jueves, 27 de septiembre de 2018

Desde la 109, el número marcado no existe



Hoy me ha dado por marcar el número de teléfono 952 31 17 27 y al otro lado del teléfono me sale un grabado de voz femenina del siguiente tenor:

"INFORMACIÓN GRATUITA DE ORANGE. EL NUMERO MARCADO NO EXISTE. POR FAVOR COMPRUÉBELO Y MARQUE DE NUEVO".

Marcar de nuevo el mismo número sería recibir la misma respuesta, por tanto huelga hacerlo.

Pero no es ese el quid de la cuestión, si no otro muy distinto. A lo más profundo del alma me ha llegado esa respuesta, tal como un latigazo de pena que parecía habérmela hecho añicos. Tantísimos años ese número estuvo siendo el contacto oral entre, principal y especialmente,  los miembros más cercanos de nuestra familia, con la añadidura de lo que suponía, y aun lo sigue siendo,  para la sociedad en que vivimos, aunque con otros medios  técnicos añadidos. Pero, y perdón por la redundancia,  me place hacerlo, el número 952 31 17 27, es como un sagrado recuerdo que lo llevaré grabado en mis sentimientos hasta el fin de mis días, y si algo hay en ese mas allá, también lo tendré. Es uno de esos hitos que van jalonando los hechos mas sobresalientes en nuestro caminar y por tanto imposible de que no sea así.

En cada uno de esos números que forman el conjunto, están contenidos más de 50 años que estuvo siendo el apéndice que especialmente unía a una familia de cinco miembros cuando a lo mejor tres de ellos estaban en puntos mas o menos alejados de donde estaba su instalación.

Pasado el tiempo, que es inmisericorde, se llevó para siempre, lo que suele decirse y es la realidad, la reina de la casa, y aunque si consigo iban girones del alma de cada uno de los que aquí quedábamos, ese número continuó prestando la labor para el que fue instalado por espacio de más de veinte años, pero a su vez fueron unidos a esa especie de cordón umbilical cinco descendientes, y dos meses después de aquel óbito llegaría otro mas. Las nuevas tecnologías trajeron otros medios móviles para la comunicación que individualmente podíamos, y seguimos pudiendo llevar consigo, pero aquella base continuaba  fija en aquel hogar quizá no demasiado amplio, pero no por ello menos acogedor e íntimo.

Aquel hogar es ahora como el nido vacío cuando los pajarillos lo abandonan por haber alcanzado su desarrollo para comenzar a ir valiéndose por sí mismos. Aquellos pajarillos volaron hace tiempo, pero allí quedaba uno de los dos pilares que lo habían constituido, caminando por la vida con las alternativas que el paso de los días impone, y paso a continuar el relato en primera persona, el peso de los años y alteraciones en mi estado de salud, me obligaron a tenerlo que abandonar y forzosamente buscar refugio en una residencia donde se me asignó la habitación 109 y de ahí el título dado con que comienza  la presente entrada. En su consecuencia, aquel medio ya no tenía razón de ser y por tanto fue dado de baja. De ahí su desaparición.

Como quiera que a lo largo de toda mi existencia he tenido que pasar por muchas y diferentes situaciones, y además se me presta el servicio y atenciones de mi plena complacencia, aquí me hallo, no como en mi casa como suele decirse y  sin duda será la plataforma desde donde inicie ese viaje en que al venir a este mundo se nos entrega el billete, sin fecha  de su caducidad, que solo Dios y el paso de los días lo ponen.

No sé las entradas que pueda volver a realizar en este blog, pero mientras mi estado físico y psicológico continúe tal lo tengo, no me importa continuar algún tiempo más, y como creo dijo alguien una vez, nadie es tan viejo  que  no piense  pueda vivir por lo menos un año más, de lo que yo no voy a discrepar.

Doy por concluida la presente entrada y la próxima espero que no se retrase más que ésta.


viernes, 14 de septiembre de 2018

La mesa del silencio desde la 109

La Mesa del Silencio


Aquí en la Residencia Ballesol San Carlos, tienen  por norma tener las mesas del comedor para cuatro personas, con separación de sexo, excepto para los matrimonios que comen juntos. Además de ello, también son ocupadas siempre por los mismos comensales.

