sábado, 14 de noviembre de 2009

Hoy hace veinte años...



Tal día como hoy de hace 20 años, Málaga sufrió las inundaciones mas graves que yo haya presenciado durante los cerca de sesenta que llevo viviendo en esta bendita ciudad.

Creo serían alrededor de las doce de la mañana de aquel 14 de noviembre de 1989, el cielo de Málaga se cubrió de unas negrísimas nubes al punto de que parecía se había echado la noche encima. Esas nubes comenzaron a descargar agua de tal forma que la cortina que formaba el líquido elemento no permitía ver a escasos metros de distancia. La cantidad de agua caída en tan poco tiempo comenzó a desbordar varios arroyos que venían a parar a la ciudad, lo que terminó por inundar una gran parte de sus calles y barrios, al no poder ser absorbida por la red de saneamiento de la misma.

Los daños fueron cuantiosos y la espectacularidad de la inundación era grandísima. La riada arrastraba cuanto encontraba a su paso, entre lo que se encontraban muchos automóviles que eran llevados como simples barquitos de papel.

Aquí en mi barrio, donde vivía y lo sigo haciendo, solo se podía acceder utilizando pequeñas embarcaciones. A mÍ, que me cogió en el trabajo, en otro barrio, ni siquiera me fue posible venir a almorzar, no pudiendo regresar hasta altas horas de la tarde.

Hoy, 14 de noviembre de 2009, hace en Málaga un día extraordinario en cuanto a la meteorología; el agua que entonces sobraba, hoy haría falta alguna de ella. Pero a más del agua que echo en falta, lo hago infinitamente más la ausencia de mi mujer con quien poder comentar lo acontecido. Cuando aquella tarde-noche regrese aquí a mi casa, ELLA,me estuvo contando que se había pasado la mayor parte del día asomada al balcón viendo como la mayor parte de los coches que estaban aparcados en la calle, estuvieron varias horas flotando y a merced de las corrientes de la riada. HOY, me la imagino asomada en la terraza de la GLORIA, contemplando a los ángeles del cielo bogando las góndolas que en su presencia surcan las tranquilas y sagradas aguas de los lagos celestes, ante la observancia del transitar de los suyos por este otro mundo, diferente del que ella mora en estos momentos. Quizá esta situación sea el mejor regalo que desde aquí podemos ofrecerle, además del recuerdo permanente que desde entonces me produce su ausencia. Veinte años de aquellas inundaciones; cerca ya de TRECE, que hace que me falta.

Hacía días que no entraba en el blog, hoy los recuerdos señalados me han llevado a ello. Hasta otra entrada.