y hoy mismo sigo haciéndolo. Tal vez en ella, sus consecuencias pudieran haber sido poco ventajosas. Claro esto es jugar a las suposiciones. Pero como suele decirse, a lo hecho pecho. SESENTA Y DOS AÑOS, han pasado de eso.

La tercera de esas Nocheviejas que voy a referirme, es la de 1996. Sin duda y sin punto de comparación, la que mas mella ha hecho en mis sentimientos y de cuyos efectos no podré desprenderme en lo que desde entonces he vivido y lo que pueda quedarme de hacerlo. Aquel momento, en que a petición de mi mujer, preparé las 24 uvas para tomárnoslas cuando sonaran las campanadas de las doce la noche y que cuando llegó la hora, por la extrema debilidad física en que se encontraba solo pudo comerse cinco o seis, después de darnos un beso, mirándome fijamente a los ojos pronunció una frase que aún sigue destrozándome el alma y que fue la siguiente. "El año que viene no estaré aquí para tomarnos las uvas juntos. Cuando me muera, tu cásate otra vez porque eres muy trabajoso y le vas a dar mucho la lata a tus hijos". ELLA fueron las ultimas uvas que se tomó una Nochevieja. YO también.

Son las once de la noche me voy a meter en la cama a leer un rato y entre renglón y renglón continuaré repasando los recuerdos de otras muchísimas Nocheviejas, que junto a ELLA y en compañía de otros amigos las disfrutamos a TOPE. Mis recuerdos sobre estas últimas citadas, JUSTIFICAN LA DICHA DE HABER PASADO POR ESTA VIDA.

Dentro de una hora volveremos la esquina última de 2009, por el que no volveremos a pasar y entraremos en el 2010. Que pueda salir de él, será otro cantar y no depende de mí. Por falta de deseo que no quede.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Festividad de Santa Bárbara

Casi un mes llevaba ya si entrar en el blog. Hoy la festividad de Santa Bárbara, me ha traído al recuerdo de cuando este día era el de mi patrona. En dos situaciones distintas y muy diferentes la una de la otra, en esta fecha celebrábamos esta festividad. La primera era de cuando yo trabajaba en la mina y la segunda de cuando fui a la mili, en que me destinaron a Artillería.

De la mina, por lo menos para mí, lo único que me gustaba es que no trabajábamos y nos pagaban el sueldo. Nos reuníamos los compañeros, tomábamos unas copas y nos dedicábamos a comentar cosas del trabajo, que por cierto era novedad eso de trabajar bastante gente en una mina y que no estaba lejos del pueblo.

Pero lo que me ha hecho reaccionar hoy al recordarlo, fue la primera patrona que pase en el ejército, que aunque yo prestaba el servicio en Capitanía, lo hacía entonces como agregado y seguía perteneciendo al Regimiento de Artillería 14. Lo que mas recuerdo de aquella fiesta, fue la participación del torero Pepe Luis Vázquez, uno de los grandes de la fiesta en aquellas fechas, y uno de los mejores de todos los tiempos en la faena de capa y que como había prestado el servicio militar en aquel Regimiento, se brindó a matar un par de novillos aquella tarde y fue un éxito rotundo.

Con el reposo y sosiego que me dan los sesenta y tres años transcurridos de aquella fecha, me bulle en el sentimiento cierta tristeza de aquella juventud que entonces disfrutaba y de la que hace ya bastantes años perdí. Cuán diferente fue el transcurrir de aquel 4 de diciembre de 1946 al de hoy 4 de diciembre de 2009. Aquellos veintiún años con que entonces contaba a los ochenta y cuatro de hoy. Unos deseos e incertidumbres de lo que habría de ser mi futuro, sobre todo y como en muchas ocasiones los he citado, eran cual habría de ser mi actividad con la que habría de ganarme el sustento y quién y cómo sería la mujer con la que me casaría. Ninguna de esas dos preocupaciones las veía nada claras. Soñar, soñaba con todo lo habido y por haber, pero si alguien en aquel día, me hubiera dicho como iba a ser todo el desarrollo en el futuro de aquellas inquietudes, primero le daría las gracias por los buenos designios que me anunciaba, pero que todo sería fruto del buen deseo que en ello tuviera, y de haberle creído, tal vez se hubiera quedado entre mis brazos por el fortísimo apretón que le habría dado. Lo que jamás le hubiera dado por acertado, si me hubiere dicho que en tal día como hoy de 2009, estuviera todavía transitando por este mundo de Dios con todo el enorme capital familiar y humano que me rodea, aunque con la gran falta de la que se fue hace ya cerca de trece años.

Al recordar aquel 4 de diciembre de 1946, me ha traído a la memoria a mi paisano José Carrillo Gómez, que era de mi "quinta" y los dos fuimos destinados al mismo Regimiento y que, como no estuvimos juntos todo el día. Él, hace ya algunos años que falleció.

Hasta otra.