Por tanto yo calculo que con dos de los de la mía, llevo compartiendo mesa y mantel unas quinientas veces, dado que el cuarto de los ocupantes llegó unos meses después que yo,. que soy el tercero en incorporarme. Cualesquiera de los pocos que puedan leer esto, podrán pensar que ya estaremos al tanto de parte de las vidas que lo hayan sido de nosotros. Tales  como si somos casados, viudos, separados, solteros o medio pensionistas; si somos de Málaga, de algún pueblo de la provincia o de otra localidad distinta; cuáles han sido nuestras profesiones u oficios y hasta las causas o motivos por los que estamos en la residencia...

Pues nada de eso conocemos los unos de los otros.

Y ahora viene el motivo o causa del  titulo dado a la entrada. Salvo en rarísimas ocasiones que podrían ser no mas de cinco o seis en todo este tiempo,  haya habido una pregunta, la inmensa mayoría hechas por mí, precisamente sobre el fútbol, que uno de ellos se que es muy aficionado, pero aparte de esto, las palabras escuchadas de los tres, son las de buenas tardes al llegar a  la mesa, y si se está esperando la llegada del primer plato, a veces cinco o diez minutos, ese tiempo transcurre poniendo los brazos y manos en diferentes posiciones, dándose el caso en muchas ocasiones en coincidir los tres teniendo las misma posición, tales como los brazos cruzados sobre el pecho y los dedos de las manos entrelazados;  la mano izquierda o derecha como acariciando el mentón, como simulando al "pensador de Rodin", e iguales gestos y modos se utilizan en los lapsus de tiempo de uno a otro plato, y lo mismo hasta que llega el postre.

Así comida tras comida, cena tras cena, día tras día, semana tras semana y mes tras mes, circunstancia que ya me lo tomaba con cierta resignación y deje de hacer ninguna mas palabra dirigida a ellos.

Pero aunque lo dicho hasta ahora pueda parecer un tanto raro, hace un par de semanas y con motivo de una ligera alteración de mi estado salud del corazón, hube de ser hospitalizado en el Quirón de esta Ciudad  donde permanecí 48 horas en observación, en que fui dado de alta, y otras tantas horas sin salir de mi habitación donde me era servida la comida y la cena, (el desayuno lo hacen a diario a todos), así que estuve cuatro días sin acudir al comedor.

Personal empleado de la residencia y muy especial las camareras y camareros, así como enfermeras y enfermeros, estando sentado en la mesa  me preguntaban por mi estado de salud, pero ninguno de mis dos compañeros de mesa, se dignaron siquiera en dirigirme la palabra, como si no hubiere faltado una sola vez a la cita. Ante todo ello, incluso procuro salir del comedor antes o después que ellos, para no coincidir siquiera en el ascensor.

Por cuanto al otro comensal del que no he dicho nada de su comportamiento, es totalmente normal en consonancia con su salud, y este no es que no hable, si no que no calla, pero casi siempre lo hace para sí mismo y la mayoría de las veces lo es en relación a la comida.

Si puedo añadir de los otros, que nunca los he visto sosteniendo conversación alguna con otra persona de la residencia, aunque también quiero señalar que su comportamiento aparte de que no hablan nada, es totalmente correcto y educado. Me gustaría ser psicólogo para poder aproximarme siquiera para conocer o sospechar la causa o motivo de tal actitud.

Durante mi ya largo caminar por la vida, de vez en vez me he topado con gentes que tenían comportamiento diferente a la mayoría de sus congéneres, aunque en los demás fueren totalmente normales.

Uno de los que cito, en raras ocasiones  se ve circular por la residencia, y si en verlo salir o entrar por algún paseo fuera de la misma, pero una vez regresa de esos paseos o lo que sean sus salidas, directamente se mete en su habitación y no se vuelve a ver hasta su llegada al comedor.

El otro compañero de mesa si se ve pasear por los pasillos de la residencia y especialmente por el  patio-jardín, pero siempre, siempre en solitario y por tanto sin conversación con nadie, y supongo que hará y pensará como diría Luis de Góngora, eso de "A mis soledades, voy de mis soledades vengo, por que para hablar conmigo, me bastan mis pensamientos".

Creo que lo expuesto me da pie y razón para exponerlo en esta entrada, que como tanto se cacarea en España eso de la libertad de expresión, esto que es de menor calibre por que no hacerlo. Pedir cambio de mesa, no lo considero oportuno dado que tanto la comida como la cena la hacemos con toda tranquilidad sin nada que nos altere. Puedo decir con toda razón, que la mesa en la que yo, con tres más, como y ceno es la mas silenciosa de la Residencia Ballesol San Carlos.

Y como finalizaban los antiguos pregoneros, "he dicho"